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Andalucía, el ‘Régimen’ de los 40 años

Es lastimoso que entre los chistes y risas se cuele la resignación

Si uno se levanta temprano un buen día de primavera y opta por esa actividad tan sana como es el paseo, inevitablemente se verá preso del encanto de una tierra que alberga la gente más trabajadora, divertida y sufrida del mundo. Y sea por sus playas o por su patrimonio histórico, por sus sierras o sus bosques, por su salero acogedor o su sol cegador, Andalucía es una tierra en la que merece la pena nacer, vivir y morir. Pero debo decirte, querido lector, que he contado una mentirijilla. No por lo que he dicho, que siempre se quedará corto, sino por el enfoque. Como andaluz de pura cepa, no puedo ser todo lo objetivo que quisiera a la hora de hablar de mi tierra. Ni puedo serlo cuando relato la honda tristeza que me produce contemplar a quienes tienen que secarse el sudor de la frente por la noche lamentarse por unas condiciones sobre las que saben que no pueden influir mucho. Todo lo más saber divertirse como nadie y acoger a cualquiera, venga de donde venga, sea cual sea su extracción, pensamiento o cualquiera otra de las absurdas categorías que sirven para hacer política, como uno más, como alguien que siempre estuvo aquí. Y es lastimoso que entre los chistes y risas se cuele la resignación de quien ha asimilado ya que quien ha gobernado esta rica región durante cuarenta años va a seguir haciéndolo por siempre.

Se ha hecho con una red clientelar vasta, que soborna a personas con enchufes y cargos a dedo, recompensando la adulación aun a costa de más dura incompetencia.

Hoy (ayer para el lector) es el Día de Andalucía. Y los andaluces haríamos bien, todo lo que permita la climatología, en salir a reivindicar, con banderas o sin ellas, la retirada de la oligarquía corrupta que gobierna la Comunidad Autónoma desde su misma fundación. Si es día para celebrar, celebremos la determinación definitiva de darle un imperativo lavado de cara a la Comunidad Autónoma que en el año 2017 fue calificada por la Comisión Europea como la más corrupta de España. Los dos ex-presidentes de la Junta, Manuel Chaves y José Antonio Griñan, en el banquillo del Juzgado lo atestiguan simbólicamente mucho más que todo el galimatías de cifras que cual pruebas documentales pudieran esgrimirse. Es momento de plantarse de una vez y de hablar en serio. De abandonar el autoengaño en que nos hemos sumido todos los andaluces y, de la misma manera que en el símil de la caverna platónico, romper las cadenas, salir de la cueva y ver la luz. El PSOE, en todos sus años de Gobierno, ha creado una administración corrupta hasta las trancas, enorme, deficitaria e inútil, que engulle al ciudadano al que dice servir. Se ha hecho con una red clientelar vasta, que soborna a personas con enchufes y cargos a dedo, recompensando la adulación aun a costa de más dura incompetencia y dejando sin recompensa cualquier esfuerzo que fuera de sus pringosos tentáculos se proyecten realizar. ¿Cómo puede ser posible que en una Comunidad Autónoma donde todo el mundo sabe lo que hace todo el mundo, quiénes son los responsables de lo que pasa, que tiene 825.000 parados al cierre de 2017, gane siempre el mismo partido político?

No me sentiré más feliz de celebrar el Día de Andalucía que el día en que quienes perpetúan a sabiendas nuestros males estén lejos de las responsabilidades de Gobierno.

Las corruptelas, el tráfico de influencias y los caciques que si antes iban por libre ahora están integrados en los partidos políticos son la respuesta. No en vano siempre se han preocupado mucho los socialistas por meter mano en el campo comprando a campesinos y trabajadores en el medio con el PER (Plan de Empleo Rural) y favorecer los chanchullos más ilícitos con tal de asegurarse los votos y los gobiernos. Que nadie se equivoque. El Partido Popular e Izquierda Unida también llevan años haciéndolo. Y lo peor de todo es que este sistema genéticamente corrupto ha hecho endémica la actitud por la cual hacer las cosas moviendo influencias y tomando atajos es mejor que hacerlas honradamente, cosechando los frutos trabajando duro y respetando la legalidad vigente. Por eso, a la hora de votar, ese voto cautivo se persona infranqueablemente en las urnas y permite que quienes han sumido a Andalucía en la miseria sigan gobernando una y otra y otra vez. Hasta el fin.

Luego, a salir a la calle a manifestarse por el grave problema de la Sanidad Pública en Andalucía, que según la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP) es la Comunidad Autónoma que menos invierte en Sanidad por ciudadano con 1.166 euros por alma. O a quejarse por una Educación que fomenta la ideología y la mediocridad en detrimento de la formación y de la competitividad en el duro mercado laboral que obliga a cientos de jóvenes a agarrar el petate y a marcharse. O a exigir una Televisión Pública como es debido, y no el altavoz de propaganda en que se ha convertido Canal Sur, que no deja espacio para nada ni nadie más que no sea quien comparta la postura oficial.

Celebrar está perfecto. Sigamos haciéndolo. Pero celebración sin reflexión es completamente inútil. Pensemos hoy en esto. No me sentiré más feliz de celebrar el Día de Andalucía que el día en que quienes perpetúan a sabiendas nuestros males estén lejos de las responsabilidades de Gobierno.