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Años  

Lola Álvarez, Periodista
Lola Álvarez

Se nos acumulan ya las décadas a los de mi quinta, y pareciera como que no resistimos a reencontrarnos en ese extraño espacio que han venido en denominar el tramo medio de la vida (pedazo de eufemismo para decir que ya pasamos, todos, del medio siglo)

De pronto, ha sido como caer en la cuenta del tiempo transcurrido. Hartos de vernos unos a otros con las mismas caras y parecido tono, sólo parecieron cambiar nuestros alrededores y ni aún con eso logramos ser conscientes de que los días seguían pasando para todos.

Tengo una amiga que se niega a cumplir años. Repite, impertérrita, los mismos “…titantos” desde hace un par de décadas y ahí sigue, tan contenta. Piensa que, al borrarlos de su memoria, sencillamente no existen –los suyos- porque bien que no duda en recordarnos a los demás el paso de los nuestros, metódica ella, año tras año.

Cuando empezamos a cumplir dígitos que sabemos a ciencia cierta que nunca doblaremos…malo. Ahí se le empiezan a ver los bigotes al destino y comenzamos, casi en automático, a echar cuentas.

Hace unos sábados, uno de mis mejores amigos cumplió sesenta y se pasó el día con cara de no terminar de creérselo del todo. Y es como que suena rotundo, no me digan: se-sen-ta. Ni se lo creía él, ni ninguno de los que nos juntamos para celebrarlo. Al hilo de la efeméride empezamos a echarnos mutuamente las cuentas y, chispa arriba, mijita abajo, por ahí andábamos todos. Fue un shock en toda regla. Aquí la que suscribe, que se siente siempre en la treintena, tuvo que reconocer lo obvio.

Semanas antes ya nos cayó como una losa los 35 años que habían pasado del 23-F ¿ Tantos? Si, tantos. Algunos de los del cumpleaños ya estaban trabajando en aquellos años y cubrieron periodísticamente aquel golpe y todo lo que vino después.

Y luego otro cumple, los 36 del 28-F. Día de referencia en el que también unos cuantos de los presentes ya estábamos luchando, desde distintas trincheras, por una Andalucía nueva para una generación diferente.

Apenas dos fechas para marcar algo más que el paso de unas décadas. Un tiempo del que no solo asoman las canas y las carnes y del que dejamos atrás algo más que las melenas y las trenkas, el vino peleón y los tugurios innombrables, el Celtas con boquilla y las discusiones eternas por asuntos pseudo-trascendentales. Evolucionamos al compás del trabajo fijo, las primeras hipotecas, los chiquillos creciendo y las parejas inestablemente estables. Cambiamos al compás del país ¿o cambió éste al compás que le fuimos dando entre todos?

Somos parte de una generación tan extraña como auténtica. A caballo entre Serrat y Mecano. Entre “La Marcha Verde” y la novena sinfonía europea. Aún está por escribir la historia – irrepetible, que no interminable- de ese tempus fugit en el que coincidimos.

Al recién estrenado “sexygenario” le cantamos el Cumpleaños Feliz, pero siguió mirándonos con cara de incrédulo. En la próxima década, volveremos a insistir. Espero verlos, de nuevo. A todas y a todos.

Lola Álvarez