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Bostezos

Clara Guzman
Clara Guzmán

Antes de meterme en harina quiero hacer un aviso a navegantes. A los navegantes de  internet. Sí, a esos que me escriben bajo el anonimato para amenazarme con que me van a rayar el coche. ¿Coche? ¿se refieren a un vehículo de cuatro ruedas? No, aquí hay una confusión. Servidora no tiene coche; servidora es periodista en este joven siglo XXI , el siglo en el  que  desplumaron a los plumillas con la aquiescencia de una sociedad que bosteza, que escribió Machado:

“Nuestro español bosteza/ ¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?/ Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?/ El vacío es más bien en la cabeza”.

Un vacío que va a volver a llenar la calle de periodistas pero no para ejercer su primordial función, la de informar,  sino para que empiecen a dar tumbos de un lado a otro a la espera de que un “bondadoso” empresario les dé trabajo a una miseria la pieza.

La sociedad, sí, esa a la que pertenece usted y a la que pertenezco yo,  tiene otros intereses. Primero y principal que la dejen en paz, que no le compliquen la vida que ya tiene bastante con aguantar a toda esa generación de zangolotinos (en andaluz niñatos) metida en política y que sigue en cartel. Eso y salir a flote para evitar engrosar la millonaria lista de personas que han dejado de pertenecer a la clase media por la dichosa crisis. Esa clase media en la que entraron sus padres allá por los años sesenta del siglo pasado. Sí, cuando el franquismo.

La sociedad, que entonces decían se la adormecía con pan y fútbol, ahora se la  entontece con las nuevas tecnologías. ¿Se han parado a pensar en la cantidad de informaciones sin sustancia que se publican en los diarios, sobre todo en su versión digital; o sea, el futuro inmediato? Diarios que marcaron una época, que fueron la vanguardia del progreso, de las libertades, sí, aunque suene a panfleto; de la cultura, de los avances sociológicos. Diarios que entusiasmaban y que incluso aportaron optimismo a una España gris marengo. Ahora abre usted el digital de cualquiera de ellos, de los que tienen solera, no sólo por su tendencia (las tendencias son las que marcan las empresas periodísticas, no nos equivoquemos; el prestigio lo da su preparada mano de obra), sino por su rigor y credibilidad, las verdaderas bases en las que se sustenta lo que pervive. Bueno,  pues abre usted cualquiera de ellos y se encuentra con la broma de cada día: Tal vídeo sobre la memez de turno arrasa en las redes sociales.

Pero, oiga, ¿en las redes sociales? Pero, ¿no me diga que ahora las redes sociales son el cuarto poder? ¿Quiénes las conforman? ¿Quiénes las dirigen? ¿Quiénes están detrás de ese montaje que se aprovecha de la apatía del español que bosteza?

El caso es acostumbrar al lector, al “internauta”, a una serie de bagatelas que van del rosa al amarillo, pasando por el marrón.

Y sigue la retahíla con el récord de pelotillas que se ha sacado de la nariz un tipo de Macutillo de Abajo, y con la cantidad de flatulencias que ha echado por todos los orificios de su robusto cuerpo un tendero de Michigan. Y así una y otra, porque los vídeos  ya vienen hechos, están en las redes sociales. Lo ha colgado toda esa cantidad de periodistas espontáneos que han salido de debajo de las piedras, saltándose a la torera la intimidad y el pudor del protagonista y de la hipotética audiencia, que suele ser mucha.

Porque quieren ser protagonistas, porque quieren obtener un pulitzer,  su minuto de gloria y todas esas patrañas  del exacerbado egocentrismo que nos rodea; porque si toda esa recua de “periodistas” televisivos lo hace,  ¿por qué no lo va a poder hacer él y  de paso su señora?

El caso es acostumbrar al lector, al “internauta”, a una serie de bagatelas que van del rosa al amarillo, pasando por el marrón. Bagatelas que no necesitan de la formación ni de la preparación ni de la experiencia ni de la brillantez de los profesionales. Bagatelas que llenan la temible pantalla en blanco y siembran oscuridad informativa. Bagatelas que mandan a su casa a profesionales de un oficio que se ha ido muriendo poco a poco. La mayoría de las veces por culpa de los intereses creados y otras, porque en España, como ya apuntaba Machado, bostezar bostezan hasta los periodistas.

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