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Con Zapatero empezó todo

Sin Zapatero es imposible entender las dos figuras más nefastas que nos ha traído el siglo XXI en la izquierda: Susana Díaz y Pedro Sánchez.

 

Nunca he tenido- política e intelectualmente hablando- una relación pacífica con Zapatero. Había momentos en los que lo consideraba un auténtico necio buenista que propició la configuración del PSOE que posteriormente derivaría en el virus sanchista-populista, pero en otras ocasiones escuchaba algunas conferencias dadas ya como ex presidente o entrevistas donde decía cosas ciertamente interesantes. Incluso su libro “el dilema” no era un disparate de frases entrelazadas malamente por encargo, sino una exposición coherente y detallada de sus meses más amargos en el gobierno al frente de la crisis. Pero al final, como dice el clásico, la cruda realidad se termina por imponer ante nuestras dudas y devaneos, certificándose en los últimos meses que el ex presidente socialista quizás no sea malo intrínsecamente, pero su optimismo buenista combinado con su inconsistencia política da un producto peligroso y tóxico tanto de cara al futuro como con perspectiva histórica. El zapaterismo se ha “beneficiado” de la brutal crisis que nos destrozó como país y sociedad a partir de 2008; sin ese factor crisis, el balance político y, sobre todo, intrapartidista de los años de Zapatero-Pepiño sería el más demoledor de toda la historia democrática del PSOE, solo superado por el de Largo Caballero, cuando convirtió al socialismo de la II república en un partido guerracivilista y plegado al comunismo ruso.

 

Había momentos en los que lo consideraba un auténtico necio buenista que propició la configuración del PSOE que posteriormente derivaría en el virus sanchista-populista…

 

Volvemos a Zapatero porque a partir de él se pueden explicar las graves crisis y desafíos que viene sufriendo el socialismo español desde su llegada a Ferraz, después de vencer a Bono gracias a esos enjuagues personales y cainitas que se dan en las entrañas de los congresos internos y de los que años más tarde casi todos los que favorecieron por venganza la victoria o auge de tal candidato se arrepentirán hasta el último día de sus vidas. Sin Zapatero es imposible entender las dos figuras más nefastas que nos ha traído el siglo XXI dentro del marco político de la izquierda: Susana Díaz y Pedro Sánchez. Este ha sido, en realidad, el mayor drama que ha sufrido el PSOE más allá de las evidentes crisis de las ideologías políticas clásicas, que ha afectado y sigue afectando a la totalidad de la socialdemocracia europea. Que se hayan dado a la vez estos dos actores ha supuesto uno de esos golpes del destino de los cuales caben serias dudas de recomposición una vez evaluados sus destrozos. La fórmula es sencilla de trazar: sin la existencia de Susana habría sido imposible la existencia de Pedro Sánchez, llevando la andaluza en el pecado una penitencia que no solo ha pagado ella sino que la estamos pagando todos los españoles.

En algo sí que les doy la razón a los susanistas: lo peor del fin de la etapa de Susana y de su inexistente como artificial liderazgo político es su alternativa en Andalucía: el sanchismo aún sediento de sed y de venganza. Porque Pedro Sánchez y su secta partidista son muchísimo peores que la trianera y su rebaño sumiso. Por lo que, si somos honestos, la situación en la actualidad es que la depresión a la que se enfrenta el socialismo andaluz es tan honda y profunda que, directamente, no tiene remedio. Si al final Moreno Bonilla consigue la presidencia-yo apuesto casi seguro a que sí- Susana no tendrá más remedio que irse del Parlamento Andaluz y del partido. Al menos, desde el punto de vista ético y honorable. Otra cosa es que diversos cálculos internos de cara al futuro inmediato aconsejen que la andaluza retrase su retirada hasta dar una última batalla para echar a Pedro Sánchez de Ferraz si tras las elecciones Generales tiene que irse de la Moncloa.

 

Sin Zapatero es imposible entender las dos figuras más nefastas que nos ha traído el siglo XXI dentro del marco político de la izquierda: Susana Díaz y Pedro Sánchez.

 

Llegados a este punto, es obligado un análisis valiente y realista del mayor pecado de Susana Díaz, que consiste en aquel “no vale pero nos vale”, apoyada por un Zapatero con el fin de cerrar las puertas a Eduardo Madina, el cual tras volverse susanista y perder frente a Pedro Sánchez en esas ignominiosas primarias tuvo al menos el decoro de apartarse de la primera línea política. ¿Dónde está ahora Susana? Esperando el homenaje de despedida; ¿dónde está ahora Zapatero? Ayudando a Maduro y apoyando a Pedro Sánchez; ¿dónde está ahora Pedro Sánchez? Destrozando España después de haber destruido el PSOE.

La lección del auge y caída de Susana y del susanismo es una lección valiosísima en una época donde pasará desapercibida, porque ya nadie quiere aprender sino ganar o sobrevivir al precio que sea. Susana Díaz siempre fue una líder de cartón-piedra, rodeada de un potente aparato y corte de palmeros aduladores a su servicio con el objetivo de venderla como la nueva figura del socialismo clásico, del socialismo responsable y con sentido de Estado. Hay que decir que cada vez que se ha enfrentado a las urnas su saldo no ha sido nunca ganador, a pesar de haber conseguido flotar en Andalucía gracias a la inercia de tantos años de poder y de control. Ahora bien, algunos sanchistas de pata negra que están con la pala esperando poder desenterrar a Franco y poder ganar la Guerra Civil 80 años después, volvieron de Antequera-in illo tempore- hablando de Susana como la “nueva Felipe González” e imponiéndonos el susanismo como la única religión verdadera a la cual debíamos plegarnos los que entonces formábamos parte del partido. Lo digo por esa impostura de vendernos razones de ideología cuando fueron, posteriormente, exclusivas razones de vanidad personal y sed de desquite.

 

¿Dónde está ahora Susana? Esperando el homenaje de despedida; ¿dónde está ahora Zapatero? Ayudando a Maduro y apoyando a Pedro Sánchez; ¿dónde está ahora Pedro Sánchez? Destrozando España después de haber destruido el PSOE.

 

En un hipotético marco temporal donde la responsabilidad y la vergüenza hubiesen sido vectores básicos de la política, Susana Díaz habría abandonado después de su derrota humillante frente al populismo sanchista. Pero tampoco Pedro Sánchez sería una pesadilla muy real y viva porque el propio partido habría articulado mecanismos adecuados para su anulación. El error crítico de los “barones” liderados por ese “sargento chusquero” (Borrell dixit) fue no expulsar a Pedro del PSOE, en vez de Ferraz. Claro que este primer error crítico fue rematado por otro segundo: poner todo el poder histórico del partido al servicio de alguien que no daba la talla para el liderazgo y para la cohesión interna. No podemos decirte, Susana, eso de que tanta paz lleves como dejas, porque, desgraciadamente, nos has dejado a Pedro Sánchez y al sanchismo, con Zapatero ahora de mayordomo voluntarioso.