The news is by your side.

Brexit: el Reino Unido a examen

 

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch*

La reunión del Consejo Europeo (a 27), celebrada en Bruselas, el pasado 29 de abril, no ha sido una más. Era muy conveniente no solo para el análisis conjunto de la situación europea, sino también para ir consolidando las directrices comunes ―las llamadas “líneas rojas”―, para la negociación con el Reino Unido (RU) de las condiciones de su salida de la Unión (Brexit). Tal reunión extraordinaria tuvo, en definitiva, una doble finalidad plenamente lograda. La primera, configurar el objetivo común de un Brexit lógicamente ordenado. Y, la segunda, enviar al RU un inusitadamente sólido mensaje de unidad y fortaleza comunitarias.

El proceso formal de negociación del Brexit comenzó oficialmente el 29 de marzo pasado cuando el gobierno británico, invocando el artículo 50 del Tratado de Lisboa, comunicó oficialmente a la UE su decisión de marcharse. No obstante, tal proceso no entrará realmente en materia hasta después de las elecciones generales en el RU, convocadas para el próximo 8 de junio. Una cita electoral anticipada con la que la “Premier” británica, Theresa May, trata de reforzar su frágil mayoría parlamentaria. Una indicación de que quiere adoptar un compacto orden de combate para afrontar las negociaciones. Anuncia pues, si le sale bien la convocatoria electoral, lo que se llama un “Brexit duro”.

 

Parece obvio que el RU nunca debería estar mejor fuera que dentro de la UE, porque eso supondría una invitación y un incentivo para que otros socios europeos se plantearan también su salida.

 

Nada sorprendente. La insolidaridad y el taponamiento han sido notas características del RU durante los 44 años que este país se ha maridado con los países “continentales” europeos. Y resulta lógico que ese perfil se agudice cuando plantea su divorcio de aquéllos. No nos engañemos, cuando, en el referéndum del 23 de junio de 2016, los británicos optaron por salir de la UE, lo hicieron guiados por la idea de que fuera de la Unión les iría mejor que dentro de ella. Una finalidad crecientemente percibida en almoneda en amplios sectores de la sociedad británica. El cierre de filas de los 27, del que se hablaba anteriormente, está siendo demoledor. Es de esperar que se mantenga a lo largo de todo el proceso de desconexión británica, aunque seguramente la diplomacia de la pérfida Albión tratará de fracturarla a la menor oportunidad.  El lema quizás ya no sea solo un “UK first”, sino el “UK only”. No otra cosa puede inferirse de las declaraciones de la señora May, en reciente entrevista de la BBC,  advirtiendo de su intención de “abandonar las negociaciones en el momento en que las exigencias de Bruselas le resulten inaceptables”.

Parece obvio que el RU nunca debería estar mejor fuera que dentro de la UE, porque eso supondría una invitación y un incentivo para que otros socios europeos se plantearan también su salida. Ese hipotético efecto dominó llevaría a la UE a su desintegración, y a un salto atrás de 100 años en la Historia europea. A un escenario que previsiblemente propiciaría el regreso de la destrucción que asoló al continente europeo en dos guerras mundiales.

 

Y, el tercero es, cómo no, Gibraltar. Porque una de las directrices o líneas rojas confirmadas por el Consejo Europeo es que Gibraltar queda fuera de las negociaciones del Brexit, así como que cualquier arreglo posterior que afecte a la colonia necesitara el VºBº de España.

 

Conforme las negociaciones vayan progresando, se irán evidenciando más intensamente los desafíos que el Brexit supone para el RU, y que no son solo de orden económico, jurídico, comercial, etc. Los mayores riesgos son de orden político superior, que podrían derivar incluso hasta en la implosión del Estado, bien que sea algo que no interese a nadie, ni de dentro ni de fuera de ese país. El lobo de la fractura ha comenzado a enseñar sus orejas como consecuencia directa y exclusiva del Brexit: si el Estado sale de la Unión sale completo; no parece posible tener un pie dentro y el otro fuera, como algunos insolidariamente pretenden.

Tal y como está hoy configurado, el RU podría romperse por tres sitios. Precisamente los que, en el referéndum de junio de 2016, votaron mayoritariamente por permanecer en la UE. Uno es Escocia que reclama un nuevo referéndum para salir del RU, y poder optar a integrarse como estado independiente en la UE. El segundo se refiere a Irlanda del Norte, y tiene mucho que ver con las directrices europeas para la negociación con el RU. Porque el Consejo Europeo, a petición expresa de Irlanda, ha reflejado la constancia de los Acuerdos de Viernes Santo, de abril de 1998, que posibilitaron el fin de la violencia en Irlanda del Norte. En tales acuerdos, entre los gobiernos británico e irlandés, se establece la posibilidad de un plebiscito para la reunificación de Irlanda, si la ciudadanía diera evidencias mayoritarias de querer cambiar el marco legal vigente. Y, el tercero es, cómo no, Gibraltar. Porque una de las directrices o líneas rojas confirmadas por el Consejo Europeo es que Gibraltar queda fuera de las negociaciones del Brexit, así como que cualquier arreglo posterior que afecte a la colonia necesitara el VºBº de España.

El tablero está ya casi preparado. Esperemos que el “juego” no acabe como el rosario de la aurora.

 

*Pedro Pitarch es Teniente General del Ejército (r).

@ppitarchb