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De cuando se jodió Corea

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Salvador Gata

En estos días del mes de agosto en los que media España hace colas en las autovías, en los aeropuertos, para poner la sombrilla en la playa, en el chiringuito, en la piscina del resort, y la otra mitad sestea sofronizada por las incógnitas existenciales que nos plantean temas como la vida conyugal de Bustamante y la Echevarría, el secuestro de sus propios hijos por parte de Juana Rivas, los incendios en Portugal y Galicia, Venezuela y el puñetero Prusés. A diario, cual parte de guerra se nos informa de las últimas novedades en relación a   Bustamante y su ex, o su casi ex o lo que sea; si se ven, si se saludan, si se hablan, si se besan. Se nos informa de Todo “lo que interesa” sobre Juana Rivas y “su maltratador” (le denuncia por maltrato es del año 2009 y su hijo pequeño nació en el 2014, fruto de su relación, suponemos que no de maltrato precisamente, con el progenitor de sus vástagos). Vemos imágenes sobrecogedoras de incendios forestales, arrasando hectáreas y hectáreas de terreno (como todos los años, sin que nadie explique porqué, en muchos casos, son los propios miembros de las brigadas antiincendios los autores de estos crímenes contra la naturaleza). Este año (como todos los años) suben las temperaturas, se ahoga la gente, hay accidentes de tráfico, se colapsan las carreteras, comienza la liga.

Y vuelta a la crisis de Venezuela, que se justifica (por los podemitas y los sociopodemitas) en que es mentira que allí se pase hambre y la miseria sea la nota dominante, que haya represión y crímenes políticos, que es un invento del imperialismo yanqui, y, además, que a nosotros que nos importa si es un país que está a tomar por el…bueno por allí. Del prusés que vamos a decir, vamos que nos vamos, porque nos sale de los mismísimos, por la puta cara y, como solución, los socialistas/podemitas recurren al consabido “diálogo”. ¿De qué vamos a dialogar con el atracador que nos quiere llevar la cartera a plena luz de día clamando que le sudan los güitos de la ley, de la policía y de los jueces? eso sí, lo hace siguiendo el mandato democrático de sus “colegas de fechorías”.

 

Nos gustan las malas noticias

 

Una de las noticias recurrentes este verano es la crisis de Corea del Norte. Todos los días aparece el cortito y estrafalario Kim Jong Eun amenazando con apretar el botoncito rojo.

 

Nos gustan los dramas, las catástrofes, el morbo del mal ajeno, las infidelidades, los asesinatos, las maltratadas y sus maltratadores, los animalistas y los animales de dos patas. Con una buena dosis de calamidades se echa la siesta mucho mejor. ¡Hay que ver cómo está el mundo! Y yo aquí, harto de gazpacho en gayumbos esperando que se caiga un poco el moreno para ir a tomar unas birras con los colegas, que para eso estamos de vacaciones.

Pero realmente no entramos a valorar ni a conocer en profundidad ninguna de estas noticas. Nos tragamos las mentiras, las malditas mentiras y las estadísticas que nos enchufan las cadenas televisivas y nos quedamos tan anchos, total para cuatro días que vamos a estar aquí, encima como para andar preocupados con lo que les pasa a los demás.

 

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En febrero de 1954 Marilyn Monroe actuó en Corea ante 190.000 soldados americanos.

 

 

La crisis de Corea, a lo lejos

 

Una de las noticias recurrentes este verano es la crisis de Corea del Norte. Todos los días aparece el cortito y estrafalario Kim Jong Eun amenazando con apretar el botoncito rojo. Un tipo con esa cabeza y ese peinado no puede regir bien. Hijo y nieto de dictadores, heredó el trono ganado a sangre y fuego por sus antecesores (asesinando, violando y deportando). No olvidemos que Corea del Norte es un bastión Comunista, de esos que luchaban contra las clases dominantes, que no creen en dioses ni reyes pero que no dudan en entronizarse cual emperadores de sus territorios, bajo la bandera del mandato democrático del pueblo. ¿Alguien ve alguna similitud con el discurso podemita o la soflama nacionalista del tipo ese gordito con un ojo errático, Junqueras o algo así? Pongamos por ejemplo a los Castro, los Chaves y los Maduro y tantos otros.

De ese país comunista nos llegan noticias sobre las amenazas de su líder supremo para bombardear la isla de Guam y, como no podía ser de otra manera, nuestra televisión pública envía a intrépidos reporteros de guerra a esta isla con dos bases americanas para entrevistar a los pacíficos moradores de la misma cuando están haciendo sus compras en el supermercado. ¿tiene usted mucho pánico, mucho terror? Las respuestas no dejan lugar a dudas: ¿miedo a qué?, aquí se habla de eso desde hace años y nunca pasa nada.

