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Cataluña en el punto de mira

Pedro Pitarch
Pedro Pitarch

La agobiante actualidad, que acumula tantos temas de debate (Yak-42, refugiados, terrorismo yihadista, relevo en la Casa Blanca y un largo etcétera), no debe distraer nuestro punto de mira fijado sobre Cataluña. La anunciada ausencia del presidente de esa comunidad autónoma de la Conferencia de Presidentes Autonómicos, a celebrar el próximo martes 17, certificará la cerril actitud del señor Puigdemont en cuanto a marcar “su” diferencia.

Dicha conferencia es el órgano de máximo nivel para la cooperación entre el gobierno de la Nación y los autonómicos, semejante a las existentes en otros países muy descentralizados como, por ejemplo, Canadá, Alemania, Suiza y Austria. Con su ausencia de la reunión (acompañada presumiblemente por la de su gregario del País Vasco, señor Urkullu), Puigdemont quiere teatralizar cómo él ya ha “desconectado” de España y, con ello, seguir blindando la alocada carrera hacia la nada del anunciado referéndum de independencia de septiembre 2017. El referéndum de la frustración, porque no se va a celebrar ni por las buenas, ni mucho menos por las malas. El “molt honorable”, que ya solo quiere representar a la minoría separatista catalana, da así otra muestra más de su intención de llevar a España al choque de trenes. Y que salga el sol por Antequera.

 

Puigdemont quiere teatralizar cómo él ya ha “desconectado” de España y, con ello, seguir blindando la alocada carrera hacia la nada.

 

Naturalmente, Puigdemont se cubre las espaldas voceando que, tras el referéndum —que no se va a celebrar—, dejará de ser presidente de la Generalidad. Claro, porque sin referéndum habrá nuevas autonómicas anticipadas en las que él desaparecerá. Mientras tanto, auto-invistiéndose de todos los poderes para calentar el ambiente, ha asegurado que habrá un referéndum “legal y vinculante”, cuyo resultado “se aplicará sin dilaciones ni excusas”. Y, en el colmo del engaño, ha llegado a afirmar que “Cataluña se ha ganado su reconocimiento como nación en el marco de una Europa que queremos más unida, más segura y más democrática”.

Quién sabe a qué marco europeo se referirá cuando, precisamente hace pocas fechas, el Tribunal Constitucional de Alemania ha negado a los secesionistas bávaros su pretensión independentista, en base a que “el poder constituyente reside en el pueblo alemán”. Argumento que, por cierto, parece un calco del artículo 1.2 de la constitución española: “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. Así es que de ese reconocimiento internacional, al menos del alemán con el que sueña el amerense —dime de qué presumes y te diré de lo que careces—, nada de nada.

 

El Tribunal Constitucional de Alemania ha negado a los secesionistas bávaros su pretensión independentista, en base a que “el poder constituyente reside en el pueblo alemán”.

 

La idea independentista está en retirada. Ya nadie, ni dentro ni fuera, se cree seriamente que una parte pueda arrogarse el derecho a decidir sobre lo que es de todos. Cabalgando sobre el “España nos roba” de puigdemones y rufianes, solo la permanente y forzada movilización mantiene encendida la caldera secesionista.

Ahora es momento de apagarla mediante la explicación y la confrontación democrática. El momento de recuperar la interlocución del gobierno de la Nación con la sociedad catalana, que viene mostrándose mayoritariamente anti-independentista, a pesar de la colosal presión mediática subvencionada por la Generalidad.

El estado tiene la obligación de proteger los derechos de quienes en Cataluña se sienten españoles, que son mayoría, frente a los abusos de una Generalidad y Ayuntamientos que se niegan a representar a todos sus ciudadanos. La nueva estrategia de diálogo e incremento de presencia en Cataluña emprendida por el Gobierno apunta en esa dirección. Es buen camino, siempre que no suponga abandonar los principios esenciales que fundamentan la convivencia pacífica nacional, tales como la unidad de España, la soberanía nacional, la igualdad de los españoles y el escrupuloso respeto a la Constitución y las leyes. En definitiva, diálogo y confrontación democrática sí, bajada de pantalones no.

 

*Pedro Pitarch es Teniente General del Ejército (r).