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Cuatro seis cuatro. Capicúa

Hace, pues cuatrocientos sesenta y cuatro años de tal hecho político de primer orden.

El día uno de marzo del año de gracia de 1564, el rey don Felipe II, juró las constituciones y privilegios de Cataluña. Lo habían anunciado el 28/01/1564 los diputados catalanes que regresaban de las Cortes en su sede de Monzon y que había presidido el rey para las sesiones del Reino de Aragón. Hace, pues cuatrocientos sesenta y cuatro años de tal hecho político de primer orden, que diría cualquier congresista de las Cortes generales actuales, sea del partido que fuere, pues estas personas consideran histórico cualquier estulta intervención en el hemiciclo.
El día veintiuno de diciembre de este año de gracia de 2018, el Consejo de ministros del Reino de España, con rey tocayo de aquel a quien he citado arriba, se reúne en un edificio privado de Barcelona, para celebrar sesión ordinaria, al parecer sin ánimo de jurar nada históricamente relevante.
En Cataluña, opino, se ha producido en los años últimos del pujolismo y siguientes un fortalecimiento no espontáneo de las organizaciones sociales y las entidades populares de muy diversos objetivos, para negar de forma colectiva por parte, aproximada, de un cincuenta por ciento de la ciudadanía catalana las fuentes del poder del Estado español constitucionalmente estructurado a partir de 1978.
Entiendo que durante esos años, cuando menos, se ha intentado y en gran medida logrado disponer, controlar y utilizar diversos organismos vivos y de carácter no público de la sociedad civil catalana para que se hayan convertido en piezas de resistencia a ese mismo Estado. Con el objetivo político, confeso o silente, de movilizar a la población, al pueblo de Cataluña como sujeto histórico de una nueva organización política y administrativa independiente del Estado español. Ha sido la consideración de que lo objetivamente necesario era la devolución del poder político al pueblo, la autodeterminación, la que ha movido al conjunto político, administrativo, cultural y social del independentismo.
La población catalana no partidaria de la independencia y de la separación del resto de España para constituirse en una nueva organización política republicana al carecer de un objetivo político distinto de la permanecía en el Estado legítimamente constituido, no está estructurada como tal, salvo en su pertenencia a partidos políticos defensores del actual estado de cosas, de los cuales el PP está muerto por abandono de sus votantes, el PSOE ha visto mermadas sus filas de modo alarmante y C’s que ha obtenido la mayoría de escaños en el Parlament no tiene posibilidad de actuar eficazmente de modo institucional al carecer de vías de pactos para ello y cerrárselas con su incapacidad de diálogo político.

 

”Negociar sin descanso, abierta o secretamente, en cualquier lugar, incluso si no se producen frutos inmediatos y los esperados no son suficientes o absolutamente necesarios para el buen funcionamiento de los Estados”. 

 

Los sucesivos gobiernos del Estado y las instituciones del mismo de carácter legislativo o asesor, han carecido por necedad política y negligencia intelectual, ignorancia histórica y conocimiento de la realidad catalana, o por miedo simple y llano, de una planeada estrategia, lo que significa calcular el curso de la accion más probable que permitiera ir del presente al futuro deseable.
¿Cual es el futuro deseable? El inmediato y sin duda alguna: ”Negociar sin descanso, abierta o secretamente, en cualquier lugar, incluso si no se producen frutos inmediatos y los esperados no son suficientes o absolutamente necesarios para el buen funcionamiento de los Estados”. Por supuesto estas palabras tan puestas en razón no son mías. Son una traducción creo que bastante exacta de lo escrito por el cardenal Richelieu en su “Testamento político”. Desearía que los representantes políticos elegidos en ambos parlamentos se pusieran a negociar como aconseja Richelieu. Y de paso lo leyeran. Si leen algo más que wasaps.
Lo ocurrido en ciudades francesas de diversos tamaños en estos días pasados debería hacer reflexionar. Los cinco mil violentas – es la cantidad que calculan los servicios de información y los sociólogos de la Administración republicana – que consideran que la no violencia activa es profundamente contrarrevolucionaria y su práctica solo conseguirá aumentar el número de quienes piensan que nada puede conseguirse a la larga, tomaron la iniciativa y lograron la presencia y acción de 89.000 policías y gendarmes en la lucha callejera que ha quedado reducida este pasado fin de semana a una manifestación sin mayores consecuencias.
Guste o no, se crea o no, el Estado central no va a ceder a la presión de las manifestaciones por muy violentas que se transformen sus ansias de pacíficas marchas. Esto lo saben perfectamente los responsables políticos tanto defensores de la República catalana como de la actual organización del Reino de España. Debería ser suficiente ese conocimiento para soslayar los riesgos derivados de que triunfen las tesis de quienes en una y otra posición están interesados en lograr que cuanto peor vayan las cosas mejor para sus intereses.
Don Francisco de Quevedo y Villegas puso sobre aviso: “La soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de dónde subió”. Y don Ángel Guimerá i Jorge canta en versos :”l’orgull soperb de vostres cors oblida, vos torna…….”.
Toca negociar.