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Apología del odio y la estupidez

Que nadie vaya a la cárcel por sus rebuznos.

No hay nada más peligroso que el uso falaz de conceptos nobles y universales para colar una dictadura del pensamiento por la puerta de atrás. Es lo que está ocurriendo en torno al manido “libertad de expresión” en este país últimamente, donde el neocomunismo populista de Podemos y adosados nos intentan convencer de que es legítimo el insulto, la amenaza y la apología del terrorismo siempre que sea contra el PP, el Rey y a favor de ETA. En España no está en riesgo la libertad de expresión, sino la libertad de convivencia que en cualquier democracia debe tener unos límites claros basados en el respeto a la dignidad del ser humano y del derecho a la imagen y al honor, ya sea individual o colectiva. No se trata, como quieren hacernos creer algunos, del derecho inalienable a criticar al poder y a quien identificas como opuesto a ti, incluso de la manera más ácida que uno pueda expresar. Mofarse de las víctimas del terrorismo y banalizar todos los muertos causados por el terrorismo vasco es algo que no puede asumirse dentro de lo “normal” en una democracia tolerante.

Hay casos, como el de Cassandra, que responden más que al odio a la ignorancia adolescente de su creadora.

Como escribí en otro artículo al respecto, no es un debate sobre la conveniencia o no de castigar por la vía penal este tipo de canciones, expresiones o basuras emitidas por personajes carentes de talento pero cegados de odio y estupidez. Ese debate, si bien algunos catedráticos y magistrados han intentado introducir, se ha visto oculto y sustituido por esa izquierda exquisita y medios de comunicación adosados que han salido sin complejos a defender a raperos, poetas, poetisas y diversas criaturas de la multiestupidez, que deciden un buen día demostrarle al mundo entero su talento innato para rebelarse contra el poder. Hay casos, como el de Cassandra, que responden más que al odio a la ignorancia adolescente de su creadora. Realmente los tuits que escribe con naturaleza de chistes sobre el atentado a Carrero Blanco demuestran una falta alarmante de educación y alfabetización histórica que no es exclusiva de esta chica, sino que es extensible a gran parte de su generación.

Otra cosa distinta son los raps o canciones de Valtonyc o Hasel, que si no hubiera sido por la publicidad que les ha dado el proceso judicial contra ellos, apenas los habrían escuchado más de 40 o 50 comunistas indignados y aburridos en su casa. Entiendo que ellos defiendan su derecho al odio, a expresarlo y a demostrar su bobería al mundo entero. Si Garzón o Evolé quieren que los artistas que odian a la Guardia Civil o a la Casa Real tengan derecho a difamarlos, escupirlos y cagarse en ellos porque es “libertad de expresión”, tendremos que aceptar también que si un rapero machista, homófobo o racista quiere desearle la muerte a los “maricones” o a los “negros de mierda”, está en su derecho según la libertad de expresión de la nueva izquierda doctrinaria.

Otra cosa distinta son los raps o canciones de Valtonyc o Hasel, que si no hubiera sido por la publicidad que les ha dado el proceso judicial contra ellos, apenas los habrían escuchado más de 40 o 50 comunistas indignados y aburridos en su casa.

Pero por supuesto que toda esta historia no consiste, en realidad, en nada que tenga que ver con la libertad de expresión dentro de una sociedad madura, sino que es una pieza más de ese invento absurdo e involutivo que tanto la izquierda antiespañola como el separatismo supremacista catalán intenta construir para convertir a España en un régimen autoritario, sin libertad y sin separación de poderes. Aquellos que conmemoran el aniversario de la muerte de Fidel Castro o de la revolución cubana vienen escandalizados a advertirnos de que los españoles no vivimos en una democracia de verdad por culpa del PP y de algunos jueces fascistas. La verdad es que no ha existido una ideología más criminal y liberticida que el comunismo, que se mostró mucho más fuerte y camaleónica que el terrible nazismo.

Ver a Garzón presentado unas medidas urgentes para “salvar” la libertad y la democracia en España, pidiendo que se despenalice, por ejemplo, los delitos de apología del terrorismo o de injurias a la Corona, al Ejército o a la Policía, según el autoproclamado comunista por estar “obsoletos”, solo puede causar estupor y tristeza al comprobar la mediocridad galopante y la estupidez desatada que se ha apoderado de una parte importante de la izquierda española.

En España aún estamos a tiempo de frenar este intento de vender como libertad de expresión lo que es la expresión más soez de la política del malestar deseada por el populismo comunista.

El populismo reclama el derecho a llamar “hijo de puta” a Rajoy pero ve inaceptable que alguien publique o cuente en la tele un chiste sobre gangosos o mujeres. Si la libertad de odio y de idioteces no es para todos, entonces estamos ante un intento de ir configurando a través de la vía cultural y mediática a la sociedad existente como hubiera deseado Gramsci.

Por desgracia, vivimos en un mundo de apariencias donde los cobardes son mayoría, aunque ellos mismos se califiquen como prudentes. No creo que en una democracia seria ni en una sociedad que se respete a sí misma puedan tener cabida manifestaciones públicas de las vísceras de cada uno. Si se institucionaliza el derecho al odio solo habrá un final posible: un país polarizado donde la convivencia sea cada vez más imposible. En España aún estamos a tiempo de frenar este intento de vender como libertad de expresión lo que es la expresión más soez de la política del malestar deseada por el populismo comunista. Que nadie vaya a la cárcel por sus rebuznos, pero que no encuentren ni eco ni publicidad en partidos políticos o medios “progresistas”.