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Barcos de Sangre

No vale militar contra los que defendían el “modo de vida americano” y luego decir que “mis seis mil trabajadores de Navantia” tienen que comer fabricando barcos sin honra.

“España prefiere honra sin barcos, que barcos sin honra…”

 

El dicho es antiguo e inequívocamente español. Y probablemente se pronunció o escribió e un contexto completamente diferente al que quiero utilizar. Pero me sirve. Lo veremos más adelante, y les ruego que sigan conmigo.

 

De barcos va esto. De barcos de guerra. Barcos construidos en astilleros españoles. Lo poco que nos va quedando en el sector.

 

Navantia, ¿les suena? Porque para varios miles de familias del depauperado tejido económico de la Bahía de Cádiz el nombre es una especie de salvavidas. Una patera económica, en el mundo en el que vivimos.

Asunto de primera plana en ElDiario. Exégesis resumida, para los que no lo sepan: nuestro país es una potencia – en términos relativos – en la fabricación y venta de armamento convencional. Desde fusiles de asalto a barcos de guerra, pasando por bombas. Todo lo que sea preciso, pero que se utilice bien lejos de nuestras fronteras, claro está. Porque la sangre da horror: se apaga el telediario o se desconecta internet.

El comercio internacional de armas es un negocio de aúpa, oigan. Hace tiempo vi una peli regular, pero instructiva al respecto: “El Señor de la Guerra”, protagonizada por Nicholas Cage. En esencia, no se lo tienen que imaginar, porque es real: una buena familia española mantiene su vida con un trabajo respetable en una fábrica… de artilugios de guerra que se embalan y se embarcan para alimentar un conflicto a distancia. Un fusil de asalto que termina en manos de un niño soldado, reclutado a la fuerza. Para segar la vida de dos o diez niños como él, antes de caer abatido. Las corbetas de Navantia forman parte de lo mismo.

 

Comprendo el drama expresado por José María González, Kichi, alcalde actual de Cádiz, una de las ciudades con más desempleo crónico del país.

 

Él sabe de desahucios, de padres de familia suplicando de rodillas por un puesto de trabajo en el pleno del Ayuntamiento. Él sabe de la Andalucía real, no de la pregonada por los medios comprados por Susana. Su corazón está roto ante lo que ve, y el imposible dilema: “fabricar armas, o comer”. Dicho en una costa a la que llegan, desesperados, los que llenan la cazuela con dificultad. En buena medida, por las guerras alimentadas por el armamento que les vendemos. Lo que leen.

Y lo comprendo bien porque, en el caso del que les escribe, no se trata de un intelectual de salón, pontificando acerca de esto o de lo otro. Contacto a diario con la gente por las vicisitudes de mi profesión, y se me echan a llorar las personas ante los despidos y los desempleos prolongados. Veo y oigo a la Andalucía real, y no a la que “mejora todos los días” en los medios que rinden pleitesía a la Sultana, y más ahora que está en campaña electoral. Por ello, mi pensamiento y mis palabras son próximos a la situación de los seis mil trabajadores de Navantia, ligados en la actualidad a la industria de la muerte – si no se consigue una reorientación -.

Porque de ello se trata, no podemos olvidarlo. Mi actividad profesional me permite contactar a veces con personas huidas de zonas en guerra. Algo escribí acerca del tema, recientemente. Son conflictos que alimentamos con desequilibrios económicos, bien de modo directo, bien a través de compañías interpuestas que manejan a los caciques locales.

 

Y luego realimentamos estos conflictos con la venta de armamento, escudándonos en que “si no lo hacemos nosotros, lo harán otros”. En ese sentido, prefiero que lo hagan otros, la verdad.

 

Si no pueden contactar con los migrantes procedentes de zonas en guerra o violencia endémica, les propongo seguir un blog de internacional de cierta sensibilidad, o una cadena televisiva internacional que se ocupe de estas cosas. Suelo ver Al-Jazeera por ciertas referencias que me la hacen creíble:

Su tónica ha llegado a molestar en repetidas ocasiones al gobierno estadounidense, que al menos en una ocasión ha pedido al gobierno de Catar tomar cartas en el asunto, pero en vano. […] Además, la monarquía saudí recibe frecuentes críticas de Al Jazeera, lo que hace que esta cadena de televisión no sea vista con buenos ojos por ésta. Por su carácter independiente, Al Jazeera últimamente recibió numerosas críticas durante las protestas en el mundo árabe, por transmitir sin censura todo lo que pasaba.”

Por ellos, voy siguiendo lo del Yemen. Los ataques de Arabia Saudí, vaya. 130 muertos diarios. Dos tercios de las muertes civiles atribuibles a los ataques aéreos de la coalición en la que participan los saudíes. Nuestros clientes en lo de las corbetas de Navantia. Como ellos, hay otros muchos regímenes o tiranuelos. Gente sin escrúpulos o consideraciones, promoviendo guerras de alta o baja intensidad por todo el mundo. Generando la “merienda de negros”de las que les escribía el otro día. Gente para la que fabricamos todo tipo de armamento. Casa mal, matarles en casa, y luego promover aquí la “Sanidad Universal”, de la que hablo hoy, reventando un Sistema de Salud exhausto y caótico.

 

No vale, Kichi. Lo siento, y te entiendo humanamente. No vale, Susana. En mi juventud, la izquierda hacía propuestas universales.

 

No vale militar contra los que defendían el “modo de vida americano” arrojando napalm sobre Vietnam, y luego decir que “mis seis mil trabajadores de Navantia” tienen que comer fabricando barcos sin honra para un régimen feudal asesino que decapita ciudadanos todas las semanas. Aun comprendiendo humanamente a los trabajadores y sus familias. Aun comprendiendo la desesperación social y económica de Cádiz y de toda Andalucía.