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Aquella ‘rebelión de los catetos’ y las diputaciones de hoy

Ramon Ramos2
Ramón Ramos

Que las funciones que realiza una diputación podría realizarlas la administración autonómica lo saben hasta el último ‘cateto’ del último pueblo de Andalucía. Y empleo el término ‘cateto’ sin carga despectiva, sino en su sentido político, ya que sin los ‘catetos’ que en 1983 se rebelaron contra la ‘aristocracia’ del PSOE andaluz y se hicieron con la Diputación de Granada todo el desarrollo administrativo de la Junta que vino a continuación de aquel año hubiera sido distinto.

En la presidencia de la Diputación de Granada se han alternado el PP y el PSOE en los dos últimos mandatos. Un ex presidente, socialista, a la vista del dispendio publicitario y propagandístico que durante la presidencia popular la Diputación había ‘canalizado’ hacia determinados medios de comunicación -dispendio continuamente criticado desde las filas socialistas-, en la inminencia de la toma de posesión del actual presidente, me decía de su conmilitón a propósito de de la propaganda derrochada los cuatro años anteriores: «Ya verás como no baja ni un euro». No ha bajado ni un euro.

He aquí otro ángulo del debate sobre la inexplicable pervivencia de las diputaciones: representan un potente cliente publicitario para los medios de comunicación. Y, por tanto, desde los medios de comunicación no se ha fomentado la crítica hacia el papel de una administración fantasma cuyas funciones podrían haberlas asumido con total naturalidad y normalidad los gobiernos autonómicos. Así lo contemplaba el Estatuto de Autonomía votado en 1981: las diputaciones asumirán la representación periférica de la Junta. Si este apartado no era posible en esos primeros años de la autonomía naciente, 35 años después ha habido tiempo más que suficiente para acometer los cambios legislativos para adaptarlas a esa misión representativa de la Junta en las provincias. Como se hizo en los ayuntamientos, donde hasta 1985 existían las comisiones permanentes como extensión del pleno. Allí estaban representados proporcionalmente todos los grupos políticos y sus sesiones eran abiertas. Se sustituyeron por las comisiones de gobierno, a puerta cerrada y a las que solo asisten los concejales del equipo en el poder municipal.

Y, por tanto, desde los medios de comunicación no se ha fomentado la crítica hacia el papel de una administración fantasma cuyas funciones podrían haberlas asumido con total naturalidad y normalidad los gobiernos autonómicos.

¿Por qué no se hizo así en las diputaciones? Evidentemente el cambio legislativo debería haber sido aquí de mucho mayor calado que en el caso de los ayuntamientos. Lo que ocurre es que en el ‘minuto uno’ de aquel desarrollo administrativo, en el caso de Andalucía, se produjo un contratiempo en los planes del omnipotente PSOE de 1983. En efecto: mayoría absoluta en la Junta -más el Congreso y el Senado- y abrumadora mayoría de alcaldes socialistas que se traducía en la presidencia de las ocho diputaciones andaluzas. Solo que…

Estalló en Granada la ‘rebelión de los catetos’: la mayoría de concejales elegidos en las listas del PSOE se rebelaron contra la imposición de la ejecutiva regional y eligieron a un presidente distinto del que sugería Borbolla. Fueron expulsados del PSOE en medio de una gran tensión, pero mantuvieron durante cuatro años la Diputación de Granada. Abordar en esas circunstancias todo el desarrollo administrativo que arrancaba entonces en la Junta, con el ‘enemigo’ dentro, cuando el eje de ese desarrollo giraba en torno a las diputaciones frenó la reforma. Nacieron las delegaciones provinciales: precisamente, la primera en Granada. Evocando aquella primera ‘sede’ -en la calle Cristo de Medinaceli, que el 50 por ciento de los granadinos no conoce-, un oscuro despacho monolocal con baño en el pasillo y comparándolo con el ‘mastodonte’ burocrático actual uno no llega a comprender cuáles fueron las etapas intermedias hasta lo de hoy.

Establecer ‘cuándo se jodió el Perú’ es tarea complicada, asomados a la nostalgia de saber que nada estaba escrito y que todo pudo ser distinto. Lo que sí es seguro es que si hubiera habido voluntad todo sería ahora más sencillo: ni esta selva de delegaciones y delegados ni estas diputaciones cuya virtualidad -nos dicen en estos días- es atender a los pequeños municipios. Como si los pequeños municipios no pudieran constituirse en mancomunidades, como si el bosque de organismos autonómicos nacidos en estos 35 años no pudiesen llegar hasta ellos…

Pues todavía ha habido en estos 35 años quien ha hablado de una quinta administración: ¡la comarcalización de Andalucía!