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Las columnas que ‘robó’ Hércules a Andalucía

El mito de las puertas del fin del mundo no es de origen griego, sino fenicio, la cultura que primero trajo la cultura y la civilización avanzadas a esta tierra

Raúl Velasco Rodríguez/ Opinión.- En la calle Maese Rodrigo, cerca de la Puerta de Jerez de Sevilla, se encuentra una inscripción que reza así: Hércules me edificó, Julio César me cercó de muros y torres altas y el rey santo me ganó”.

En Cádiz, Ceuta o Sevilla se levantan pares de columnas que rememoran una leyenda robada a otros, la leyenda del fundador de Andalucía. Pero será en su bandera donde el orgullo clásico se metamorfosee más con esta mentira. Sobre sus bandas horizontales verdes y blanca aparece el héroe Heracles, o Hércules, junto con dos leones atravesando dos columnas. ¿Qué significado tiene?

Las fuentes clásicas

Fue el mismo Hércules quien separó los dos montes unidos y así fue como al océano, contenido antes por la mole de los montes, se le dio entrada a los lugares que ahora inunda”, Pomponio Mela, geógrafo romano.

Sonaba mejor para nuestra egocéntrica cultura occidentalista decir que fuimos hijos de Hércules, colocarlo en la bandera y fingir que fueron los griegos los primeros que civilizaron nuestras calles.

Este escritor romano nos está contando una leyenda griega que narraba cómo el dios Hércules, al llegar a los confines de Occidente, decidió separar con sus propias manos la tierra, comunicando el Mar Mediterráneo con el Océano Atlántico y levantando dos columnas representadas por el Peñón de Gibraltar y el monte Musa en Marruecos. Dos columnas que significaban las puertas al fin del mundo.

Historiadores clásicos como Estrabón, Veleyo Patérculo o Posidonio apoyarán esta teoría, contándonos además que los fenicios fundaron la ciudad de Gadir en el 1104 a.C. (fecha negada por la arqueología), llevados por un oráculo que les aconsejaba levantar un santuario a Heracles o Hércules tras sus columnas. Sabemos que Hércules no fundó Andalucía, que sólo fue una leyenda, pero incluso las leyendas pueden ser robadas a otros.

El Dios Melkart

En Cádiz, en la Isla de Sancti Petri, los arqueólogos descubrieron un santuario nombrado incesantemente en las fuentes antiguas por ser uno de los más famosos de su tiempo. Un santuario dedicado al dios Melkart, el patrón de la ciudad fenicia de Tiro. Un dios marino, agrícola, guerrero y de las colonizaciones. Fue una de las deidades que exportó esta ciudad a sus colonias, y una de aquellas colonias tirias fue Cádiz.

Los fenicios levantaron este santuario a Melkart como agradecimiento por el viaje favorable hasta Gadir y la posibilidad de construir una colonia que se convertiría en una de las más importantes de Occidente. La leyenda de las columnas que marcaban las puertas del fin del mundo era una leyenda fenicia, no griega. Fueron levantadas por Melkart, no por Hércules. Los fenicios fueron los primeros en traer a Andalucía las ciudades, la orfebrería, el trabajo evolucionado de los metales, las manufacturas, la vid, el olivo, la púrpura, el vidrio, las gallinas, la escritura alfabética, la navegación, nuevos dioses…

Fueron los fenicios nuestros primeros maestros, no los griegos, y fueron las columnas de Melkart las que buscaron incesantemente hasta encontrarlas. El tiempo carcome y olvida. Melkart fue evolucionando lentamente, sincréticamente, y cuando griegos, y después romanos, llegaron a Gadir, creyeron ver la representación de su dios Heracles en el santuario de Melkart, levantando un segundo altar en el templo y confundiendo la leyenda que nos ha llegado hasta nuestros días.

Fue Sirio-Palestina, no la Hélade, la que primero nos mostró el camino hacia una cultura y una forma de vida más elevada. Serían ellos los que propiciarían que la cultura tartésica fuera la más evolucionada de toda la Península Ibérica, la primera con ciudades, industrias, escritura y comercio transmediterráneo. Pero sonaba mejor para nuestra egocéntrica cultura occidentalista decir que fuimos hijos de Hércules, colocarlo en la bandera y fingir que fueron los griegos los primeros que civilizaron nuestras calles. Oriente fue olvidado forzosamente.