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Aizpuru, libre que te quiero libre

Margarita, mujer de mirada tan hipercrítica sobre la realidad, como intensamente violeta.

No es posible cuestionar una obviedad, porque deja de ser obvia. Y lo es, en el caso de afirmar que Margarita Aizpuru es irrepetible, sin merma del valor incalculable de su madre Juana Aizpuru  (quién no necesita reseña, por ser reconocida,  potente, valiosa e infinitamente empoderada) Pero hoy, la estrella es Margarita.

Ella es fascinantemente atemporal, se cree más que joven y nadie osa cuestionar que lo es. Intelectual y estéticamente, no ha necesitado retocarse, que dirían algunos y algunas, para estar intacta por dentro y por fuera.

Nació en la villa de la corte, pero su vida ha transcurrido por el asfalto de la ruidosa Sevilla, donde esa algarabiosa llamada de atención que hace permanente esta ciudad, la incluye a ella: Una Margarita que no ha elegido pasar desapercibida.

 

Margarita es como las liebres, va por la vida sin papeles, solo tiene los de la siembra y recogida de los frutos cuando han madurado.

 

Vivió en Francia tres años. Antes, mucho antes que Sarkozy, Hollande, Le Pen, o su Mélenchon. Mujer insaciable de conocimiento y cultura, le pareció poca cosa licenciarse en Derecho, y también lo hizo en Geografía e Historia y, por supuesto, se especializó en el mismo arte al que pertenecía el ADN de los fogones de su casa familiar.

Su mayoría de edad está vinculada al activismo radical (no del tronco, sino de la mismísima raíz del movimiento estudiantil) que era parte de las corrientes autogestionarias de esa Sevilla, que respondían desde todos los vértices a la dictadura. Ella se situaba en el ángulo más utópico, y atrevido, de la revolución por hacer y militaba en la luxemburguista Acción Comunista, amén de en la CNT. Pero su cuerpo teórico, su praxis, y su pluma, siempre se entroncaban descaradamente, con un feminismo militante más allá de lo orgánico. Fue también, y sobre todo,  cofundadora de Prímula, APDM, y Grupo 7. Incluso formó parte del Consejo Editorial de “Mujeres del Sur” dirigido por Nany Carvajal, la revista de Género más importante de su tiempo.

 

 

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Margarita, y sus colegas, trabajan para impedir que se multipliquen las losas que nos invisibilizan.

 

Margarita fue abogada feminista, integrante del Bufete Athenea: el primer despacho de mujeres abogadas de Sevilla. Pasados los años de la defensa a ultranza, sustituyó la abogacía por el Comisariado de Exposiciones de Arte Contemporáneo, la crítica de arte, la investigación y la docencia, donde grabó su sello feminista a sangre y fuego. En el crepúsculo de los 80, fue codirectora del Festival de Cine Feminista de Sevilla. En 2009 recibió la Mención Especial de Mujer sevillana del año.

En la actualidad es directora de los “Encuentros Internacionales de Arte y Género” de Andalucía, centrándose fundamentalmente en Sevilla. Un proyecto que lleva desarrollando en solitario desde hace 12 años, y que tienen también como objetivo dar a conocer las obras de arte desarrolladas, por las mujeres desde parámetros feministas y ópticas de género.

Forma parte del Consejo Asesor de la asociación estatal de mujeres en el ámbito de las artes visuales MAV (Mujeres en las Artes Visuales), desde donde  ha emprendido una actividad política feminista por un cambio cuantitativo y cualitativo dentro de la canallesca situación de las mujeres en ese sector en el que al igual que en casi todos pero en este con más razón aún si cabe-no solo no dejan que florezca la creatividad de las mujeres, sino que la sepultan. Margarita, y sus colegas, trabajan para impedir que se multipliquen las losas que nos invisibilizan, creando nichos de arte con esa mirada de género que las hace convertirse a ellas  – y a ella- , en muestras universales de lo mejor.

