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Colgados por Villarejo

¿Qué hacemos? ¿Nada? Entonces tenemos lo que nos merecemos.

 

Así es como teme acabar la Clase Política Española. Reflexionando, es literalmente increíble como un solo individuo ha sido capaz de poner en jaque a un sistema político entero. El asunto de Cospedal es uno más entre otros tantos, pero cobra importancia especial en tanto que esta señora se presentó a las Primarias del Partido Popular con la intención de convertirse en una opción de Gobierno. Triquiñuelas aparte, Casado, que aún no se ha recuperado del susto que se llevó cuando el Tribunal Supremo desayunó con su caso semana tras semana, pone tierra de por medio y afloja la soga con los casos de corrupción del PSOE, sabiendo como sabe que si se pasa de la línea su adversario le va a apretar las clavijas. Un Pacto del Pardo, pero en su versión más retorcida.

Y en estas estamos, que resulta ahora que Villarejo, el chivato más astuto del reino, suelta con cada vez menos cuentagotas información que pone en la picota a políticos y jueces renombrados. Cuando se tira de la manta y la porquería se desparrama, todos los españoles llegamos a una conclusión ineludible: “¡No se salva ni uno!”. Obvio. Si esto es lo que sale, cuánto más habrá aún por salir. Si los casos de corrupción se agotaran, quizás alguno pudiera respirar tranquilo. Pero ocurre justo lo contrario: aparecen más. La Sentencia de la Gürtel que se ha llevado por delante al Gobierno del PP y que ha acabado con la carrera política de Mariano Rajoy apunta a algo mucho más grave que el que un Presidente del Gobierno se haya tenido que ir a casa por casos de corrupción. Y es que la Corrupción en sí está institucionalizada. No se trata de algún que otro pillo que va por ahí aprovechándose de su posición de Poder. Es que desde 1978 que se aprobó la Constitución, los políticos españoles se han dedicado a actuar como una mafia organizada, desarrollando un entramado criminal del que tan sólo ahora empieza a adivinarse la punta del iceberg.

 

No se trata de algún que otro pillo que va por ahí aprovechándose de su posición de Poder.

 

María Dolores de Cospedal se reúne de la mano de su marido con un -ahora- presunto delincuente para que le afloje datos sobre la Gürtel misma. Información sobre una causa judicial para que los culpables pudieran deshacerse de las pruebas y manejar los tiempos políticos con éxito. Villarejo entró por el garaje, para que la visita no quedase registrada en Génova. Para dar una información sobre esta y otras causas por venir. Y nada. La independencia de los Tribunales absolutamente comprometida, la calidad de una investigación volada por los aires. Y a hacer política. Da exactamente igual que dicha información fuese útil o no. La cuestión es, ¿cómo es posible que un político de relevancia nacional y con cargos institucionales aceptara que se le revelaran secretos judiciales, y no lo denunciara? Es una pregunta retórica. Como igual de retórico es preguntarse qué diablos hace la actual Ministra de Justicia Dolores Delgado en el Consejo de Ministros de Pedro Sánchez cuando ha quedado claro para la opinión pública que tuvo conocimiento de que jueces y fiscales acabaron con Menores de Edad en un viaje a Colombia, y tampoco lo denunciara. Con el juez Baltasar Garzón presente.

 

¿Cómo es posible que un político de relevancia nacional y con cargos institucionales aceptara que se le revelaran secretos judiciales, y no lo denunciara?

 

Que la corrupción sea equivalente hoy al sistema político lo prueba una cosa: que ambas, Cospedal y Delgado, sigan teniendo responsabilidades, de gobierno, de partido o de cualquier otra naturaleza. Que, sencillamente, el Presidente del Gobierno haya plagiado -presuntamente- su Tesis Doctoral y que al Líder de la Oposición le haya regalado -también presuntamente- un Máster Universitario, y sigan aún en sus cargos es delirante. En cualquier otro país con un sistema democrático de calidad el clamor popular hubiera exigido sin dilación su dimisión y una limpieza a fondo, con un importante componente desinfectante, de todo el alcantarillado de la Clase Política Española. ¿A qué se dedican nuestros representantes? ¿A robar y a tratar con criminales? Y si esto es así y lo sabemos, ¿qué hacemos? ¿Nada? Entonces tenemos lo que nos merecemos. Porque hemos normalizado el crimen y somos cómplices.