The news is by your side.

Apretarse los machos

 

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch*

El 1 de octubre (1-O), es la fecha fijada por el presidente del gobierno catalán para celebrar su “referéndum de independencia”, a pesar de estar éste suspendido por el Tribunal Constitucional (TC). Es una consulta ilegal e inasequible a garantía democrática alguna. Ya, auto-disuelta la llamada Sindicatura (supuesta Junta Electoral) para evitar las multas del TC, ni tan siquiera con la llamada “ley del referéndum”, también suspendida por el TC, podría haber “referéndum”.

Por tanto, basta ya de retórica falaz, cínicos victimismos, mendaces cuentos secesionistas y dimes y diretes sobre la democracia. Reconociendo que España es una Nación tremendamente compleja, donde las fuerzas centrífugas han sido históricamente muy potentes, se puede afirmar que el actual conflicto español en Cataluña no es el inicio ni el final de nada. Es otro episodio recurrente y perverso de nuestra Historia. Un lance en el que una minoría separatista ha roto unilateralmente el pacto constitucional de todos los españoles y, violando el estado de derecho, se ha embarcado en un golpe de estado. Golpe que el pueblo español y su Estado harán fracasar.

Se juega, a veces inconscientemente, con dos conceptos, nación y estado, que, aunque normalmente unidos y frecuentemente confundidos, responden a vitales conceptos diferenciados. La Nación es un concepto sociológico. Se refiere al conjunto de seres humanos que, sobre un mismo territorio, están unidos por una misma historia, cultura, lengua, raza o religión reconociendo un mismo origen y persiguiendo un mismo destino. Es sujeto soberano permanente. En la Nación reside la soberanía constituyente. De ahí el interés de los golpistas por lograr que Cataluña sea catalogada como nación y no simplemente como nacionalidad, así como la trampa oculta tras la utilización alegre de los términos “plurinacional” o “nación de naciones”. El Estado, por el contrario, es un concepto político. Se refiere fundamentalmente al conjunto de órganos gubernamentales y legislativos con los que se gestiona un territorio. No es necesariamente un sujeto invariable y se resume en una organización jurídica y política compuesta de población, territorio y Gobierno. El Estado es posterior a la Nación.

 

En su caso, y esto es un juicio esencial, es el Estado quien debería inmolarse y consumirse en la preservación y permanencia de la Nación.

 

Para mejor entendimiento, España es un ejemplo paradigmático del binomio nación-estado. Porque mientras la Nación española ha permanecido invariable durante más de cinco siglos, el Estado español ha mudado muchas veces. En el último siglo, por ejemplo, ―sin variar la Nación, insisto―, el Estado fue monarquía (con un periodo de dictadura), república, régimen/dictadura  del 18 de julio y hoy es monarquía parlamentaria. Ambos, Nación y Estado, son esenciales y como tales deben ser defendidos. Pero el Estado está al servicio de la Nación y no a la inversa. En consecuencia, no es de recibo tan siquiera plantearse la subsistencia del Estado a costa de la partición o la fractura de la Nación. En su caso, y esto es un juicio esencial, es el Estado quien debería inmolarse y consumirse en la preservación y permanencia de la Nación.

Ignoremos los cantos de sirena de los golpistas catalanes cuando dicen arremeter contra el Estado. Porque su quimérico objetivo, la independencia, va directamente contra la Nación. Solo si lograsen la separación, es cuando el edificio del Estado estaría en almoneda. Además, ¿es que alguien tiene alguna duda de que tal partición de la Nación provocaría, inevitablemente, la inmediata explosión por simpatía de los independentistas de otras regiones españolas, en la búsqueda del mismo objetivo? Por eso, el desafío en el horizonte no es de secesión sino de destrucción. 

 

De acuerdo con la fiscalía, ya se ha hecho presente en la calle el delito de sedición. Los independentistas están amenazando y amedrentando a quienes piensan diferente que son mayoría.

 

La rebeldía de los golpistas contra la Constitución y la tremenda agitación que las autoridades catalanas están fomentando han llegado demasiado lejos. Y no ha ido a más gracias a las dos únicas fuerzas y cuerpos de seguridad fiables hoy en Cataluña: Guardia Civil y CNP, cuyos miembros vienen mostrando allí un temple acerado, gran espíritu de servicio, enorme capacidad de sacrificio y gran profesionalidad. De acuerdo con la fiscalía, ya se ha hecho presente en la calle el delito de sedición. Los independentistas están amenazando y amedrentando a quienes piensan diferente que son mayoría. Incluso están violando los derechos de los menores, adoctrinándoles en el independentismo, manipulándoles y llevándoles a manifestaciones. ¿Dónde está el defensor del menor ahora?

Las autoridades independentistas han quemado así sus naves y ya solo tienen dos alternativas: o triunfar en su secesión o sentarse en el banquillo. Que ellos, los que les hacen el juego y otros zascandiles no intenten engañarnos: ese ilegal “referéndum” del 1-O, aunque ya no podría ir más lejos de una lotería casera en una corrala, es la “coartada” que acarician los golpistas para una declaración unilateral de independencia que, a su vez, sería el pistoletazo para la destrucción de la Nación.

Por ello, el Estado está obligado, al precio que sea, a impedir tal “consulta”, restablecer el orden constitucional y garantizar los derechos y libertades de todos los españoles.  Ni el “referéndum” del 1-O, ni cualquier otro que se pretenda realizar en el futuro, pueden tener lugar mientras no se hagan bajo el amparo de la Constitución y su legalidad derivada. Siéntense los políticos a hablar a partir del 2-O, negóciese lo que corresponda, pero que no se juegue, ni el Estado permita jugar, con la pervivencia de la Nación española. Eso ni por las buenas ni mucho menos por las malas. Mientras tanto, me temo que ha llegado el momento de ir apretándose los machos.

 

*Pedro Pitarch es Teniente General del Ejército (r).

@ppitarchb