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Catalexit duro

Probablemente sea el primero de mi familia que en los últimos diez siglos haya cruzado al sur del Ebro. Pero al sur del Ebro a la altura de Miranda, ojo. Tan arraigados estamos que en la boda de una sobrina en Vitoria -insisto en el sitio, Vitoria, cerca pero aún al norte del Ebro- uno de los invitados llegado de Cantabria sufrió un desvanecimiento por el calor.  Cuando se fue juró no regresar jamás a un clima tan hostil.

 

Lo dicho. No nos hemos movido en generaciones. Si una nación es gente viviendo en el mismo sitio, nosotros somos una nación. De las más antiguas de Europa. Con el distanciamiento que da nuestra imaginada nación de la montaña, observo lo sucesos en esa otra nación, Cataluña, y me pregunto ¿No les iría mejor al resto de las naciones españolas si se produjera una salida de Cataluña en plan brexit duro?

 

El nacionalismo es emoción y las pasiones consiguen que la gente tome decisiones que, objetivamente, le perjudican. Tal vez eso explique el empecinamiento en mantener las fronteras actuales. Dejemos un momento los sentimientos, retiremos las banderas del balcón -si no lo hacemos no va a caber Papa Noel – y analicemos el tema con frialdad.

 

Tras la independencia ¿Es lógico que lo ingresado en Andalucía se tribute en Cataluña? No. Las empresas, por tanto, tendrían que dividirse en una española y otra catalana. Eso como poco.

 

Por desgracia, nos obliga un poco a descuidar a la mayoría no independentista que se queda allí, aunque tampoco sería la primera vez que se les deja a suerte. No obstante, ya dijo mi filosofo de cabecera, Xabier Arzalluz, unos agitan el árbol y otros recogen las nueces. El soberanismo está agitando el árbol y seguirá y seguirá. Hagan, pues, de la necesidad virtud y recojan las nueces

 

Una independencia dura supondría una mayor salida de empresas, aún si cabe. La salida importante, la fiscal, se dispararía y le seguiría la producción, la economía real.  Imaginen. Una empresa textil con tiendas en toda España domiciliada fiscalmente en Cataluña. El impuesto de sociedades lo paga allí. Ahora da igual porque es estatal, pero los rendimientos los obtiene de sus ventas en, por ejemplo, Andalucía. Los andaluces subsidiados, como tienen mucho tiempo libre, se van de tiendas y compran, y generan un beneficio que se tributa en Cataluña. Tras la independencia ¿Es lógico que lo ingresado en Andalucía se tribute en Cataluña? No. Las empresas, por tanto, tendrían que dividirse en una española y otra catalana. Eso como poco.

 

El mejor espejo es el Brexit. Han pasado dieciocho meses, y el brexit duro es más que una opción. Entre otras cientos de cosas implica aranceles de un 10% en los coches y hasta el 40% en productos agrícolas. Al sur de los Pirineos ¿Cuánto tardaría la producción de SEAT en cambiar de localización? ¿Qué ocurriría con los aeropuertos? Los vuelos hacia la Unión Europea deben seguir las reglas de la UE. Londres está pensando ya en el caos en los aeropuertos. Sin acuerdo, las compañías aéreas dejarán de volar en diciembre del próximo año. Hagámonos una idea de lo que puede suceder en El Prat.

 

La lista crece: bancos, empresas, servidores de datos informáticos, vuelos, turismo y empleos. Al final, si lo piensan, la perdida para España no es miméticamente el 18% del PIB que ahora representa Cataluña, pues su tejido económico se traslada hacia España. Tendría menos habitantes para repartir, pero más empleos y el mismo nivel de ingresos.

 

Los independentistas tienen una idea mejor: mis cotizaciones para mí, y lo de los trabajadores españoles para los dos. Inviable.

 

Y por no meternos en el asunto pensiones o prestaciones de Seguridad Social que se dejarían de pagar. En este sentido, las tres frases que la ley de transitoriedad dedica al tema tiene hasta su punto de humor. Las pensiones actuales las sigue pagando España y las cotizaciones de los trabajadores catalanes tras la independencia van a la Seguridad Social catalana. El sistema de pensiones se basa en la solidaridad de la generación actual con las anteriores, pues un día los trabajadores de hoy recibirán la solidaridad de los del futuro. Que no es un fondo de pensiones, vaya. Los independentistas tienen una idea mejor: mis cotizaciones para mí, y lo de los trabajadores españoles para los dos. Inviable.

 

En un mundo globalizado, Cataluña tendría que negociar acuerdos comerciales con países e instituciones supranacionales, uno a uno.  Y, aunque el dinero no es necesario en el mundo actual, si lo fuera ¿quién compraría deuda catalana si no tiene el soporte del Banco central europeo? Soberanistas catalanes afirman que todo eso da igual, que no importa vivir peor un par de generaciones porque luego se recuperan. A este nivel de absurdo se ha llegado.

 

Así pues, fríos y desapasionados, cambien el ángulo de visión del problema. Si se continúa tensando y se sometiera a votación entre los españoles mantener la unidad con Cataluña, conociendo que los referéndums los carga el diablo y aun impidiendo votar más de un par de veces por urna, esto no acabaría como Kosovo (¿han visto lo irresponsable de desear algo así?) sino como Chipre. Sometida a referéndum la reunificación de la isla, los grecochipriotas en teoría tan unionistas dijeron pues mira, no. Tal vez no lo hayan pensado pero una vez descartado que la Cataluña independiente será Dinamarca, las similitudes van más por los turcochipriotas. Y ustedes, españoles, serían la parte rica de la isla.