 

“Mi musa, nuestra musa, desde la Universidad…“

 

Hay varias generaciones de esta ciudad que valoran, y mucho, su apuesta. Otras la desconocen y están obligadas especialmente las administraciones a vociferarlas. Hubo un episodio este último 8 de marzo, día de la mujer trabajadora, que se desarrolló en los términos siguientes, veníamos  Rosalía, Margarita y yo misma, de la gran Concentración en la Plaza de las  Setas de Sevilla para desembocar, en la Manifestación de las mareas ingentes de adolescentes que nos hicieron sentirnos más que adultas, y que , para ser rigurosas, cabría decir que  aunque había una proporción estimable de generaciones con el medio siglo cumplido, éramos minoría, y lo que se desbordaron fueron las hijas y las nietas. Pero a lo que iba, se nos acercó de pronto un alto dirigente político, de los escasos que había, grandísima persona a la sazón, y después de besarme cariñosamente, se abrazó mucho más efusivamente,  a Margarita ¡claro! a quien no veía desde hace tiempo, y dijo sigilosamente: “Mi musa, nuestra musa, desde la Universidad…“

Comprobé, entonces,  que no solo me lo parecía a mí sino que era compartido, y eso que en este presente, en este tiempo que se nos van algunos, en esta ocasión,  ella  está especialmente tocada por ese sentimiento de pérdida, que te congela las venas, y tienes que volver a inyectar sangre para seguir. Hace demasiado poco  murió su pareja, Manuel Ramón Alarcón – uno de esos imprescindibles masculinos – con quien ella compartió  los momentos de la vida en los que ya has aprendido a desatender lo accesorio y solo saboreas ese elixir, que deberíamos aportarnos los unos a los otros, en todas las épocas y relaciones, independientemente de la edad y otras cuestiones subalternas.

 

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Margarita, mujer de mirada tan hipercrítica sobre la realidad, como intensamente violeta. Margarita, quien a pesar de su vehemencia -fruto de su pasión por la vida en toda la gama del arco iris- primero sentencia y luego escucha, es capaz de oír aunque no lo parezca ni de lejos, y oye tanto, que detrás de esa altiva talibana de la verdad, confrontada desde la cuna con Agamenón y su porquero, es capaz de comprometerse con lo que no está de moda, y con lo que es políticamente incorrecto, de posicionarse con los malditos y ofrecer lo mejor de ella misma, de la creación, del arte y demás sinónimos de lo que dispone, sin mirar los tonos de ninguna orquesta.

A nadie se le escapa que es una de las críticas de arte con perspectiva de género más respetadas y solvente de este país, no solo de Andalucía, y ni siquiera allende los mares. Ha tenido la virtualidad de atravesar las fronteras sin más pasaporte, que el de su obra. Resulta curioso comprobar cómo en estos tiempos de filtros y escáneres, no coge atajos, no es nada política, cruza líneas rojas, se salta el usted y la reverencia, va a contramano, como si tuviera algún carnet para ello.

 

A nadie se le escapa que es una de las críticas de arte con perspectiva de género más respetadas y solvente de este país, no solo de Andalucía, y ni siquiera allende los mares.

 

Margarita es como las liebres, va por la vida sin papeles, solo tiene los de la siembra y recogida de los frutos cuando han madurado, y que hoy configuran un curriculum profesional y personal que solo es posible igualar, con sus aristas incluidas, pero no mejorarlo.

Es emocional y políticamente, el símbolo del compromiso con todas las causas justas, aunque no estén en ningún guión, en ningún programa, en ninguna escaleta. Es libre que te quiero libre, es ella y es del grupo, Margarita siempre está, cabalgando desenfrenadamente entre en el centro, el sur y atraviesa sin mochila las fronteras de cualquier océano, pero su identidad tiene nombre de arte y de mujer.

Aunque de origen griego Μαργαρίτης «Margarites», que significa «perla«, también le asignan origen escocés, por Santa Margarita, Reina de Escocia, quién a pesar de su cuna, fomentó de forma ampulosa la cultura.

Nuestra Aizpuru,  es nuestra perla Margarita, es nuestro símbolo de Cultura Feminista, es de las nuestras, es una imprescindible.

 

 

*Kechu Aramburu es Profesora. Ex eurodiputada, diputada y parlamentaria andaluza con IU. Actualmente es independiente.

@KechuAramburu