Esa es toda la información que estos reporteros son capaces de transmitirnos, entrevistas a ciudadanos de a pie en el súper mientras hacen la compra, en busca del drama, de la histeria de la incertidumbre, pero se encuentran con la serenidad y la tranquilidad que les da conocer de primera mano la verdadera situación que se vive en esta región. Es por eso que, a modo de simple información, me he permitido transcribir unos pasajes de un libro que me parece de rabiosa actualidad.

 

 

Guerra Civil en Corea

I parte

 

 

Según Michael Burleigh, en su libro “Small wars, far places”, (“Pequeñas Guerras, lugares lejanos”) Corea tiene aproximadamente el tamaño de la isla japonesa de Honshu, fue un reino independiente sometido sucesivamente al gobierno chino y japonés. Solo había prosperado imitando al cangrejo ermitaño pero sus veintisiete millones de habitantes nunca dejaron de desear su independencia.

El nueve de agosto de 1945 se había dividido a Corea a la altura del paralelo 38, teóricamente para que las tropas japonesas se rindieran a Chiang Kai-shek en el norte y a los estadounidenses en el sur. El norte más áspero e industrializado contaba con diez millones de habitantes; en el sur, más agrario, vivían unos diecisiete millones

La frontera se trazó de forma totalmente arbitraria en Washintong DC por parte del Coronel Dean Rusk, quien la fijó a altas horas de la noche basándose en un ejemplar del National Geographic. Lo que no sabía era que la Rusia Imperial y Japón ya habían elegido ese paralelo cuarenta años antes. No había ningún accidente del terreno adecuado para fijar una frontera y Rusk y su colega, el coronel Charles Bonessteel, estaban decididos a mantener Seúl en la zona sur.

Pero estos proyectos se fueron al traste con la llegada de la China soviética, no de la nacionalista, un mes antes de que embarcaran los primeros estadounidenses en Japón y Filipinas. Las tropas comunistas se dedicaron al saqueo sistemático del campo, violaron a las mujeres japonesas y robaron cincuenta millones de yenes del banco principal. También desmantelaron y eliminaron empresas como la central petroquímica Hungnam y la hidroeléctrica de Sup ´ung en el río Yalu.

 

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Kim Il Sung

 

 

Aparece Kim II Sung

 

En septiembre de 1945 atracó en Wonsan un barco ruso, el Pugachev. A bordo iba Kim Il Sung, que había escapado a Siberia en 1940 huyendo de los japoneses. En el ínterin, Kim se había convertido en capitán de la 88 Brigada Especial de Reconocimiento del Ejército Rojo, que formaba parte del vigésimo quinto ejército. En junio de 1946 creó su propio partido comunista de Corea del Norte, con gran habilidad y ayuda soviética, y asesinó a todos los rivales de más edad o carismáticos que pudieran hacerle sombra. Casi el 60 por ciento de sus 4.500 miembros eran intelectuales, empresarios u “otras cosas”, pero no obreros.

Por entonces, Kim que hablaba mandarín con fluidez, se congració con Mao y permitió que las tropas del ELP de Liu Biao huyeran a Corea cuando la presión en Manchuria por parte de las tropas de Chiang se hizo insoportable a finales de 1946. Mientras la suerte de Mao en China pendió de un hilo, nadie disputaba a los soviéticos su influencia en Corea, donde el ruso más poderoso era el general Terentii Shtykov, virrey de facto de Stalin.

 

A MacArthur esta parte de su imperio le interesaba poco, y solo la visitó una vez en los cinco años anteriores a la guerra de Corea en 1950. En un principio los estadounidenses congeniaron mejor con los ocupantes japoneses que con los díscolos políticos coreanos.

 

Muchos nacionalistas-comunistas coreanos se quedaron perplejos con el mediocre debut de Kim en un concurrido mitin, en el que apareció flanqueado por tres generales del Ejército Rojo que escucharon con gesto grave su largo panegírico a Stalin. Kim implementó un programa de reforma agraria y nacionalizó la industria. En torno a un millón de norcoreanos huyeron hacia el sur tras sentir en sus propias carnes los inicios del gobierno comunista.

Las tropas estadounidenses de Okinawa habían ocupado los territorios al sur del paralelo 38. Las comandaba el general John Reed Hodge, que respondía ante el general MacArthur, jefe supremo en el teatro del Pacifico. A MacArthur esta parte de su imperio le interesaba poco, y solo la visitó una vez en los cinco años anteriores a la guerra de Corea en 1950. En un principio los estadounidenses congeniaron mejor con los ocupantes japoneses que con los díscolos políticos coreanos. Estados Unidos confiaba en las élites que ya habían colaborado con él, incluidos policías y soldados, y en el “Holandés Errante” coreano, Syngman Rhee, para crear instituciones de gobierno. Aunque el Departamento de Estado se mostraba suspicaz ante Syngman Rhee, este duro septuagenario, al que apodaban “Nuez” por su piel correosa, tenía la gran ventaja de ser uno de los pocos coreanos que conocían a los estadounidenses. Rhee reunía todos los requisitos para el puesto, era un devoto metodista, anticomunista y autoritario, lo que se esperaba del líder carismático que se encargaría de las opciones de Estados Unidos en Asia. El conservador Partido Democrático de Corea controlaba el consejo asesor compuesto por once miembros creado para ayudar al gobernador militar estadounidense, y eliminó al grupo rival de la República Popular de Corea y los sindicatos por considerar, sin razón, que eran frentes comunistas.

