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De cara a la galería

Emilio Lucas
Emilio Lucas

Abro mi columna de hoy con esta viñeta de la genial Mafalda (del no menos genial Quino), porque en cierto modo representa mi pensamiento ante la situación política actual de nuestro país.

El 21 de diciembre todos sacaron la calculadora, y desde el minuto 1 fijaron líneas rojas más personales que ideológicas. El PP dijo que nunca apoyaría a Sánchez. El PSOE, que nunca permitiría un gobierno del PP. Podemos, que debe formarse un “gobierno de Progreso”, sin Ciudadanos. Y Ciudadanos dijo que hablaría con todos, pero que nunca iría de la mano de Podemos. En definitiva, a nadie se le ha ocurrido plantear qué es lo que esperan hacer esta legislatura y, a partir de ahí, ver con quién se podría llevar a cabo y cómo. Les ha primado más el quién que el qué.

Yo, quizás por tener hijos en edad escolar, estoy seriamente preocupado por el tema educativo. Creo urgente y necesaria una ley que, de una vez por todas, esté bien hecha desde el principio, sin partidismos ni tintes ideológicos. Una ley que sea estable. Los niños son el futuro de un país. Invertir en educación es invertir en España a 20 años vista. Y llevamos décadas sometidos a reglas educativas mediocres y vaivenes según el símbolo del gobierno, algo totalmente nefasto. La educación ha sido un instrumento de los partidos políticos al servicio de sus fines e ideas. Y si no cambiamos esto, iremos más hacia una sociedad tercermundista que hacia una sociedad avanzada.

Necesitamos una ley educativa hecha desde el consenso de casi todos los partidos , para lo cual es un mal punto de partida decir que “vamos a derogar la LOMCE” en vez de “vamos a sentarnos todos a negociar y aprobar una ley de educación básica y estable que perdure en el tiempo y que esté por encima de los cambios de gobierno”. El lenguaje no es casual, y una formulación negativa de ese calibre supone dejar al margen al PP, un partido que, por muchos corruptos que tenga en sus filas, representa a un buen puñado de ciudadanos (unos 7 millones), que merecen que se les tenga en cuenta al elaborar una ley educativa (aunque muchos de los dirigentes de ese partido no merezcan ese respeto). Porque, además, dejarlos fuera es poner a la nueva ley una fecha de caducidad.

[blockquote style=»1″]Don Mariano ha decidido hacer suyo el viejo proverbio chino, que también podría ser gallego, y se ha sentado en la puerta de La Moncloa a esperar el cadáver de Pedro Sánchez pasar. Pero el proverbio chino hablaba de sentarse a la orilla del río a esperar ver pasar el cadáver del enemigo flotando. Y por Moncloa no pasa ningún río.[/blockquote]

Pero, como ya expresaba en mi anterior colaboración en este medio, creo que los ciudadanos y el interés general hemos pasado a un segundo término, y que esto ya es un juego de estrategias, egos y poder de los políticos.

Don Mariano ha decidido hacer suyo el viejo proverbio chino, que también podría ser gallego, y se ha sentado en la puerta de La Moncloa a esperar el cadáver de Pedro Sánchez pasar. Pero el proverbio chino hablaba de sentarse a la orilla del río a esperar ver pasar el cadáver del enemigo flotando. Y por Moncloa no pasa ningún río. Con lo que Mariano puede morir esperando ver un cadáver que, a lo mejor, no pase por delante de él. Y acaben siendo dos los cadáveres.

Pedro Sánchez es el chaval que ha salido de copas con su pandilla (en la que algunos le detestan), y al que, cuando pasaba la chica despampanante con la que ninguno se atrevía a ligar, le han empujado contra ella, forzando el encuentro. Y ahí lo tenemos, haciendo de la necesidad virtud, “echándose p’alante” y presentándose a la chica, invitándole a una copa, usando los chascarrillos aprendidos de la abuela Carmen Romero y el abuelo Zapatero para dejar claro que él respeta mucho a los jóvenes y jóvenas, y aguantando el tipo pese a que la chica no deja de ponerle mala cara. Si al final de la noche consigue ligársela, será como si toda la pandilla se la hubiese ligado. Si la chica le suelta una bofetada cuando intente besarla, él bofetón se lo llevará sólo él.

