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Babeando ante el dinero y el poder de los políticos

Asistí hace días a un acto presidido por Susana Díaz, que acudió en compañía de otros consejeros y autoridades.

Asistí hace días, en Sevilla, a un acto presidido por Susana Díaz, que acudió en compañía de otros consejeros y autoridades. Contemplé a tantos pelotas y aduladores, había allí tal concentración de baba y sometimiento en el ambiente, que abandoné pronto el acto y decidí escribir este artículo para condenar la cobarde sumisión de muchos ciudadanos, instituciones y empresas ante un poder político que en democracia necesita ser más vigilado y criticado que adulado, sobado y lamido.
El sistema lo corrompe todo. La política está contaminando a la sociedad, a los ciudadanos, instituciones y recursos. España es ya un mar de lodo.
El caso del Máster de Cristina Cifuentes nos ha hecho ver que también los rectores de las universidades españolas babean detrás de los políticos, para que les den dinero. Sabíamos que lo hacían los aspirantes a políticos, que quieren hacer carrera en los partidos, los empresarios, que quieren subvenciones y dinero fácil, los corruptos, que quieren parte de la tarta saqueada a España, y los cientos de miles de «yonkis» de las subvenciones y las ayudas que existen en España, pero no sabíamos que muchas universidades también formaran parte de la cofradía de la bajeza.

Uno de ellos decía: «tengo que hablar como sea con fulano (un consejero de la Junta de Andalucía) porque nos tienen que dar el contrato. Nos jugamos el pellejo y nos hundimos si no lo ganamos».

Cerca de mi hablaban tres empresarios. Uno de ellos decía: «tengo que hablar como sea con fulano (un consejero de la Junta de Andalucía) porque nos tienen que dar el contrato. Nos jugamos el pellejo y nos hundimos si no lo ganamos». Era triste escuchar aquello, reflejo de una sociedad contaminada. 

Sabíamos de la corrupción interna en las aulas y departamentos universitarios, donde se practica el nepotismo y el abuso de poder para ocupar puestos docentes y se regalan títulos de carreras, másters y doctorados a los amigos, pero creíamos que eran excepciones raras y que los rectorados y la política oficial universitaria seguían siendo libres y dignas.
Pero estábamos equivocados porque ahora descubrimos que muchos rectores forman parte de la cofradía de la baba, esa que olvida la dignidad y dobla la espalda ante los políticos para conseguir privilegios y dinero. La política universitaria, como muchas otras en España, está diseñada para que tenga que someterse al poder político, si quiere recibir dinero público para sobrevivir.
Esa baba no sólo degrada la vida política y la democracia, sino también la economía».

El espectáculo de la baba es repugnante. Basta acudir a un destacado acto institucional del Estado, a foro donde un político importante pronuncia una conferencia o a un cóctel presidido por un presidente autonómico o un ministro para contemplar el espectáculo vergonzoso de los que aplauden sin cesar, hacen cola para saludar y doblan la espalda ante algunos tipejos que, aunque sean poderosos, no son importantes ni merecen respeto porque, por sus actos y su escasa ética, hasta merecen sentarse en el banquillo de los acusados.

Muchos concursos, contratos y subvenciones se obtienen en España no por poseer más músculo, méritos o posibilidades que otras empresas, sino por la capacidad de derramar baba en torno al político o funcionario con poder para otorgarlos. Esa baba no sólo degrada la vida política y la democracia, sino también la economía, ya que muchos ciudadanos, empresas e instituciones que viven de las poderosas administraciones públicas se empeñan más en hacer regalos, ofrecer comisiones y exhibir sometimiento que en ser eficientes y competitivos.

La dignidad en España es tanto más escasa cuanto más se sube en la escala social. Hay más esclavitud, cobardía, y baba en los actos oficiales que en los actos populares. En ningún lugar la baba sometida es tan repugnante como en los palacios y espacios del poder.

Andalucía es un observatorio privilegiado para contemplar y analizar la sociedad española infectada por la baba. No hay en toda Europa otro gobierno tan intervencionista y poderoso como el andaluz, del que depende casi la mitad de la economía andaluza, artífice de una red clientelar tan densa que lo abarca todo. Es cierto que la baba es una sustancia abundante en todas las esferas del poder español, desde los partidos políticos a la economía, la cultura, la ciencia, el deporte y otros ámbitos, pero en Andalucía es especialmente densa y viscosa. Son demasiados los que se inclinan ante políticos y funcionarios que tienen poder para otorgar subvenciones y contratos, incluso ante alcaldes y concejales que controlan peonadas y puestos de trabajo en los pueblos.

Cuando el gobierno se inclina y sirve al ciudadano, hay democracia, pero cuando es el ciudadano el que teme y se inclina ante el político, existe tiranía.

El de Andalucía es un festival espléndido de baba, justo lo contrario de lo que exige y proclama la democracia, que es un sistema creado para que ciudadanos libres, cumplidores y dignos vigilen y controlen a los poderosos para evitar que se desmadren y corrompan.

Cuando el gobierno se inclina y sirve al ciudadano, hay democracia, pero cuando es el ciudadano el que teme y se inclina ante el político, existe tiranía.

Por desgracia, hay demasiados observatorios privilegiados para contemplar la baba de los pelotas, los esclavos, los chivatos y los miserables también en Cataluña, Valencia, Madrid, Galicia y en todos los espacios del poder en esta España tan lejana de la dignidad de la democracia auténtica.

Una vez conocí a un empresario andaluz que se vanagloriaba de conseguir más contratos públicos que nadie. Estábamos en un cóctel, en el Alcázar de Sevilla. En un momento, el sagaz empresario divisó a un consejero del gobierno andaluz, se acercó al político y realizó ante todos una especie de pirueta, con inclinación exagerada y sumisa, parecida a las genuflexiones que exigía el Rey Sol en Versalles, completamente ridícula y despreciable en nuestros tiempos. Aquel baboso superó, sin saberlo, a los esclavos del rey persa Jerges y a los pobres campesinos egipcios ante el Faraón.

Dios mio, ayudanos a cambiar esta España, repugnante imperio moderno de la baba.