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A vueltas con Franco

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez*

Según Lijphart existen dos modelos de democracia: la mayoritaria (bipartidismo) y la consensual (multipartidista). A lo largo de su obra, el politólogo holandés apuesta claramente por la opción consensual, desarrollando un estudio empírico donde demuestra con datos que las democracias de consenso son de mejor y mayor calidad que las mayoritarias. Sin entrar a valorar esta opinión reforzada con datos y análisis, existiría un modelo híbrido, disfuncional e inmóvil, cuando no inestable, resultante de un sistema político que no fuese bipartidista ni multipartidista funcional; o lo que es lo mismo: una democracia con tendencias a la fragmentación y a la polarización, ya sea social o política, con el trasfondo de la desigualdad entre los más ricos y los más pobres como causa y a la vez consecuencia.

 

y, como remate de todo esto, se sigue debatiendo como si fuera un asunto prioritario y trascendental la herencia del franquismo y la figura de Franco. Un hecho anormal del que tienen culpa tanto la derecha como la izquierda»

 

En este último concepto se encuentra atrapada España, con un sistema de partidos que paralizó el gobierno durante un año y con una serie de clivajes de distintos tipos que impiden una sociedad aceptablemente cohesionada. Las desigualdades crecen en todos los sentidos; la política sigue con evidente descrédito; el poder judicial se encuentra más cuestionado que nunca; y, como remate de todo esto, se sigue debatiendo como si fuera un asunto prioritario y trascendental la herencia del franquismo y la figura de Franco. Un hecho anormal del que tienen culpa tanto la derecha como la izquierda, unos empeñados en legitimar de alguna manera 40 años de dictadura, y otros obsesionados con idealizar la II República y equiparar a Franco con Hitler o Mussolini.

Es posible que esta “recuperación” de la Guerra Civil y del franquismo esté motivada por la ley de Memoria Histórica aprobada por Zapatero, entendida por muchos como el primer paso para desautorizar la “reconciliación” que se dio en los años de la Transición. No en vano, este proceso histórico que es presentado como ejemplar para muchos países con democracias nacientes, ha sido puesto en el punto de mira por parte de una izquierda y un nacionalismo anti español que no acepta lo que ellos denominan de manera despectiva “régimen del 78” y que lo presentan como un enjuague entre élites para seguir en un franquismo descafeinado y corrupto bipartidista. Este argumento, por desgracia, lejos de ser chascarrillo de minorías trasnochadas y ancladas en el perpetuo rencor, se ha ido extendido por muchos sectores de la sociedad que han dejado de valorar la Transición y que apoyan propuestas rupturistas defendidas por Podemos y por los separatismos empeñados en destruir España, porque solo así podrían ellos construir sus protectorados de corrupción impune y nacionalismo doctrinario-excluyente.

 

No creo que la tumba del Dictador sea una preocupación ni siquiera de un 10% de españoles como para pedir un procedimiento de urgencia. 

 

Cuando hace unas semanas el PSOE decidió que era “urgente” exigir al gobierno el traslado de los restos mortales de Franco a otro lugar que no fuese el Valle de los Caídos, me pareció un recurso político propio de partidos sin una clara orientación hacia la realidad. No creo que la tumba del Dictador sea una preocupación ni siquiera de un 10% de españoles como para pedir un procedimiento de urgencia.

El motivo de este artículo llega, sin embargo, después de visionar un debate en una televisión gallega entre 3 representantes de NNGG, Juventudes y la facción joven del BNG, Galiza Nova (si no me equivoco en este último). La polémica se desata porque Diego Gago, concejal del PP en Vigo e inminente presidente de NNGG a nivel nacional, empieza a desarrollar un discurso sobre la Guerra Civil y el franquismo absolutamente disparatado, incoherente, balbuceante y- en ciertos aspectos- alarmante. «Mi opinión es: siempre hablamos del 39, y no hablamos del 36 al 39 y de cómo se llega a una guerra civil. Una guerra civil no se propicia así porque sí: hubo una república, hubo una serie de confrontaciones sociales que llevaron a una guerra civil», expone- por ejemplo- el líder de NNGG.

