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Asesores, entre el tópico y el ridículo

Todos han entrado en un juego que creen rentable a corto y medio plazo.

En estos tiempos en los que el análisis pormenorizado y tranquilo de los hechos, el razonamiento argumentado y el diálogo serio y sosegado está siendo sustituído por la inmediatez de la cascada mediática que nos bombardea incesantemente, no hay político que se precie que no haya contratado, a veces con sueldos millonarios, a una consultora de comunicación o a un asesor aulico que dirija sus campañas. La capacidad de un liderazgo es inversamente proporcional al número de asesores que éste necesita. Los asesores políticos (Pedro Arriola ha sido posiblemente el consejero de Rajoy más conocido en los últimos años) se han convertido en una especie de ente en la sombra que maneja los hilos de la imagen del líder y se convierte en algo imprescindible para afrontar una elecciones o para encumbrar a un personaje que, dada su absoluta incapacidad intelectual, necesita de un equipo que le “venda” lo mejor posible el producto al electorado.

 

La capacidad de un liderazgo es inversamente proporcional al número de asesores que éste necesita.

 

Y como ultimamente andamos bastante escasos de líderes carismáticos, se ha producido una verdadera inflación de asesores que son quienes se encargan de elaborar los discursos, llenar las redes sociales de fotos e inventar la frase que quede grabada en el inconsciente colectivo de un personal cada día más manipulable. La sociedad actual no funciona por argumentos razonados y profundos sino por flashes simples que lleguen al máximo posible de personas, cuanto más incultas mejor, y produzcan el efecto deseado. Una imagen vale más que mil palabras, dicen. Y no les falta razón. Una fotografía escogida, un twit de pocos caracteres, una consigna bien formulada y lanzada en tiempo y forma en el marasmo de las redes sociales, puede provocar todo un magno movimiento ciudadano de apoyo o rechazo a cualquier causa.

 

Los maestros de esta nueva forma de comunicación de masas de asesores y consejeros han sido y son los muchachos de Podemos y sus confluencias. Desde su nacimiento hace algo más de un lustro, crearon sus gabinetes de expertos en “vender motos” no solo a través de internet sino también aprovechando la cuota de pantalla que les ofrecían algunas cadenas amigas o enemigas para conseguir audiencia. Raro era el día en el que Iglesias, Errejón. Monedero, Montero, Bescansa o Echenique no aparecía en tertulias epatando y sorprendiendo con sus consignas al personal y al resto de intervinientes y logrando con ello unas cuotas de pantalla y un relanzamiento de imagen sin precedentes en el panorama político. Sus tesis, basadas en la consigna de Goebbels de que “una mentira repetida miles de veces se convierte en verdad” he tenido un éxito tan considerable que ha sido imitada hasta la saciedad por el resto de las fuerzas políticas.

 

La sociedad actual no funciona por argumentos razonados y profundos sino por flashes simples que lleguen al máximo posible de personas, cuanto más incultas mejor, y produzcan el efecto deseado.

 

No hay que buscar demasiado para encontrarnos ejemplos tácitos, sobre todo cuando no hay fondo y se trata de vender humo. Las fotografías de Pedro Sánchez en plan Kennedy en el avión con sus gafas de sol, las de la niña ocupando el sillón presidencial en La Moncloa, las de la donación de sangre , la de la vicepresidenta jugando con el tricornio de la Guardia Civil o posando con el secretario de Estado del Vaticano son fruto, no de ideas geniales del presidente o de Carmen Calvo (que, visto lo visto en estos cuatro meses de gobierno, no parece que tengan muchas) sino de su costoso Gabinete de asesores de imagen. Y, seamos justos, a Casado, a Rivera, a Iglesias, a Puigdemont o a Torra les ocurre algo similar. Todos han entrado en un juego que creen rentable a corto y medio plazo. Ocurre, sin embargo, que en muchas ocasiones estas campañas de imagen propuestas por los asesores son tan ridículas que se les vuelven en contra y ponen de manifiesto que estos políticos vacuos e inanes, incultos y analfabetos son víctimas, como nuestros electrodomésticos caseros, de una “obsolecencia programada” cada día más corta.

 

Ahora que estamos a la vuelta de la esquina de las elecciones andaluzas para las que sólo queda un mes escaso, se están dando en nuestra tierra una inflación de imágenes políticas que, como poco, producen vergüenza ajena. El colmo de los despropósitos lo ha protagonizado en Andalucía el candidato del PP a la Prsidencia de la Junta, Juanma Moreno, dicen que asesorado por un jóven catalán que ha incorporado a su equipo de campaña. Se nota la bisoñez del personaje y su dependencia de las grandes firmas barcelonesas de publicidad de las que es heredero. La idea es buscar la imagen más impactante y en ello está. Juanma Moreno y su equipo posando ante la fachada del puticlub Don Angelo donde los directivos de la IDEA se gastaron un pastón, Juanma Moreno imitando a Felipe González y el clan de la tortilla en la foto de Manolo del Valle en los pinares de la Puebla…solo fata que saquen a Juanma Moreno y a su equipo vestidos de mantilla en el Puente de Triana remedando a la diosa del Tardón, Susana Díaz. Habrase visto mayor desfachatez. ¡¡¡Por Dios, Juanma, controla a tus asesores o no les hagas caso, que por este camino acaban hundiendote la campaña antes de que comience!!!

 

El colmo de los despropósitos lo ha protagonizado en Andalucía el candidato del PP a la Prsidencia de la Junta, Juanma Moreno, dicen que asesorado por un jóven catalán que ha incorporado a su equipo de campaña.

 

Y para acabar, algo que, como andaluz, lleva rondándome la cabeza desde hace unas semanas. Estoy hasta la coronilla del victimismo. Cada vez que algún político de más allá de Despeñaperros dice una boutade sobre esta tierra, ya sea sobre la Educación, sobre el trabajo o sobre el PER, nos rasgamos las vestiduras. Quizás fallen las formas, pero, en el fondo llevan algo de razón. Los niños andaluces no son menos inteligentes que los castellanos, pero nuestra Educación, sí que es peor; los andaluces no somos los más corruptos, pero nuestra administración sí lo es; no somos un pueblo cautivo, pero llevamos cuarenta años manteniendo al mismo partido en el Gobierno…Tendríamos que indignarnos no por las pamplinas que dicen los Pujol, Mas, García Tejerina o Verstrynge, sino por la penosa situación a la que está abocada nuestra comunidad y los años que llevamos de retraso por obra y gracia de un Gobierno hegemónico que es respaldado una y otra vez por nuestros votos. Así que ¡menos lobos, Caperucita roja!