The news is by your side.

Coser y cantar, la Restauración en el PSOE

Javier_Menezo
Javier Menezo

Cosido su Secretario General, pero a puñaladas –en sentido figurado- la nobleza socialista promete coser el partido en su acepción de unir una prenda desgarrada. Nadie ignora que en esto de zurcir por muy bien que se pase el hilo, el costurón se nota y el menor tirón reabre el roto.

 

Por ello cuanto mejor hubiera quedado Susana Díaz si, imbuida de la quietud de Oriente, pidiera al PSOE que se entregue a la técnica del kintsugi japonés. Viene a significar reparación de oro. Son esas piezas de porcelana donde las fracturas no se ocultan sino que se arreglan ayudados por un barniz mezclado con polvo de oro. Se ven como un elemento que embellece al propio objeto, que luce de nuevo, más fuerte y con toda su historia y esplendor. Era la transparencia del siglo XV, vamos. Más no está el PSOE para finuras y si hoy les llegas con lo del kintsugi y el tazón, te lo estrellan en la cabeza.

Diciembre de 2014

Aunque las crónicas sitúan el origen del conflicto en diciembre de 2014, cuando Sánchez se autoerigió en candidato electoral, para mí que todo empezó antes. Eran los días en los que Alfredo Rubalcaba dejó la Secretaria General y Eduardo Madina insistió en presentarse a las primarias poniendo de verdadera mala leche a una Susana Díaz que confiaba en llegar en loor de multitud, sin rivales. Fue más calculadora que impulsiva confiando en un desconocido Pedro Sánchez como interino y de esos polvos estos lodos.

 

¿Creían que coser era integración y fraternal expresión de ideas? No sean ingenuos. Nuestra capacidad de concentración en política es irregular y caprichosa y en ello confían.

 

Por seguir con el símil costurero había abrochado mal el primer botón y, a partir de ahí, se produjo el desbarajuste total. Sánchez no quería ser temporal sino indefinido y los intentos por enmendar aquel fallo inicial han culminado en un Comité Federal en el que se lanzaron unos contra otros con la misma ausencia de compostura con la que los asistentes a la presentación de un libro se abalanzan sobre los canapés. Lo vivido en la semana que cayó Pedro Sánchez ha hecho recordar lo peor de la idiosincrasia nacional, que es la zafiedad y el abuso, lo que Ortega denominaba la chabacanería propia de los naturales de esta tierra nuestra. El filósofo, obsesionado por la culturalización de las élites expresaba con este término, -chabacanería- la forma atrozmente vulgar de conducirse, la mirada rasa de las élites sobre nuestra realidad y nuestro futuro.

Pasó lo que pasó

 

Pero bien, todo eso pasó y lo que pasó es pasado como señaló la Máxima Autoridad. Ahora un PSOE que debe mirar hacia el futuro se nos aparece ensimismado en las nostalgias del pasado, la restauración de un partido de notables con los militantes como atrezzo. No a la podemización recitan los cuadros de un partido identificando las pequeñas muestras de democracia interna con la anarquía, el caos y la falta de respeto a los superiores mientras las declaraciones de los ganadores parecen hechas adrede para profundizar la desconexión entre élites y la gente corriente.

 

La afirmación de Susana Díaz, inmediatamente replicada por su seguidores cuan verdad revelada, sobre que el partido no es solo de los militantes sino de los votantes es toda una declaración de intenciones. Si un partido no pertenece a esos identificables militantes, sino a una masa abstracta y cambiante -los votantes- no sería justo que fueran solo los afiliados los que decidan el rumbo del partido. Al actuar así, una pequeña parte del cuerpo socialista, los militantes, se alzaría como representación del todo, los votantes. La única opción es, por tanto, que sean los representantes elegidos por esos votantes los que decidan, y esos no son otros que los dirigentes del partido. Un círculo perfecto. En un sistema electoral de listas cerradas, donde por mucha escenificación que se haga los que van en ellas son elegidos y controlados por el barón la decisión, al final, es de quien mande.

«Mi electorado»

En este sentido hay una anécdota muy reveladora de Alfonso Osorio en el Congreso. Hablaba con otro diputado y apareció Fraga. Osorio se levanta y dice socarrón a su contertulio mientras se encaminaba hacia Fraga: perdona, voy a saludar a mi electorado. No hay cargo que no sepa a quien le debe el puesto ni lo que tiene que votar, vean si no la flexibilidad con la que los diputados del grupo socialista giran del no a la abstención. Sin solución de continuidad que diría un jurista. La intención es por tanto clara, restaurar el orden, la vieja forma de hacer las cosas que tantos años de paz nos ha dado. Y todo orden tiene eso, que hay unos que mandan y otros que acatan. No hay más.
Pues, fíjense, pese a todo, que los barones se están encontrando con una resistencia mayor de la esperada mientras aguardan a que el paso del tiempo temple ánimos, pues a eso y no otra cosa llaman coser ¿Creían que coser era integración y fraternal expresión de ideas? No sean ingenuos. Nuestra capacidad de concentración en política es irregular y caprichosa y en ello confían. Dudo que el PP ponga dificultades para facilitar la abstención más allá de la normal escenificación de un cierto disenso. Al fin y al cabo, en la restauración del orden ganan ambos. Solucionado este pequeño escollo, que sí, que ahora habrá un cierto malestar de los descontentos de siempre pero la Navidad está cerca, al lado y esto es como las huelgas de la Universidad que llegaban las vacaciones de diciembre y se desactivaban solas. Bien, si, es posible, quizás lo logren. Pero si yo fuera uno de esos barones, no lo fiaría todo a esa incertidumbre, no sea que el malestar, la desunión y el enfrentamiento que han inoculado en los militantes perduren en el tiempo más de lo que desearían y, al final, les alcance.