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Ciudadanos y el contrato único

La llegada de Sánchez a la Presidencia del Gobierno ha dejado un poco como sin autor, a los nuevos partidos.

Estos días Ciudadanos y Podemos recuerdan el título de la obra de Pirandello, seis personajes en busca de autor. Una obra de lo que se dio en llamar el teatro del absurdo. Subgénero que tuvo como principal logro que la gente evitara incluso la acera donde había teatros.

Tras ganarme el desprecio de los admiradores del teatro, sigo con mi teoría. La llegada de Sánchez a la Presidencia del Gobierno ha dejado un poco como sin autor, a los nuevos partidos. Lo de nuevo ya solo lo dicen ellos, esa es la verdad. Vivimos en un país donde si tiras tomates a tu vecino dos veranos seguidos, al tercero se propone como patrimonio inmemorial de la humanidad, así que la gloria de la novedad dura poco, que decía Valèry. Problema: urge encontrar ideas frescas, o resucitar las que una vez lo parecieron, no se te escape el electorado prometido por las encuestas.

 

Haciendo real el dicho de que la necesidad aguza el ingenio, Podemos ha descubierto la economía de mercado a través de la marihuana.

 

Entiéndanme. No es que se hayan drogado para ello, sino que, convertidos a la ley de la oferta y la demanda, Pablo Iglesias propone crear una empresa pública que exporte nuestra producción con denominación de origen -como los jamones, pero en hierba- a Canadá. No es totalmente capitalismo, más bien economía mixta, porque quiere que sea una empresa pública. ¿Imaginan el tribunal de oposiciones y las pruebas prácticas? Yo si.

Sin embargo, quien parece más agitado en busca de espacio es Ciudadanos. Con escaso éxito de público ¿alguien recuerda el debate? La semana pasada defendieron en el Congreso su propuesta de contrato único. El momento no era el mejor. Un gobierno recién nombrado es un imán de popularidad. Si hasta a diputados socialistas cuyas opiniones sobre Pedro Sánchez, su actitud en las mesas de primarias, y su acarreo de votantes descarriados fueron tan, tan visibles aquellos días, se les ha visto en las imágenes de televisión bajando a grandes zancadas, sonrisa franca, mano abierta, a felicitar al nuevo Presidente. El poder es el mejor afrodisíaco dijo no sé quién.

Total, que Ciudadanos volvió, otra vez, con lo del contrato único. Supongo que con buena intención, pero, al mismo tiempo, con una admirable y ciega fe en si mismos, ya que imaginan que con unas páginas en el BOE se terminará con lo que 47 reformas laborales en 35 años han sido incapaces de encauzar.

 

Albert Rivera anunció que habría un solo “contrato estable” (cuando gobierne, se entiende, porque solo les apoyaron un poco, fíjense que cosas, PDCat y UPN que se abstuvieron) 

 

Vale, todos los contratos serían indefinidos, incluido el del socorrista de la playa. Pero -siempre hay un pero- un único tipo de contrato lleva un único tipo de indemnización por despido. Todos los despidos, pues, serían procedentes. Una de las impulsoras de este contrato, Sara de la Rica -brillante, por cierto, en tantos de sus análisis- reconoce que “justifica prácticamente todo tipo de despido”.

Así, a cambio de llamarse todos trabajadores indefinidos, pasan (todos) a depender de la necesidad -o el humor- del empresario, cada día. El compromiso con la empresa de una persona que cuando se levanta para ir a trabajar no sabe si continuará en su puesto al llegar la tarde, será inmenso, claro (En mi opinión, todavía menos que en un contrato temporal, donde al menos pareces tener un horizonte más estable y hasta la esperanza de pasar a indefinido).

 

Lo cierto es que, si el del chiringuito te contrata para la feria, te puedes decir a ti mismo que tienes un contrato indefinido, pero te vas al paro cuando acabe la feria. Imaginen Andalucía. Turismo, Agricultura, Construcción son actividades estacionales.

 

Eso no quiere decir que no se esté usando en exceso la temporalidad, porque hay actividades permanentes que no justifica que se atiendan por trabajadores temporales. No hace mucho una sentencia dejó fija a una trabajadora que acumuló 358 contratos temporales. Por cierto, en la sanidad pública. Pero eso nos lleva al abuso de las interinidades en el sector público y su secuela de precariedad y enchufismo. Un charco en el que, mejor, no entrar hoy.

Hablando de ello, recuerdo un estudio más serio y más objetivo (se hizo para el Ministerio de Trabajo) que sobre la temporalidad en España dirigió Luis Toharia en 2005. Si, hace trece años, pero igual de actual. Explicaba que, introducidos los contratos temporales a mediados de los 80, se produce un proceso de aprendizaje por parte de las empresas en el uso de esos contratos como elemento de flexibilidad. Después de él, se ha llegado a un “estado estacionario” de tasa de temporalidad, siempre en torno al 30%, en el que apenas inciden las distintas reformas laborales. Después de ese informe se han producido dos reformas laborales la de 2010 y 2012, y el diagnóstico se reafirma.

Concluían, y así concluyo yo también, que ni los costes del despido, ni la estructura estacional de la producción, son causas claramente identificables de una temporalidad arraigada en España desde hace 35 años. Su reducción necesitará gran imaginación política, una gran dosis de negociación entre los agentes sociales. Esto puede ser un poco decepcionante para un Ciudadanos en busca de autor. Pero, amigos, las soluciones milagro solo en el crecepelos.