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Aretha Franklin, nuestra diva

Sin ella es posible que la humanidad también hubiera convertido en invisibles a las mujeres negras.

Su muerte no implica el silencio, ella representa el respeto sin matices, icono de la lucha descarnada contra el cáncer, representante atípica y de grandísimas dimensiones del feminismo menos encorsetado. Su cuna estaba instalada en medio de la mágica cultura negra, su casa era ágora de Martin Luther King, responsable directo de las herramientas con las que construyo su compromiso político racial, que ella ensanchó también al de género.

La demoledora versión de Respect de Otis Redding, la consagró comercialmente, lo que es casi anecdótico, porque en ese segundo sencillo es donde canta desgarradoramente «Todo lo que quiero es un poco de respeto». El tema original que fue un grito de una pureza conmovedora, detractor del machismo, que exigía respeto sin condiciones al primer sexo.

 

Su voz incendiaría, defensora aguerrida de los derechos civiles, y feminista en el apogeo de la revolución sexual, la sube a los carriles del movimiento de liberación, y a una rebelión verbal hacia un opresor indefinido, pero enmarcado en la diana de la responsabilidad de los y las desiguales.

 

La canción que nos representa se convirtió en un himno contra el machismo, y en un himno generacional.

 

Sin ella es posible que la humanidad también hubiera convertido en invisibles a las mujeres negras, pero Aretha le arrebato las llaves a los privilegios históricos y abrió diferentes cofres vetados a las mujeres. El primero coincidiendo con el Mayo del 68, fue la primera mujer negra en aparecer en la revista Time. Lady Soul vendió más de un millón de copias en EEUU, y fue número uno en las categorías negra, pop y jazz, y el éxito convirtió en leyenda viva a una de las nuestras.

Tomó las riendas de su carrera, se dedicó muy especialmente a trasmitir mensajes de liberación personal, y orgullo comunitario; sus ropas opacas se tornaron del brillo que da alas al vuelo de no encadenarse ni a una misma. Liberada de imposiciones, y tras el trono conseguido por los méritos de fondo y tono, empezó a facturar canciones rompedoras que iban desde los alegatos de Money Won’t Change You, a la pasión Come Back Baby, o la espiritualidad de People Get Read.

Ella dijo en su balada proa contra los malos tratos, turbadora, majestuosa, y más que enfadada con un mundo inhóspito: Never loved a man (the way I love you) (No eres un buen rompecorazones / Eres un mentiroso y un tramposo / y no sé por qué / dejo que me hagas todas esas cosas…). Ya no habrá silencio por su precipitado vuelo, porque seguimos tarareando eternamente: Never loved a man. ~