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Ciudadanos no es de fiar

Antonio Varflora
Antonio Varflora*

Reconozco que mi alma liberal se interesó por el fenómeno de Ciudadanos. Venía precedido de una valiente defensa en Cataluña de la unidad nacional – que, para los liberales, es también defensa de la eficiente unidad del mercado – y, en general, su irrupción supuso aire fresco y savia nueva al viciado clima de la política española. Luego, a decir verdad, su resultado el 20 D, cuarenta diputados, objetivamente bueno, fue comparativamente discreto. E inútil, a todas luces, pues ni a PP ni a PSOE ha servido para conformar una mayoría suficiente de gobierno. Antes, tras las distintas elecciones municipales y autonómicas del pasado año, la formación naranja hizo aquello que debía y que podía, es decir, apoyar gobiernos moderados.  Aunque a diferencia de Madrid, donde la popular Cristina Cifuentes es ejemplo de regeneración, en Andalucía les primó, más que otro argumento, que no había, el evitar que Susana Díaz cayera en manos de Podemos e Izquierda Unida. Apoyo al PSOE andaluz que el ala más centrista de la opinión pública meridional puede que valore pero que, al cabo de treinta y cinco años de un mismo gobierno, también suscita dudas y decepción en capas no menores de la clase media del Sur.

Ahora bien, donde más claro se percibe la incoherencia, cuando no traición, de Ciudadanos, a gran parte de sus votantes en Andalucía, es en la persistencia del elevado Impuesto de Sucesiones.

Porque, analizado en perspectiva, ¿qué ha conseguido Ciudadanos a punto de cumplirse ya un año del nuevo gobierno socialista de Susana Díaz? ¿Tres puntos menos en el tramo autonómico del IRPF? No parece demasiado bagaje – dicha rebaja fiscal se ve superada por la reducción estatal – a cambio de seguir consintiendo en el organigrama de la Junta a cuatro altos cargos imputados o al mismísimo consejero andaluz de Economía, investigado por el TSJA por presunta prevaricación administrativa. Como tampoco se entiende muy bien que ahora, en Granada, los naranjas puedan terminar dando la alcaldía a un imposible gobierno socialista en minoría. Imposible pues, muy en su línea estética y cosmética, Ciudadanos ni entrará en la gestión de la ciudad de la Alhambra pero tampoco permitirá que entren otros a la izquierda del PSOE. Siempre en el inestable fiel de su particular balanza de la que algún día se escribirá por qué en Almería se desdijeron de su palabra y en Jaén sus ediles han pasado al grupo mixto. Por no citar el gatillazo de su efímero alcalde de Espartinas.

Ahora bien, donde más claro se percibe la incoherencia, cuando no traición, de Ciudadanos, a gran parte de sus votantes en Andalucía, es en la persistencia del elevado Impuesto de Sucesiones. Y, de repetirse las elecciones, podría ser harto peligroso para las huestes de Juan Marín el acudir a las urnas con tan pesada carga de conciencia sobre sus hombros. ¿Cómo Albert Rivera, en todo un año, no ha sido capaz de convencer a Susana Díaz para que module dicho tributo y cumpla la presidenta lo prometido en su propio discurso de investidura? Así las cosas, no parece difícil imaginar, y temer, lo que un político nervioso e imberbe como Rivera – con tal de seguir en el candelero – podría ceder ante Pedro Sánchez.     

Es posible que tras todo este proceso de fallida investidura Ciudadanos – en consonancia con sus propios orígenes fundacionales – pueda arañar algunos votos de la izquierda más socialdemócrata y moderada. Pero el votante más crítico y exigente de centro liberal ha debido descontar ya a estas alturas sus reservas, cuando no profunda decepción, por el incomprensible exceso de coqueteo de Alberto Rivera con un PSOE que a la vez estaba cortejando a Podemos. Flirteo quizás fruto de la inexperiencia de Rivera, o de su ambigüedad ideológica, o tal vez solo para fingir alguna impostada utilidad a sus estériles cuarenta diputados. Muchos de ellos, seguro, habrán comenzado ya a sentir más ridículo que vergüenza por el pomposo acuerdo de investidura que junto a los socialistas anunciaron hace mes y medio como si se tratase de un nuevo proceso constituyente cuando no era más que una finta oportunista para hacer de la necesidad virtud en una pasajera coyuntura política que ya ha pasado a la Historia. Como UCD, como el PRD, como el CDS. Formaciones que Felipe González, padrino de Susana Díaz, mimó para debilitar el verdadero centro derecho liberal.  

  • Antonio Varflora es el seudónimo de un veterano militante del PP andaluz.