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Barones por la libertad de expresión

Javier_Menezo
Javier Menezo*

Decía Hegel que el búho de Minerva, el símbolo de la sabiduría y sobre todo del poder, sólo emprende el vuelo con la llegada del ocaso. En lo que a liderazgos en el PSOE se refiere ese ocaso parece llegado y el búho levantado el vuelo, aunque tiene más posibilidades de caer extenuado al suelo que encontrar una mano en la que posarse. La torpe actuación de los dirigentes socialistas demuestra que la sabiduría les ha abandonado y en cuanto al poder se lo arrancan a girones los unos a los otros, debilitándose todos. Pero en este juego del todos pierden lo barones, resultando con mucho los menos sabios cumpliendo fielmente el aforismo de que los dioses ciegan a quienes quieren.
Vean, si no, la última. Guillermo Fernández Vara, Presidente de la Junta de Extremadura y Secretario General del PSOE en su Comunidad, es una persona que gusta de dar opiniones. Y respecto a la formación del Gobierno y el papel del PSOE en ello las reparte con fruición. Es un barón, en su trabajo va crear opinión. Y por eso, porque le va en el sueldo, se entiende poco que el Señor Fernández Vara tenga la piel tan fina ante descalificaciones recibidas en Twitter.

Quien lo iba a pensar, en twitter, red conocida por su carácter de templo de buenos modales. Lo ha tenido que pasar mal, sin duda, dada la ola de solidaridad desatada entre sus iguales, barones de ayer y de hoy, que han mostrado su cariño por él y defendido “el respeto a la expresión libre de nuestras ideas” por usar las palabras del tuit de Dª Susana Díaz.

 

No nos engañemos, los barones no reclaman su derecho a la libertad de expresión. Lo han tenido siempre, lo han usado y lo han monopolizado. Lo que exigen es conservar su privilegio a no ser interpelados, respondidos o criticados.

Descubrir que quieren decir con ese posesivo, nuestras ideas, no es tarea fácil. ¿Se referirán a la de la nobleza socialista o la del conjunto de sus militantes, simpatizantes y votantes? En el fondo da igual porque han entornado una puerta que ya será difícil de cerrar. Hasta ayer, la reacción ante cualquier manifestación de opinión crítica recibía por parte de los subalternos del poder interno la misma respuesta: hay que hablar cuando toque y en los órganos internos. Digo bien, los subalternos, meritorios dispuestos siempre a leer la mente del líder e intentar agradarle, porque este, en sí, no se tomaría esa molestia. La indiferencia es el látigo con el que se fustiga desde la cumbre. Cuando toque y jamás eran lo mismo, seamos serios, porque, aunque ahora veamos a los barones convertidos en abanderados de la libertad de expresión lo cierto es que en un partido político no se llega y se mantiene en la cúspide animando a la fraternal expresión de ideas disidentes. Se consigue siendo lobos y la doble fila de dientes de los lobos indica que no se alimentan solo de sueños.
Así que ahí tenemos a los perplejos barones. Su llamada a la libertad de expresión entendida como oportunidad para evaluar sus opiniones, debilitándose un poco más justo cuando su verdadera intención era cerrar filas contra su enemigo común, Pedro Sánchez, quien golpe tras golpe se mantiene en pie como uno de esos boxeadores que acaban ganando simplemente resistiendo la paliza en medio de la lona. Están sorprendidos porque no han entendido nada, los nuevos tiempos que se abren e todos los niveles de la sociedad española les pillan descolocados. Se han relacionado tanto entre ellos y sus fieles que no vieron venir el cambio de mentalidad en la sociedad, lo despreciaron después y aún creen ser capaces de controlarlo.
Susana Díaz ha intentado reaccionar, pero tarde. Su siguiente frase, la de que solo hablará en los órganos internos, como intentando reconducir la situación ha sido recibida con poco más que un gesto de hombros. Un tú haz lo que quieras impensable no hace mucho. Se ha dejado demasiados pelos en la gatera. No nos engañemos, los barones no reclaman su derecho a la libertad de expresión. Lo han tenido siempre, lo han usado y lo han monopolizado. Lo que exigen es conservar su privilegio a no ser interpelados, respondidos o criticados.

