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Adinerados comediantes con cartera

En la impostura de las imágenes viven nuestros personajes teatrales las caprichosas circunstancias de la comedia vital.

 

Algunas diatribas habrá mantenido el matrimonio Iglesias en la morada de su dormitorio bajo la bucólica paz de su mansión galapagariana, dado el pase trascendental de don Pablo: del arremangue a la americana. Ya le queda menos para lucir la burguesa corbata, aunque constituya para muchos currantes una imposición laboral: pregúntenle a  los conductores de ciertos autobuses en plena canícula sevillana. Su fiel compañero don Alberto Garzón luce el reglamentario vestir de todo ministro de costosa y codiciada cartera, tal vez para disgusto de don Julio Anguita.

En la impostura de las imágenes viven nuestros personajes teatrales las caprichosas circunstancias de la comedia vital, hasta confundirnos con lo del tener y ser, las andanzas del ético yo y el  zapateo en los tablaos del mundo facundo. ‘La lucha por la vida’ (título de una novela de don Pío Baroja, siempre de actualidad), empieza en el tuétano de las personas y termina con sus máscaras. Dicho lo cual, será complicado dilucidar si el probo ministro está en plena metamorfosis por los efluvios emanados del poder, la paternidad, alguna avería en su dron ideológico o, acaso, un ecléctico camino lo lleva a las esencias de las cosas del comer por mor del pasto mensual.

El mundo occidental abandona sin pausas los monoteísmos para adoptar un politeísmo: riquezas, sexo a la carta, poder, consumismo, incluso la nación han quedado convertidas en absolutas referencias. Estamos en una sociedad rara donde los hombres son dígitos, de rostros y pupilas registrados para su control.  La historia, cansada de dar lecciones rotundas sobre el error de mantener sistemas económicos injustos―lucro de minorías― ha dejado de soñar en la utopia de los políticos, presos de las estadísticas. Los revolucionarios venían a cambiar el mundo y ahora nadie cree en mudanza alguna.

Las lecciones de la historia resultan con frecuencia simples y contundentes. Sin embargo, a pesar de los logros de la razón, muchas veces perdemos lo más básico y sencillo: la visión de un  mundo patas arriba, reñido con la honestidad y risueño con la hipocresía.

Cerca tenemos al exportavoz del PSOE andaluz, don Mario Jiménez―aseguran las dudas metafísicas del ex presidente Griñán para sucederle― ayer alegre y dicharachero con la prensa, hoy triste figura  por las estancias del antiguo Hospital de las Cinco Llagas. Resulta para cualquier observador un paradigma de la vida en política. En el hábitat de los patios marmóreos del antiguo hospital le resultará a don Mario más fácil meditar y recurrir a la mística para no dejarse abatir por las derrotas. El poder puede volver, incluso del brazo de doña Susana Díaz, lágrimas secadas.

Pero si llegase un día donde don Pablo se presentase con corbata y sin coleta su revolución habría fracasado y con el peligro de provocarle a don Julio Anguita una taquicardia paroxística de imprevisibles consecuencias. Ni pensar en un desliz donde se le escapase un ¡Viva el Rey! porque temblarían las paredes de un Congreso aún asustado por los disparos de Tejero.

Mientras, los de la European Atlantic Group y The Parlour Club ―con sede en Londres y Sussex, Inglaterra―, amos de Bilderberg, del CFR, de la Trilateral, de la ONU, del Banco Mundial y de la Reserva Federal, observan con monóculo el panorama y llamarán al orden a todo gobierno autónomo, incluido el bien nutrido español, claro.

Mientras la basura televisiva se vista de oropeles y la política educativa siga abandonando las Humanidades, esencia de los seres humanos; o a la literatura y el lenguaje para descifrar la naturaleza humana o el sentido exacto de las palabras, el circo seguirá, igual al ayer, aquel de togas y esclavos de la imperial Roma.