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Billy el  Niño (II)

Igual pensaron en dejarlo allí y mientras seguía torturado que yo lo custodiara. Al ver aquello le dije que así no me hacía cargo del detenido.

 

Ocurrió el 7 de marzo de 1980 en la Puerta del Sol. Párrafo de un libro sobre mis 40 años en la Policía. “La tarde de mi primer día de servicio me ordenaron subir a un grupo de judicial de Madrid a custodiar a un detenido, un atracador por lo que supe después. Al abrir la puerta encontré a varios inspectores, radio con música muy alta y una persona sentada en una silla, atada, envuelta en mantas, rodeada por varias estufas de las conocidas como catalíticas con todas sus pantallas de calor encendidas, con un casco de moto y después supe que la guía telefónica que tenía uno de los inspectores en la mano era para golpearlo en la cabeza, que por lo visto era una técnica habitual de interrogatorio en algunos grupos. Uno de ellos me señaló una silla al lado de la puerta como indicación de que me sentara; pensarían darse un descanso, ir a tomar café o cualquier otra cosa en la que tardarían poco tiempo y ahorraban el trámite de papeles para bajarlo al calabozo y volverlo a subir. Para bajarlo debían quitarle el casco, apagar y separar las estufas, quitarle las cuerdas, las mantas y soltarlo de sus ataduras a la silla, rellenar y entregarme el volante de ingreso y si volvían en media hora, realizar el proceso inverso. Igual pensaron en dejarlo allí y mientras seguía torturado que yo lo custodiara. Al ver aquello le dije que así no me hacía cargo del detenido. Como la música alta impedía que me oyeran, uno de ellos se acercó a mí para saber qué decía; se lo repetí, al tiempo que daba un paso atrás para alejarme del ruido y entendernos mejor y entonces, tras un gesto de incredulidad, el inspector reaccionó cerrando la puerta del grupo con violencia, provocando un fuerte portazo que se quedó muy cerca de estamparse en mi cara”.

 

En España se torturó antes, durante y después de la dictadura. “El Nani” desapareció en 1983 estando detenido en ese mismo edificio y nunca apareció. Se conoció una trama de algún joyero y policías corruptos, se publicaron nombres y apellidos en ABC y El País en 1986 y 1988 (tengo esas noticias), denunciando desaparición de mantas de joyas incautadas por la Policía y los entonces inspectores siguieron sus carreras con ascensos y medallas hasta hoy mismo. Después del “caso Nani” la tortura pasó a ser esporádica hasta casi su extinción, con algún caso aislado. Se mantuvo, a juzgar por las sentencias, contra presuntos terroristas. Hay destacados mandos policiales condenados por torturas en democracia que siguieron ascendiendo, fueron condecorados y sobre los que ni Pablo Iglesias, ni Sánchez, ni Zapatero han dicho nada. En el caso de Zapatero tuvo ocho años para tomar decisiones en esta materia y nada hizo.

 

¿A qué se debe la obsesión del vicepresidente Pablo Iglesias contra un policía de la Brigada Político-Social de la dictadura amnistiado? ¿Por qué no persigue con igual saña a los asesinos que siguen sin ser identificados (397 crímenes de ETA sin esclarecer). Un torturador tiene la catadura moral de un terrorista, pederasta, violador o maltratador, todos igualmente miserables.

 

No solo no aplica el mismo criterio sino que vota, con PSOE, contra investigar esos asesinatos sin autor conocido en el parlamento europeo. La ley de Amnistía de 1977 sirvió a terroristas, torturadores, jueces, políticos, empresarios… Hacer normas o aplicar criterios “ad hoc” por venganza personal o abuso del cargo acaba con la democracia y las libertades, y quien lo hace tiene la misma catadura moral que a quien pretende perseguir.