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Bajo el amparo de una justicia cordial…

Solo se logra la ejecución de una justicia cordial, cuando esta surge de una razón cordial o compasiva.

 

La justicia cordial, como objeto de estudio de la filósofa valenciana Adela Cortina, plantea que esta, es el núcleo de la moral, la política y la economía, siendo todos estos saberes, los que buscan orientar el accionar humano en el diario vivir.

Sin embargo, solo se logra la ejecución de una justicia cordial, cuando esta surge de una razón cordial o compasiva, nos dice la filósofa, donde verdaderamente se pueda mostrar indignación frente a la injusticia y además, la persona logre conmoverse y generar ante el sufrimiento ajeno, empatía.

Así los dos estadios anteriores, son los pilares fundamentales para la constitución de sociedades cordialmente justas, desde una ética cívica, producto del estudio en torno a la ética de una razón cordial.

Además son fundamentales las éticas aplicadas y las éticas ciudadanas, al pertenecer ambas al ámbito de la reflexión; siendo estas ramas de la filosofía corresponsables en la constitución de una democracia más comunicativa en torno a los derechos humanos, donde prime el respeto hacia los animales y nuestro entorno, al consolidar nuevos horizontes de socialización.

Lo anterior, nos encamina hacia una justicia mundial, donde reconozcamos a nuestros interlocutores más allá, percibiéndolos en el sentido estricto como razón encarnada y humana; debido a que todos representamos un fin en sí mismo y no solamente un medio, como lo argumentaba el filósofo alemán Immanuel Kant desde su imperativo categórico.

De esa forma el diálogo asertivo, irrumpe en que los valores logren generar un juicio a través de las virtudes, mismas que fundamentan las propias capacidades del corazón, como nos dice Adela, pero desde una antropología del valor; la cual a su vez debería complementarse, con la antropología del conocimiento, donde una se encargaría de los juicios de lo justo y la otra de los juicios de lo verdadero.

Es importante destacar, dentro de este planteamiento que en el mundo de la moral, siempre se separan las normas de los valores, presentándose estas como universales, mientras que los valores son vistos como subjetivos, cuando en realidad estos son ante todo relacionales, no relativos a los sujetos según la ética de los valores de Max Scheler.

Dentro de una ética de la razón cordial, también se estipula como postulado que si no poseemos la capacidad para estimar el valor de la justicia, tampoco podremos reconocer, cuando una norma es injusta, debido a que careceríamos de la capacidad para considerar a los demás interlocutores como valiosos, al igual que a nosotros mismos, mostrándonos incompetentes para el ejercicio de la vida moral, donde la ejecución de la razón práctica, no tendría ningún motivo de ser.

De esta forma, las normas que constituyen el marco donde se fundamenta la sociedad, carecen de sentido, sin el presupuesto de la reflexión, la cual surge entre determinados interlocutores, frente a la posibilidad de formarnos juicios, sobre lo que se entiende como justo o injusto, satisfaciendo intereses universales en lugar de particulares o meramente egoístas.

Por tanto, es necesario palpar la injusticia para así poder rechazarla, anteponiendo el interés universal sobre el egoísta; ya que si no se siente o percibe vergüenza ante un hecho incorrecto, entonces como se podría rechazar este, siendo necesario dentro del proceso de comunicación, el ser compasivo y justo con las víctimas como condición.

Cortina, nos hace cuestionarnos frente al ideal de justicia en el sentido de que esta, siempre busca el reconocimiento de la dignidad universal de todo ser humano, donde una ética cívica es fundamental, dentro del desarrollo de una sociedad moralmente pluralista.

También nos hace reflexionar, ante una ética de máximos y mínimos que constituyen el engranaje y articulación de lo que conocemos como justicia en una sociedad democrática, fundamentada no solo en el equilibrio reflexivo, sino también en la pragmática transcendental. 

Así, las éticas máximas de la vida buena con su diversidad de matices, tanto religiosos como seculares, forman parte de las diferentes tradiciones histórico-sociales; las cuales buscan modular los principios éticos fundamentales en cada ámbito social, posibilitando una ética cívica transnacional que logre convertirse en una ética de la justicia global en pro de una ciudadanía justa y más activa.

Porque el desarrollo de una democracia razonada y deliberativa, posibilita mejores caminos de comunicación, donde no se manipule a las personas a través del discurso, abriendo nuevos horizontes para que se explaye una ética y justicia global, misma que nos permita visibilizar la diversidad cultural de la cual todos formamos parte.

Lo anterior, según lo estipula la Declaración Universal de los Derechos Humanos, donde se dignifica a la persona humana, mediante una ética cívica transnacional que por lo visto se desprende de la misma ética de la razón cordial.