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4D jeme vivir

Javier_Menezo
Javier Menezo*

Crecí en un edificio de un barrio de Vitoria. En esas diez viviendas convivíamos alaveses, castellanos, extremeños y unos a los que llamábamos la vasca, porque la mujer era de Guipúzcoa. En Álava se llamaba vascos a los guipuzcoanos. En el portal de enfrente vivían la sevillana. Todos, hijos y marido incluido, eran la sevillana. El apodo en genérico lo veíamos normal. Así es la infancia.

Nos hicimos mayores y nos fuimos de casa. Llegaron nuevos tiempos. Un día, la presidenta de la Comunidad de vecinos cayó en la cuenta de que los carteles tipo “cierra bien la puerta” no estaban escritos en nuestra lengua materna, que ahora era el euskara. Así no se podía seguir, pues ya todos éramos vascos; y no solo la guipuzcoana, quien, además, había muerto. Fue necesario una reunión de la Comunidad pues lo que al principio se antojaba fácil resultó complicado. Ninguno de ellos hablaba nuestra lengua materna. Hubo que esperar a que mi hermano se acercara a visitar a mis padres e hiciera unas traducciones al gusto de la presidenta. ¿Puede ser tu lengua materna una que no hablas y que no se ha hablado en ese lugar desde el siglo XIX? Si, el nacionalismo es mágico.

 

El nacionalismo impregnaba todo, como la lluvia. Pero aquí no.

 

Mientras, me había venido a Andalucía. Al llegar me chocó esa despreocupación por la identidad nacional. Madre mía, el daño que está haciendo el PER, pensé. Podías creer que manzanilla era una infusión y no un vino, sin resultar sospechoso de desafecto. Una vez, en mi barrio de Vitoria compré Egunkaria -el periódico en euskara – y el País. El hijo de la sevillana me dijo, por este último, que no debería comprar prensa españolista. El nacionalismo impregnaba todo, como la lluvia. Pero aquí no.

Y, fíjate tú por donde, hoy me sitúo en butaca de palco para contemplar la creación del sentimiento nacional en Andalucía. No basta el 28F, ahora hay un 4D. Para pasmo de quienes hemos creído siempre que la izquierda y el nacionalismo deberían ser como el agua y el aceite, la nueva izquierda se ha lanzado a recrear la nación. Aún se llama La Comunidad, pero denle tiempo.

Para el día dos, Teresa Rodríguez, de Podemos, prevé un festival -la cultura es básica para crear el alma nacional- en el que estarán presentes “todas las culturas que conforman la identidad andaluza”. Y las cita, acotándolas, por si nuestro desconocimiento lleva a divagar sobre si son estas o aquellas. Son: “la andalusí, la hebrea, la africana, la castellana y la gitana o flamenca” Ya salió otra vez Bélgica, pensarán. No, no son esos flamencos.

 

Los males de Andalucía se solucionan con más autogobierno. Vivimos mal porque no tenemos suficiente de eso, pero cuando lo tengamos seremos felices y ya no volveremos la vista atrás.

 

¿Habla en serio? Más de quinientos años después de la toma de Granada y la expulsión de moriscos y judíos; de la sustitución de unos habitantes por otros, ¿Hay un componente de ese tipo en la identidad andaluza que vaya más allá de restos arqueológicos? Ha olvidado romanos, fenicios, tartesios, cartaginenses, la cultura de Los Millares, o los descendientes de alemanes en La Carolina. Mas eso ya es multitud y aquí lo esencial es hacer descender a los andaluces actuales de Abderramán.

En paralelo a la cultura, la política: los males de Andalucía se solucionan con más autogobierno. Vivimos mal porque no tenemos suficiente de eso, pero cuando lo tengamos seremos felices y ya no volveremos la vista atrás. Bueno, sí, si volveremos. Daremos vueltas y vueltas en torno a ello. Estamos tan ocupados en inventar el pasado, tan pendientes de construir una identidad, que perderemos el futuro.

 

No se habla ni de eficacia, ni de mejorar la gestión, ni afrontar los retos de la robotización de la economía, el paro o lo salarios.  Y si se hace es para solucionar todo con la misma receta. Como los vendedores de crecepelo. Autogobierno es la palabra bálsamo que lo solucionará todo. ¿Más autogobierno para qué? Pues para tener más autogobierno responderán. Yo, por si acaso, prefiero quedarme con la reflexión de Benavente: que las patrias son como las madres, nos quieren pequeños, para así hacernos más suyos.

 

*Javier Menezo es Abogado y Funcionario.

@javimenezo