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Cuando el odio se convierte en esperpento

“Manitas de fiscales y jueces del Constitucional hechas a baja temperatura y acabadas a la brasa con carbón”. Un menú al módico precio de 9 euros. Genial.

Lo que está ocurriendo un día sí y otro también en este país, llamado por algunos España, es de verdadera traca. No hay día en el que uno no se encuentre en cuaquier medio de comunicación con alguna astracanada que te hace sentir vergüenza ajena del personal que comparte tu nacionalidad. Con todo, de las miles de pamplinas con las que nos sorprenden nuestros convecinos y nuestros queridos políticos habitualmente, las que más me llaman la atención son las protagonizadas por los nacionalistas catalanes, verdaderos creativos de chorradas inigualables, quienes, gracias a la protección de sus dirigentes políticos y al amparo en pago de su apoyo que les está proporcionando el Gobierno de Pedro Sánchez, están sacando los pies del plato de su hasta ahora escaso humorismo y pobre inteligencia para ofrecernos verdaderas obras de arte del sarcasmo y la ironía, eso sí, adobadas con el catetismo decimonónico del que siempre han hecho gala, y con el insulto hacia el resto de españoles, sobre todo a los andaluces, única razón que suelen esgrimir en su pretendido diálogo.

 

Y no hablo de la proliferación de los lazos amarillos que inundan plazas, calles, playas, farolas, vallas y edificios públicos de la Generalitat y que están convirtiendo parte de Cataluña en una sucursal de Cadiz Club de Fútbol, sino en las idioteces que se le ocurren a algunos exaltados independentistas para hacer caja con sus semejantes en ideas.

 

Imagino que ya le habran mandado por whatsapp la carta de ese restaurante de Balaguer, en Lérida, llamado la Nueva Fuente Blanca, especializado en comida mediterránea y que tiene entre sus platos dos especialidades que serán las más demandadas por los correligionarios de Mas, Puigdemont y Torra. Hay que aclarar que, cerrando su negra carta, el dueño ha colocado un explícito “Salut i República”, con una apostilla que dice “¡¡¡Que Deu nostre senyor vos guardi!!!”.

 

Pero a la que íbamos, el primero de los platos antiespañoles es, se lo traduzco para que lo entiendan, “Guardia Civil andaluz a la brasa con pan tostado y ensalada campestre”, y en el apartado de postres caseros, ofrece “Manitas de fiscales y jueces del Constitucional hechas a baja temperatura y acabadas a la brasa con carbón”. Un menú al módico precio de 9 euros. Genial. ¡Qué gran imaginación! ¡Cuánta ironía! ¡Qué inteligencia! Como diríamos por aquí abajo con un poquito de guasa sobre el tabernero, “es simpático, el imbecil”. ¿Se imaginan que algún restaurante andaluz se cachondeara en su carta de los mossos o del Parlament?

 

Y es que la distinta vara de medir que se está aplicando en Cataluña con el consentimiento de Sánchez&Cia tiene su más claro ejemplo en esa “guerra de los lazos” en la que ponerlos es alentado y premiado, y quitarlos es castigado y multado, mientras se ataca impunemente la bandera de España, se silba al himno o se insulta y se hace mofa del Jefe del Estado. Y no por particulares, sino por las propias instituciones autonómicas, ante la absoluta pasividad del Estado. Ejemplar. Así nos va al resto de los españoles.

 

Al igual que estoy deseando que alguna fábrica de papel higiénico saque a la venta rollos estampados con el lacito amarillo en cuestión para que algunos comprueben para lo que de verdad sirve el símbolo coñazo, espero que algunos de los andaluces que viven en aquellas tierras dejadas de la mano de Dios, se acerquen un día de estos al restaurante en cuestión, a ser posible disfrazados de guardias civiles, y le digan aquello de “¡¡¡Viva España!!!Aquí están vuestros señores para guardarte”. Ya se sabe que donde las dan, las toman. Pero esto de hacerle frente a quienes están manejando los hilos del poder y el teatro de las vanidades en el que se está convirtiendo España, no es sino una utopía. Vivimos en una sociedad acojonada donde nadie mueve un dedo ante los desmanes y donde todos vamos como borregos a seguir las directrices de un Gobierno mentiroso al que nadie ha elegido en las urnas y que se está dedicando, por vía del decreto ley, a ponernos falsos anzuelos como la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos o el paripé de la acogida de los inmigrantes, para que los ciudadanos piquemos el gusano y las migajas y les dejemos a ellos que saboreen el jamón de pata negra.

En fin que agosto da sus últimas boqueadas y casi todos ustedes no hacen más que mirar el calendario del móvil y soltar una lágrima al ver que pasan los días y se agotan esas vacaciones en la playa, soñando, mejor teniendo pesadillas, sobre esa vuelta que, ya verán, tendrán que afrontar, según los medios de comunicación, con pastillas y psiquiatra para paliar el síndrome postvacacional que parece que todos los años afecta como una temida pandemia a millones de españoles que amenaza con paralizar el país. Menos mal que yo sigo en Sevilla y, excepto unos escasos días en la playa en los que no me he podido ni bañar, dedico mi tiempo a jugar al golf y disfrutar de una bellísima ciudad en la que faltan sus defectos más señalados, ya se sabe, ¡¡¡qué maravilla Sevilla…sin sevillanos!!!