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4D-77, cuatro décadas de desengaño

Benito Fdez 2
Benito Fernández*

Me cuentan que los cuatro patidos representados en el Parlamento andaluz, PSOE, PP, Ciudadanos y Podemos-IU, están como locos buscando asesores que les den lecciones urgentes a sus respectivos dirigentes sobre el 4-D-77. La fecha, clave para el proceso autonómico andaluz, está a la vuelta de la esquina y, dado que este año se cumplen cuarenta años de aquellas masivas manifestaciones que inundaron las calles y plazas de casi todas las capitales y las grandes ciudades de esta tierra para pedir una autonomía en igualdad de condiciones que las llamadas nacionalidades históricas, está claro que los líderes políticos locales tienen que ponerse las pilas para contentar al personal en sus discursos conmemorativos.

 

Ni Susana Díaz ni Juanma Moreno ni Juan Marín ni Teresa Rodríguez ni tan siquiera Antonio Maillo, pese a que el martir de esa fecha, Manuel José García Caparrón pertenecía a su partido, están muy puestos en la efemérides como ya han demostrado algunos de ellos, sobre todo el impresentable politólogo Pablo Iglesias comparando el 4-D con el proceso independentista catalán, en diversos actos públicos. De ahí que hayan recurrido a viejos militantes o a periodistas ya jubilados para que les expliquen lo que ocurrió no sólo aquel día, sino también sus precedentes y sus posteriores consecuencias políticas.

La cosa del 4-D parece haber quedado en manos de algunos impresentables pirados de la revolución pendiente que, como Sánchez Gordillo o Diego Cañamero.

 

Mientras los que tenemos ya algunos años y peinamos canas, que acudimos en Sevilla a la manifestación del 4 de diciembre de 1977 por afinidad ideológica, por motivos profesionales o por ambas cosas, sentimos una especie de desengaño entre las expectativas creadas hace cuarenta años y lo que estamos viviendo en la actualidad y los que ahora mandan se encuentran sumidos en la más completa ignorancia histórica, la cosa del 4-D parece haber quedado en manos de algunos impresentables pirados de la revolución pendiente que, como Sánchez Gordillo o Diego Cañamero, pretenden convertir el fecha en una especie de 1-O catalán para proclamar la independencia de Andalucía. Nada más lejos de lo que los andaluces reclamábamos en la movilización de hace cuatro décadas.

 

Hay una cosa que sí es verdad y que todos, desde Susana a Juanma, repiten como si fuera un mantra. “Los andaluces no queremos ser más que nadie pero tampoco menos que nadie”. Y parece que la izquierda española no acaba de enterarse. El primero el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, que sigue con la cantinela de la España federada de dos velocidades con País Vasco, Cataluña y Galicía en cabeza con sus privilegios históricos, y el resto como autonomía de segunda fila. No me extraña que Iceta “El bailarín” haya vetado a la presidenta andaluza para que no pueda participar en la campaña del 21-D. Como la deje hablar en un mitin puede lograr que el candidato socialista se tenga que dedicar en el futuro a go-go de discoteca de Las Ramblas.

 

“Ni mas que nadie ni menos que nadie”. ¡Qué bonito! Como lema no está mal, aunque no es verdad. Hace cuarenta años los andaluces pensábamos lo mismo. Y en estos momentos hemos podido comprobar que no somos más que nadie, pero sí bastante menos que otras comunidades como la catalana o la vasca que han conseguido en las últimas décadas una serie de privilegios, sobre todo económicos como el cupo o la financiación, concedidos por partidos que, como el PSOE o el PP, nada tenian de nacionalistas pero que buscando el provecho propio, han jugado a la ruleta rusa con el Estado de las Autonomías perjudicando gravemente a la mayoria de los españoles que les votaron.

La pregunta es ¿ha servido para algo? Permítanme que lo dude. Andalucía, cuarenta años después, sigue a la cabeza del paro y la pobreza y el desengaño ha hecho mella en muchos.

 

No quisiera acabar este artículo sin aludir a una historia que contó hace unos años Antonio Falcón, un miembro del PCA que formó parte como servicio de seguridad junto a Guillermo Gutiérrez, de la comisión organizadora de la manifestación del 4-D en Sevilla. Para comprobar que en esas fechas no había unanimidad y las discrepancias entre los partidos eran enormes, Falcón relata que hubo desacuerdos desde dónde iba a ir la bandera española hasta qué himno se iba a cantar a la finalización de la marcha. Ante la negativa del PSOE de entonar el himno de Blas Infante, se llegó incluso a pensar en que se pusiese por megafonía “Los campanilleros”, copla de la Niña de la Puebla que aunaba más voluntades políticas que el de “la bandera blanca y verde…”. El encargado de la megafonía, Manuel Fernández Floranes, entonces en el PSA, se “olvidó” de ponerla y, al final, la gente entonó un himno que, seamos sinceros, casi nadie se sabía. Como muchos conocerán, la manifestación en Sevilla acabó en la Plaza Nueva con una enorme bronca contra las provocaciones de los muchachos de Fuerza Nueva desde su sede de Filella y las cargas policiales. Poca cosa si la comparamos con lo ocurrido en Málaga donde un disparo, que cuarenta años después aun se sigue investigando de donde partió, acabó con la vida del jóven Caparrós.

 

La pregunta es ¿ha servido para algo? Permítanme que lo dude. Andalucía, cuarenta años después, sigue a la cabeza del paro y la pobreza y el desengaño ha hecho mella en muchos. Tanto que cada vez son más los que abogan por la desaparición de aquel soñado Estado de las autonomìas y el regreso a un centralismo que evite los despropósitos en educación, sanidad u órden público que hemos visto en Cataluña.

*Benito Fernández es Periodista.

@maxurgavo