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Almas cándidas

Clara Guzman
Clara Guzmán

-Padre, yo me acuso.

-A ver, hija. Ante todo, tranquilidad y buenos alimentos. Déjame un momento que busque en el móvil la aplicación del rebaño de población feligresa.  A ver… Pero si tú estás en el apartado almas cándidas, ¿de qué te acusas, mi alma?

– Pues de qué me voy a acusar, padre…

– Que estos aparatos no fallan, que nos lo han proporcionado la Junta de Andalucía para facilitarnos el trabajo, hija, que confesar a tanto descarriado es de una pesantía…  ¡O tempo o mores! Aquí veo que en tu última estancia en un hotel no has tenido la tentación de llevarte nada, como el 98,8% de las criaturas del Señor.

-Sí, padre. Me llevé los frasquitos del aceite y del vinagre que me pusieron para aliñar la ensalada.

-Eso es un pecado venial, chiquilla. Veo que pagas religiosamente tu cuota de autónoma, que cumples como Dios manda con Hacienda, que realmente no somos todos, pero que plebeyamente te crujen; que bajas la basura a la hora convenida por tu comunidad; que no tienes cuentas opacas  ni siquiera ofranciscas en ningún paraíso fiscal, porque no formas parte de la “jet-set” que sale en el ¡Hola!; que no tienes un sombrero panamá, y que tampoco conoces a ningún sastre de allí, que el único que aparece en tu agenda es el sastre Ávila de la calle Sauceda.  Que andas tan corta de papeles que ni siquiera tienes necesidad de quemarlos en la hoguera, llevada por el celo profesional de los trabajadores públicos. O sea, un alma cándida. La aplicación no falla, nos la ha facilitado la Junta de Andalucía.

-Padre, yo (me) acuso de no querer poner en práctica el plan de igualdad de género en las aulas que ha implantado la Junta.

-Pero, hija, eso sí que no. La soberbia es un pecado capital. Recuerda, además, que eres autónoma y autónoma española, que son las que pagan de verdad. Y ya lo decía el clásico: “la vida es eso que pasa mientras tú estás ocupada pagando la cuota de autónomo”.

-Padre, pero es que me parece una memez decir clase política en vez de políticos, persona becaria en vez de becario. Andaluces y andaluzas, niños y niñas, miembros y miembras o persona delincuenta, que eso ya lo decían los paisanos de Sigüenza cuando todavía estaba la UCD en el poder. Hablar así es muy cansino y muy derrochador de energía, esa fuerza centrípeta de la que ahora habla todo el mundo.

-No, hija, eso es ofender a Dios, levantar los paños del altar. Si lo ha dicho la Junta va a misa. Y si lo ha dicho Susana tocan las campanas.

-Pero, padre, yo siempre he hablado en genérico.

-Pues te olvidas de hablar en genérico, ¿no se ha olvidado la gente de quién gobernaba Andalucía antes del PSOE? Olvidar es muy fácil, ¿se acuerda alguien de los primeros corruptos? Nadie, porque han venido después tantos que no da lugar a aprenderse los nombres cuando vienen otros. Que ahora hay que decir primos y primas, se dice. Que hay que decir cuñados y cuñadas, se dice, que los viejos ahora son la población senil, pues a tirar millas y aquí paz y después gloria.

-Pero, padre, nos cargamos la lengua.

-La lengua no sé, hija, pero no es bueno ir a contracorriente. ¿No te dijeron en tu casa que no había que significarse?  Además he leído que sancionan. Y esas sanciones no son rezar dos padrenuestros y cantar la salve rociera sin desafinar. Ya sabes a lo que me refiero, que eres cabeza de familia, criatura. Y si insistes, persistes y te pones pesada te llevan a galeras.

-Padre, ¿por qué baja la voz?

-Ay, hija, porque están en todas partes.

-Pero, padre, ¿y usted eso lo ve bien?

-Yo no digo nada que luego todo se sabe.

-Mira, rézate un credo, que aún no me han llegado los manuales con las indicaciones, ellos dicen recomendaciones, de cómo debemos actuar con la población confesanda o confesanta . ¿Será quizá con la población pecadora? Al fin y al cabo enseñamos la palabra de Dios a la población andaluza y debemos llevarla en el lenguaje que diga la Junta. ¡Ay, Señor, Señor, acógeme en tu seno y en tu coseno! Y Dios proveerá, hija, que suele proveer a las almas cándidas.