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Artesanos de la infamia

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez*

La otra noche puse sin querer, unos pocos minutos, la entrevista que le hizo Bertín a Aznar, transformado definitivamente en ese narcisista que cada día se siente más enamorado de sí mismo. Una de sus obsesiones fue subrayar que ETA, prácticamente, solo tenía una misión en su historia: acabar con él. De hecho ya lo intentó antes de que llegase al gobierno en el 96 y luego unas 3 veces más sin éxito en la ejecución. Cuando en la conversación aparece el 11-M, Aznar vuelve a lo mismo: él intuía que la banda terrorista no iba a dejar que se fuera del poder sin golpearlo duramente. Hasta aquí la ceguera de fortalecer esa imagen de mártir superviviente en la lucha contra los etarras.

 

¿Alguien creería viable un pacto del PP con el PSOE- no digamos ya con el actual Pedro Sánchez- para ilegalizar a la izquierda abertzale?

 

Sin embargo, sí que dijo algo cierto y objeto de reflexión: sin la ley de partidos que permitió ilegalizar Batasuna, la derrota de la banda terrorista habría sido mucho más difícil. No me cabe duda de que esta ley pactada con el PSOE bajo el mandato de Zapatero fue un acierto de la democracia que marcó un punto de inflexión decisivo para someter a los criminales. Esto me llevó a preguntarme automáticamente si esa ley de partidos de entonces habría sido posible de haberse planteado en la actualidad. ¿Alguien creería viable un pacto del PP con el PSOE- no digamos ya con el actual Pedro Sánchez- para ilegalizar a la izquierda abertzale? Con Podemos en el Parlamento, solo Ciudadanos habría apoyado sin duda dicha ley.

Esta hipótesis no solo la realizo desde mi razonamiento deductivo, sino viendo las reacciones, los posicionamientos y las declaraciones de cada uno respeto al desarme light de la ETA. Digo light porque el arsenal de guerra entregado a las autoridades es bastante exiguo para una banda con tanta historia. Hay quien pudiera pensar que dicha entrega es la real porque los terroristas se habían empequeñecido tanto que solo les quedaba un centenar de pistolas. Admitiré incluso dicha teoría. El problema, por lo tanto, no es la cantidad del desarme terrorista, sino la calidad que algunos nos quieren vender de cara al futuro más inmediato de aquellos que han cometido asesinatos y colaborado con banda armada, presentados como una especie de “víctimas indirectas” de un conflicto donde algunos han puesto los muertos y otros el “sacrificio” de renunciar a sus vidas para quitar las de los demás.

 

Leyendo las declaraciones y artículos de muchos de la “nueva izquierda”, están a un paso de pedir reconocimiento y agradecimiento a la “generosidad” de los criminales por desarmarse y entregar sus metralletas.

 

Leyendo las declaraciones y artículos de muchos de la “nueva izquierda”, están a un paso de pedir reconocimiento y agradecimiento a la “generosidad” de los criminales por desarmarse y entregar sus metralletas. La democracia, y este es el peligro, no puede permitir que lo que no han conseguido los asesinos con décadas de violencia y atentados, lo consigan ahora sus herederos políticos a través del buenismo y la cobardía de cierta izquierda que intenta apartarse del relato duro del PP.

Porque esta es la otra cara: la actitud absolutamente intransigente de parte de la derecha y de muchas víctimas que no aceptan el desarme y la disolución de ETA. No se trata de que no estén dispuestos a medidas de gracia o que exijan que se investiguen los más de 300 crímenes etarras sin resolver, sino que en su discurso dejan casi a la luz la idea de que los terroristas están escenificando un teatro cruel e impostado y que volverán a matar cuando el clima social les sea, como mínimo, indiferente. Tan peligrosa es la foto del PSE actual con Otegui y excluyendo de manera activa al PP, como las soflamas de sectores derechistas advirtiendo de que ETA no va a dejar de existir.

 

El comunicado y las declaraciones de la Comisión Internacional de Verificación son tan infames y tan ofensivas para las víctimas, la democracia española y el estado de derecho.

 

Precisamente, en esta escena del desarme, ha aparecido un grupo que se hace llamar algo así como “artesanos de la paz”, y que ejercen de abogados defensores de la banda terrorista. El comunicado y las declaraciones de la Comisión Internacional de Verificación son tan infames y tan ofensivas para las víctimas, la democracia española y el estado de derecho, que no merece la pena ni reproducir las sandeces injuriosas que argumentan para blanquear el pasado de la actividad terrorista. Más que artesanos de la paz, deberíamos de llamarlos artesanos de la infamia. Eso sí, no artesanos altruistas, porque en esto de la “paz y el diálogo” también hay una oportunidad de negocio. Y la empresa siempre debe hablar a favor del que paga.

Por si quedaban dudas, ya ha tomado la palabra Otegui para exigir que vuelvan todos los presos al País Vasco y que se marchen la Policía Nacional y la Guardia Civil. La estrategia está clara: frente a la derrota del terrorismo gracias a la actuación policial, a la cooperación internacional y la firmeza política, ahora van a pretender convencer a gran parte de la sociedad vasca y española de que el desarme demuestra la magnificencia de los terroristas y que solo “los enemigos de la paz” pueden presentar objeciones.

 

Por si quedaban dudas, ya ha tomado la palabra Otegui para exigir que vuelvan todos los presos al País Vasco y que se marchen la Policía Nacional y la Guardia Civil.

 

Se abre, en definitiva, un nuevo frente delicado con la desaparición escenificada de la ETA. Esta vez los Otegui y demás batasunos no estarán solos en su discurso, porque cuentan con la cercanía-por decirlo suavemente- de importantes sectores de Podemos, empezando por Pablo Iglesias. Sería preocupante que por cuestiones de complejos o cálculo electoral mal entendido, el socialismo no tuviese una posición clara y firme sobre el lugar que el terrorismo etarra y sus cómplices deben ocupar en la historia y en la memoria de los españoles.

 

*Marcial Vázquez es Politólogo.

@marcial_enacion