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Alcalde de noche

Total, que tendremos alcaldes de noche en las grandes ciudades de Barcelona y Madrid.

 

El señor Maragall, hermano del señor Maragall alcalde que fuera de Barcelona en la época feliz de los Juegos Olímpicos, aspira como candidato de ERC a la alcaldía barcelonesa, en los tiempos que corren. Lo tiene crudo este caballero pues, con independencia (sin ánimo de ofender) de las encuestas que vaticinan posibles empates o casi con los Comunes, puede encontrarse con la horma del zapato si, tras las elecciones, el PSC, en plan veto reproducido del Parlamento, une sus concejales a los de la  señora Colau y deja a don Ernest al pairo los cuatros próximos años, compuesto y sin novia de la Diplocat y de la Alcaldía. Y al señor Rufián tendiendo manos en Madrid.

El candidato señor Maragall ha propuesto la creación de la figura de alcalde de noche de la ciudad de Barcelona para garantizar la seguridad y la vigilancia contribuyendo así a evitar violencias, robos, violaciones, puñaladas, riñas callejeras, tráfico de drogas y otras prácticas que además de desbaratar el prestigio de la capital catalana, fastidian al personal que la habita.

Según leo en la prensa la señora Carmena, alcaldesa con bastón de borlas y mando civil en Madrid, y candidata a seguir siéndolo, pese a la estupidez demente y mala entraña de la diputada barcelonesa de cuyo nombre no quiero acordarme, también propone, proponía o propondrá la misma figura en la nueva corporación si resulta elegida por los madrileños.

 

Total, que tendremos alcaldes de noche en las grandes ciudades.

 

La Santa Iglesia Católica Romana que sin elecciones lleva dos mil años, chispa más o menos, gobernando religiosamente aldeas, villas, pueblos y ciudades de medio mundo, se había adelantado a crear similar puesto. En efecto, el profesor don Antonio Muñoz que preside la Sociedad económica de amigos del país” de Vejer de la Frontera y publica en calidad de tal un boletín abordando temas de la historia local, hizo saber desde uno de ellos hace unos años que por los tiempos del rey José Bonaparte y las guerras por independizar (con perdón por reiterar el término) la Patria de la bota francesa, había en la ciudad de Vejer en la plantilla de clérigos reesidentes un intitulado cura de noche. Mientras el venerable clero local, curas, capellanes, presbíteros ordenados a título de patrimonio y otros varios eclesiásticos residentes en la villa, dormían plácida y honestamente recuperándose de las gastadas energías pastorales del día pasado, uno de ellos permanecía como cura de noche, despierto para atender a quienes pidieran confesion, entrarán en agonía, quisiera el viatico a bordo (ver Peñas arriba), o lo hubieran acuchillado en la revolviura de una calleja tras discutir en un tabuco con vino de Chiclana por medio y hubiera que aviarlo con la santa unción para que se presentara adecentado ante el Padre Eterno. Por aquellos tiempos guerreros el cura de noche era un presbítero de nombre don  José.

 

Para asombro y luz de los políticos proponentes de la creación política y administrativa del alcalde de noche, en  el Cádiz del siglo XVIII ya pensaron en la alevosía nocturna que espantos sabidos, propicia soponcios leves, empeoramientos graves, muertes sobrevenidas y crímenes de diverso origen y condición.

 

Para combatirlos, repararlos y sacarles partido sobrenatural, en la recién creada entonces parroquia de Nuestra Señora del Rosario crearon la plaza y figúra del coadjutor de siesta y noche, rizando el rizo alambicado de las plantillas laborales pues no solo velaba las cerradas y ventosas noches gaditanas en invierno y en verano, sino también las siestas de modo que sus otros congéneres no soportaran los cortes de digestión tras austeros almuerzos de dieta mediterránea.

Anímense pues los candidatos y lean libros de historia andaluzas, eclesiástica y civil, que de provecho  les será, política y policialmente.