Pablo Iglesias, más moderno, está más en el rollo de “El arte de la guerra”, texto utilizado en los programa más prestigiosos de liderazgo e imprescindible en toda escuela de negocios que se precie. En él, Sun Tzu explicaba, sobre todo, cómo ganar una guerra sin meterse de verdad en harina, con un profundo análisis de todas las estrategias que hay que utilizar para que el enemigo se acojone. Se trata de imponerse moralmente al enemigo e infundirle el miedo suficiente como para que se piense dos veces antes de sacar la espada (“Lo supremo en el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin darle batalla”). Y vale todo. Incluso disponer las tropas en el campo de forma que el enemigo crea  que el poder de uno es mayor al que es realmente.

[blockquote style=»1″]Por último, Rivera es el bienqueda. El yerno perfecto que en la cena de Nochebuena muestra bendita paciencia intentando conciliar a todos sus cuñados para que la fiesta se desarrolle en paz y armonía.[/blockquote]

En esas lides, Pablo Iglesias lleva diez traineras de ventaja a los demás, y ahí lo tenemos, tercera fuerza política, protagonista absoluto de cada paso que se da, marcando el ritmo con tambor y empujando al PSOE al harakiri de formar un casi imposible (cuanto menos, costoso) “gobierno de Progreso”, sin Ciudadanos, y con la vicepresidencia y los ministerios clave en manos de los de morado.

Por último, Rivera es el bienqueda. El yerno perfecto que en la cena de Nochebuena muestra bendita paciencia intentando conciliar a todos sus cuñados para que la fiesta se desarrolle en paz y armonía. Hasta que, cuando empiezan a organizar todos un viaje juntos a, pongamos, Villanueva del Río Besnega, para celebrar las bodas de oro de los abuelos, su cuñado Pablo, que no le traga porque antes era el favorito y se siente desplazado de su trono, dice que Villanueva es una mierda y que él ahí no piensa ir. Que mejor ir a Sanserenín del Monte. A los demás cuñados les gusta más Villanueva, y el de la coleta, dice que si va Albert, él no va al viaje. Y como Albert tampoco traga a su cuñado Pablo, pues se pone en idéntica actitud y dice que donde vaya Pablo, él no va.

En definitiva, que el viaje para celebrar las bodas de oro de los abuelos se va al garete, y lo más probable es que tengamos elecciones de nuevo en unos meses.

Así se lo huelen nuestros políticos (yo me lo llevo oliendo desde la noche del 20 de diciembre), por lo que ninguno está en lo que está, sino en irse posicionando de cara a esas futuribles y más que probables elecciones. Y, en vez de hablar de hacia dónde debe ir el país y lo que piensan hacer (enseñarnos cosas serias de verdad, que diría Mafalda), están más pendientes de contarnos lo que su mamá les mima (esto es, en demostrar los anticasta, progresistas, igualitarios o firmes ante la corrupción que son).

Como muestra, un botón: Gala de los Goya. La invitación marcaba como nivel de etiqueta (o dress code, como dicen ahora las blogueras de moda) el smoking para los varones. Pero Pedro Sánchez, seguramente pensando que era una buena ocasión para escenificar que él no es casta, decidió que si Pablo Iglesias era capaz de ir a ver al Rey en mangas de camisa, él iría a los Goya no ya sin smoking, sino sin llevar tan siquiera corbata. “A progre y llano no hay quien me gane”, parece querer decir con su gesto.

Pablo Iglesias, mucho más inteligente y que, como ya dije en su día, no da puntada sin hilo, se presentó con smoking. No muy estiloso, pero smoking. El que sabe comerle la oreja a una chica, no necesita enseñarle la tableta de chocolate (entiendan el símil, que no pretende ser sexista). “Sí, sé ponerme smoking, pero me lo pongo cuando me sale de ahí, y el mundo de la cultura lo merece; el Rey, no”. Golpe de efecto, trending topic y todo el mundo hablando de él. Hasta servidora.

Es lo que hay. La hoguera de las vanidades. Ahora está en nuestra mano seguir alimentándola o que se quemen con ella el culo.