Piensen en el PSOE de los barones, una nobleza establecida según las antiguas reglas, y unas bases, el pueblo puro que ha elegido un líder que no forma parte de las élites. Ese es el gran acierto interno de Pedro Sánchez.

Esas reacciones, ya les digo, demuestra que no comprenden lo que pasa ni en el mundo, ni en España ni en su partido. Si lo entendieran su primera actuación serían lograr que no se les llamase barones. Aún creen que la palabra refleja su status, el poder, la influencia, su carácter de élites del partido. Y esto último es verdad, esa palabra se identifica con élites, pero el concepto que ha trasmutado hasta convertirse en peyorativo y cuando una ola de antielitismo recorre nuestras sociedades lo peor que puedes hacer es parecerlo. Dirán que atacar a las élites es populismo. Lo es, pero no lo desdeñen. Se trata de un fenómeno complejo y con muchos efectos negativos, pero tiene un importante papel como agente igualitario y ha llegado para influir en todo el cuerpo social. El populismo tiene una ideología central sencilla: la sociedad está separada en dos grupos homogéneos y antagonistas, el pueblo puro y las elites corruptas. A partir de ahí y precisamente por su sencillez puede combinarse con otras ideologías a derecha e izquierda. Esa simplicidad le permite extenderse a cualquier ámbito. Piensen en el PSOE de los barones, una nobleza establecida según las antiguas reglas, y unas bases, el pueblo puro que ha elegido un líder que no forma parte de las élites. Ese es el gran acierto interno de Pedro Sánchez, conseguir ser visto como el líder de las bases que le eligieron frente a unos barones empeñados en apartarle para volver y restaurar el orden, que no es otra cosa que acaparar el poder interno para repartirse el poco externo que va quedando.

¿Qué piensan electores y votantes socialistas? Que todo lo que se está viviendo no es más que el intento de las élites, los barones, por restaurar su poder contra el nuevo dirigente.

No queda ya ningún orden que restaurar, quizás crear uno nuevo. Una sociedad que ha visto destruirse el 20% de los empleos, que desayuna con noticias de corrupciones y de privilegios continuos que enredan a una clase política, la “elite”, que se ha mantenido al margen del sufrimiento de “la gente”, ve que el entramado institucional falla por la avaricia de las élites y se dirige contra ellas en cualquier ámbito. No tener gobierno es sólo una manifestación más de ese fallo. Y ¿qué piensan electores y votantes socialistas? Que todo lo que se está viviendo no es más que el intento de las élites, los barones, por restaurar su poder contra el nuevo dirigente. En la pelea se están debilitando todos. Si lo mejor para el país y para el PSOE era la abstención de unos cuantos diputados a cambio de unas reformas claras, entre las que podría incluirse activar el artículo 168 de la Constitución tras lo cual convocar nuevas elecciones en 2018, debieron haberlo dicho hace muchos meses. Ya nadie les cree y han perdido su derecho a ser escuchados. Lo malo es que en este debilitarse todos, descartados los que están y los que fracasaron en anteriores intentos de ser Secretario General, el PSOE se dirige como barco sin timonel hacia las rocas. Enfrentados entre sí sus dirigentes, con los barones lanzando dardos que les hieren más a ellos que a su archienemigo de Ferraz, van apartando cada día al PSOE de la posibilidad de gobernar, hasta el extremo de olvidar el principal argumento con el que callaban disidencias, el patriotismo de partido por las elecciones. Lo son en Euskadi y Galicia, pero a estas alturas, les da igual. Ahí siguen todos, peleándose sin pudor alguno. Queda bien poco para que el PSOE sea exclusivamente un partido de cargos públicos y aspirantes a serlo porque habrán hartado a todos los demás militantes.

 

 

*Javier Menezo es Letrado del SEPE (INEM)