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Componerte

Quizá era demasiado joven para conocer sus deseos. Probablemente los sueños que proyectó encajaban mejor en una serie de televisión. Entre revistas y tardes encerrado la dibujaba en sus pensamientos.

Quizá era demasiado joven para conocer sus deseos. Probablemente los sueños que proyectó encajaban mejor en una serie de televisión. Entre revistas y tardes encerrado la dibujaba en sus pensamientos. 

Rellenó cuadernos con sus iniciales imaginando su nombre de mil maneras. La pensó rubia, la recreó morena y en sus fantasías era pelirroja como sacada de un cómic, con la cintura estrecha. Momentos de intimidad enclaustrado a la hora de la siesta fantaseando, evocando e ideando un futuro en las pausas de los deberes y las tareas.

Dio mil giros por ciudades donde buscó a la familia que pudiera ser de su sangre. Trabajos, amigos, noches en vela, mañanas de resaca, exámenes y entrevistas para intentar subir peldaños. Ojos rojos y miradas amargas. Tazas de café y colillas en el cenicero de pisos y casas por los que transitaron mil especies humanas que hundieron sofás y ensuciaron cojines que nunca se lavaron. Fregaderos repletos de platos y ollas que calentaron a la colección de ropa interior que tiró a la basura entre curso y temporada.

 

“No hay que elegir por esposa sino a la mujer que uno elegiría por amigo si fuera hombre”Joseph Joubert

 

Veranos con la mente en la ciudad mientras el pueblo se le caía encima, hasta que dejó de regresar un año maldito. Sin redes sociales, ni foros de grupos en los que presumir de conquistas. Aquella vieja moto con el walkman en el bolsillo de la chaqueta azul de grandes cuellos con los que recorrió la sierra en esos largos paseos, en los que se alejaba para escribir en un viejo cuaderno sus asfixias. Cuan vano resulta sentarse a escribir si aún no te has levantado a vivir. 

 

La verdadera quietud consiste en mantenerse quieto una vez llegado el momento de mantenerse quieto, y en avanzar una vez llegado el momento de avanzar.

 

Un viaje que cambiaría la ruta de su vida para bañarse en aguas cristalinas jamás sospechadas. Allí estaba ella. Fue ese mes de julio el que rompió su apatía. La valentía de la juventud lo sacó de su ostracismo. Se probó a sí mismo para comprobar que podía ser un hombre. Ella, tumbada en la cama, semidesnuda, con la sonrisa puesta como el sombrero. Ha llevado la foto en la cartera toda la vida. El corazón piensa constantemente. 

 

Componerte

Los acontecimientos turban la velada igual que el trueno conmociona la naturaleza por un instante. El cielo está nublado aunque no llueve todavía. En sus cuerpos comenzó la tormenta. El único deseo que le había sido concedido en el ocaso de la vida había sido el de la amistad, como dijo Forrester. 

Alguien por primera vez lo estaba mirando como el quería. Aunque hubiese habido otras mujeres antes. Era ella. Hay que confiar el uno en el otro. En las cuestiones sentimentales es aconsejable el recogimiento interior, la humanidad. 

 

“Mi sangre es un milagro que desde mis venas cruza el aire de mi corazón al tuyo”, Frida Kahlo

 

El amor trató de encaminar las pasiones y las emociones de modo que no fueran sus esclavos. La suma es más que las partes. El matrimonio es favorable. No siempre puedes saber por lo que está pasando tu pareja. No siempre tenemos segundas oportunidades para ayudar a los demás. Pero a ella la ayudó siempre. Tarde o temprano hay que dejar de huir. 

Ella es culta, inteligente, divertida, emocionante. Es hermosa, dulce, ardiente. Si, ardiente. Ama con pasión y en el sexo ha sabido descubrir de su mano el placer de disfrutar y hacer disfrutar. Orgasmos con sabor a desayuno antes del café. Sin descafeinar. Noches de risas en el sofá hasta la madrugada acariciando su cuerpo, encendiendo el erotismo del hombre al que ama. 

 

“Uno está enamorado cuando se da cuenta de que la otra persona es única”, Jorge Luis Borges

 

Sabe ser mala, sabe ser buena, sabe ser santa -una cualquiera-, sabe ser reina. Es la mujer que soñó, es mejor mujer, mejor amante, es como una joya -un diamante-. La que le ama por las noches, la amiga fiel, el derroche, la que se duerme en su ombligo, la madre de sus hijos. Su mejor opción. Mon Laferte se lo escribió. 

Le sigue. Le acompaña. Es el bastón en el que se apoya cuando su mundo se tambalea. Es una página en blanco que escribe cada día el guión de una historia repleta de colores y sentimientos. Comparten los problemas. Se reparten las obligaciones. Se comprometen en sus responsabilidades. Gozan juntos. Se divierten. Descubren el mundo de la mano. Estallan en cada viaje. 

“Cuando lo haces lo mejor que puedes pero no tienes éxito. Cuando consigues lo que quieres pero no lo que necesitas. Cuando te sientes tan cansado pero no puedes dormir y estás atascado en la marcha atrás. Cuando pierdes algo que no puedes reemplazar…” así lo escribió Chris Martin. 

 

Nunca valen las medias tintas. Nunca hay que dejarse llevar por la excitación. Esa pequeña hendidura que se abrió le trajo los momentos de felicidad más extraordinarios de la edad madura. En serio y a veces con mentiras. Con engaños y otras con regalos de bienestar. Pero la amaba. Cuando la tenía que dejar atrás pensaba en ella a cada rato. 

 

Amaba aquello en lo que puso todo el empeño. Adoraba a sus hijos. Crecían bajo el amor y la dulzura de la confianza y el elogio. Cenas de risas y consejos. Viajes en familia con maletas llenas de compras en el vuelo de vuelta. Ciudades europeas en verano. Playas del Caribe en Navidad. Colegios y Universidades de prestigio. No había deportes pero había inmersión en inglés durante las vacaciones. Más de un cuarto de vida juntos y varias pequeñas crisis superadas. Estar casado es complicado. 

 

“El amor no tiene cura, pero es la única cura para todos los males”, Leonard Cohen

 

Es cuestión de saber amar. Enamorado sin egoísmo. Con la tranquilidad interior de entregarse a cada momento. Esa quietud y esa mirada con la que la seduce cada día.

Ahora llega el momento de quedarse solos. Entre libros y música. Entre paredes y sábanas para una única cama. Esa en la que duermen a horas distintas pero que les da calor a los dos. Un salón con la televisión encendida sin voz. Cenas con amigos y botellas de vino para celebrar la fortuna de toda una vida juntos. En armonía. Adagio y cúspide.

— ¿Qué pedirías si te dieran a elegir algo inalcanzable?, le preguntó anoche.

— Poder hablar con Dios, -le contestó.

Son los secretos que piensas que no te matan los que siempre te acaban matando… porque “al universo no le gustan los secretos. Conspira para revelar la verdad, para llevarte hasta ella».