En primer lugar, es evidente que tiene una confusión preocupante, al referirse al “39” y quejarse de que no se habla del 36 al 39, no dejando claro qué pasó el 39, más allá del fin de la Guerra Civil. Intenta, eso sí, explicar algo que es perfectamente cierto, pero no acierta en su formulación, como es la tensión social y las disfunciones políticas de la II República. No contento, cuando llega a la cuestión de las fosas comunes, su respuesta no defrauda: «No creo que de forma generalizada haya que andar constantemente ni financiando ni yendo al pasado; habrá que analizar cada caso», concluyendo de este modo su insuperable discurso: «Nunca hablamos de que hay dos bandos y de que, evidentemente, hay un bando que gana y un bando que pierde. Eso es una realidad. En cualquier guerra, hay unos que ganan y otros que pierden».

 

NNGG y las fosas comunes: «No creo que de forma generalizada haya que andar constantemente ni financiando ni yendo al pasado; habrá que analizar cada caso»

 

No hace falta esforzarse para darse cuenta de que la oratoria y la preparación política e histórica de este joven gallego de 29 años es un desastre absoluto, incapaz de explicar lo que piensa-si es que piensa algo- ni de pensar lo que dice- si es que dice algo más que el argumentario propiciado por el partido. La reflexión que debemos hacer va más allá de que un concejal actual con una carrera prometedora haga gala de una mediocridad hiriente. Si vemos todo el debate, los otros dos participantes se muestran más aseados en su exposición y oratoria pero siguen defendiendo posturas dictadas por la visión rígida de cada partido. Podría decirse que el proceso político de responsabilidad y generosidad abierto tras la muerte de Franco y que dio lugar a las primeras elecciones libres en 1977, habría sido muy improbable de tener como actores principales a estas nuevas generaciones de españoles. No observo el sentido histórico ni la altura política necesaria en políticos y miembros de juventudes partidistas que no conocieron-ni de lejos- la dictadura franquista. En algunos casos, ni la conocieron ni la han estudiado remotamente, de ahí la cantidad de idioteces que se dicen en debates sobre el pasado.

 

Podría decirse que el proceso político de responsabilidad y generosidad abierto tras la muerte de Franco y que dio lugar a las primeras elecciones libres en 1977, habría sido muy improbable de tener como actores principales a estas nuevas generaciones de españoles.

 
Suele recurrirse mucho a la frase célebre del pueblo que no aprende de su historia está condenado a repetirla. En España mucho me temo que conforme ha ido avanzando la democracia, hemos ido desaprendiendo de nuestro ayer más reciente. Un país respetable no puede estar 40 años después de la muerte de un dictador echándose unos a otros a la cara todos los muertos de la guerra y la represión posterior de la dictadura. No se trata de que exista un debate en círculos de historiadores o politólogos: es que se está haciendo política con el cadáver inerte del franquismo. Además en ciertos casos en sentido literal, con el cadáver de Franco. Que Garzón quisiera juzgar al franquismo en pleno siglo XXI me pareció un disparate propio de alguien necesitado de cariño y atención. Hay quienes dicen que se trata de justicia, pero a mí- sinceramente- nunca me lo pareció.
Las familias que buscan a sus muertos y piden amparo al gobierno para la exhumación de fosas comunes deben de ser reconfortadas y atendidas sin excepciones. El derecho a la memoria y a la reparación es fundamental en democracia. Pero el uso político que hacen ciertos partidos de la II República o de la Dictadura, lo considero un error que no aporta ningún valor añadido a nuestra sociedad pero que, sin embargo, sí contribuye a fracturarla un poco más. Si nos dedicáramos a debatir sobre la democracia que queremos y cómo conseguirla, quizás los problemas del presente podrían tener prioridad ante los juicios sumarísimos- y obsesivos a veces- del pasado.

 

*Marcial Vázquez es Politólogo.

@marcial_enacion