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Augurios dudosos

Es inédito en la historia de España que, en solo cuatro semanas, se vayan a producir todas las elecciones imaginables.

 

Antaño llamados hechiceros, zahoríes o sacamuelas, los expertos demoscópicos de hoy predicen que las generales del 28-A van a ser confusas. Lo más cierto es que el próximo viernes, 12 de abril, comenzará la campaña oficial. Esa del pegado de carteles y demás pasteleada tonalidad de una feria de la cacharrería. Porque las alharacas ya comenzaron el 1 de junio de 2018, cuando una inédita moción de censura arrancó las riendas del machito de las manos de don Mariano, y colocó a don Pedro a los mandos del Falcon.

Es inédito en la historia de España que, en solo cuatro semanas, se vayan a producir todas las elecciones imaginables: generales, autonómicas, municipales y europeas. Además, en el marco de una creciente orgía de crispación, cruce de insultos y ordinarieces sin cuento. Qué bienaventurado país éste, que lo mismo es capaz de sufrir cuarenta años de sequía electoral, que casi perecer ahogado en un diluvio de papeletas.

Será asimismo novedoso que cinco partidos de ámbito nacional (VOX, PP, C’s, Sanchismo y P’s) cubran escaños en el congreso de los diputados. A los que se añadirán los representantes de una variopinta pléyade de partidos periféricos o marginales que, en una democracia no fuera tan perpleja como la nuestra, carecerían de representación en la cámara baja nacional. Y el votante―esclavo del momento electoral que vive―, infiere que tan amplio fraccionamiento es consecuencia de un régimen electoral muy imperfecto, que desequilibra caprichosamente la representatividad relativa de los parlamentarios.

También será la primera vez que la derecha española se presente en dos grandes grupos políticos diferenciados: PP y VOX. Un tirar de la manta que debería servir para cuantificar el peso político de la derecha más radical que, hasta ahora, se cobijaba bajo la frazada del PP.  Bien que tal división aminorará el número de escaños que hubieran obtenido de ir juntos esos dos partidos.

Causa también expectación que esta vez se ronde la decena de candidatos al parlamento español con historial de militar profesional, y con posibilidades de ser elegidos. Es de desear que los muros del “local” (Pavía dixit), en la Carrera de San Jerónimo, no se resquebrajen ante tanta osadía. Claro que tales candidatos, en su caso, ya no podrán volver al servicio activo, por haberse “contaminado”. Normal. Hernán Cortés ―seguramente el hombre más grande de su época―,también tuvo que quemar sus naves en la búsqueda de los más altos fines. Claro que uno ingenuamente se pregunta por qué tal restricción no es aplicable igualmente a jueces, diplomáticos y policías nacionales.

Al complaciente “diálogo” del sanchismo (otrora llamado PSOE) con los separatistas catalanes, se suma ahora el creciente clima de “entendimiento” con el separatismo vasco y los filoetarras. Al amparo de la disposición transitoria cuarta de la Constitución, se apunta así hacia la anexión de Navarra al País Vasco, objetivo intermedio para la autodeterminación. Qué perversa puntada dieron los constituyentes con tal disposición: lo que por nombre y naturaleza era transitorio, se ha convertido en permanente.

Con cuánta demagogia se está pontificando ahora sobre los “estrechos vínculos de Navarra y el País Vasco”. Como si los vínculos de ambas comunidades con el resto de España no fueran infinitamente más estrechos, fuertes y longevos. La deriva hacia la unificación de las cuatro haciendas forales (Álava, Guipúzcoa, Vizcaya y Navarra), o la llamada “Ley de atención a las víctimas de abusos policiales”, recientemente aprobada en el parlamento de Vitoria, al alimón del sanchismo y los nacionalistas, no son buenos augurios. Es imposible ignorar que la democracia perpleja ―o democracia a la española―, se acerca más al precipicio. Un rumbo inquietante que es imposible ignorar. Los votantes tienen la palabra.