 

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Syngman Rhee y Kim il Sung

 

 

Un Protectorado como paripé

 

En diciembre de 1945, los rusos aceptaron la propuesta estadounidense de dejar a Corea en manos de un protectorado compuesto por cuatro potencias durante un periodo de cinco años. Esto habría de facilitar la transición a un estado coreano independiente y unificado. En realidad, tanto los soviéticos como los estadounidenses incentivaban la unificación de los gobiernos de sus clientes, como habían hecho en Alemania. En Seúl se inició una legislatura provisional y se nombró un gobierno interino dominado por los conservadores que habían colaborado con los japoneses. El Jefe del Estado Mayor del nuevo ejército de Corea del Sur había sido coronel del ejército japonés y su sucesor también había combatido con el ejercito de Kwanting en Manchuria. Los rusos querían salir de Corea junto a los estadounidenses y dejar que los rivales locales decidieran el asunto, pero Estados Unidos persuadió a la organización de Naciones Unidas de que apoyaran la celebración de elecciones nacionales bajo la supervisión de la ONU como paso previo a la retirada soviética.

 

Tras la creación de la República de Corea, en julio de 1948, Syngman Rhee se convirtió en su primer presidente.

 

Cuando Corea del Norte se negó a aceptar estos acuerdos, la mayoría de los miembros del Comité Interino de la Asamblea General de la ONU en Corea autorizó la celebración de elecciones solo en el sur.

 Aunque los matones de Rhee empelaron una buena dosis de brutalidad para garantizar los resultados de las elecciones, rechazados por la oposición, la ONU aceptó unos resultados que izaron a Rhee al poder como cabeza de una coalición de partidos conservadores. Tras la creación de la República de Corea, en julio de 1948, Syngman Rhee se convirtió en su primer presidente. Intentó eliminar a sus antiguos colaboradores y, al amparo de la Ley de Seguridad Nacional de diciembre de 1948, encarceló a 58.000 izquierdistas surcoreanos en medio de una violencia política endémica y censuró la prensa con rigor. En junio de 1949 fue asesinado uno de los mayores críticos de Rhee.

 

“La rebelión de la cosecha de otoño”

 

El régimen creado en el sur tampoco es que fuera muy popular y no todos los opositores eran (como se los denominaba) comunistas, término que los estadounidenses usaban cada vez más indiscriminadamente. La consolidación política de la República de Corea se vio interrumpida por cierta insurgencia regional que no tenía nada que ver con las guerrillas que los coreanos del norte habían infiltrado en la provincia del noreste de Kangwon. A medida que se hundía la administración japonesa, habían ido surgiendo comités espontáneos por toda Corea del Sur. Algunos eran de izquierdas, sobre todo en el sudoeste, en Cholla y Kyongsnag y en la isla de Cheju. En noviembre de 1946 las tropas estadounidenses se unieron a la policía para reprimir una rebelión campesina en Cholla. Conocida como la Rebelión de la Cosecha de Otoño, se debió en parte a una época de monzones muy seca y a la pérdida de la cosecha de arroz.

 

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Portada del libro de Michael Burleigh, “Small wars, far places”, (“Pequeñas Guerras, lugares lejanos”).

 

 

Durante esta campaña de pacificación murieron entre 30.000 y 60.000 isleños, y unos 40.000 huyeron a Japón.

 

En la isla de Cheju el separatismo y el socialismo se unieron para luchar contra la intención de los partidarios de Syngman Rhee de unirse a los comités populares que llevaban gobernando la isla desde finales de 1945 con una mínima interferencia por parte de los estadounidenses. El régimen de Seúl introdujo una milicia de derechas denominada Cuerpo Juvenil de Noreste para ayudar e inducir a la policía a eliminar a los izquierdistas con violencia criminal. Los rebeldes formaron una fuerza insurgente denominada Ejercito Democrático del Pueblo. El ejército de Estados Unidos proveyó de asesores a la policía y las milicias, que recurrieron a tácticas contrainsurgentes niponas para limpiar la isla de rebeldes. Esto supuso destruir aldeas del interior y trasladar a sus habitantes a las costas, donde podrían controlarlos mejor. Atacaron a las guerrillas con la llegada de las nieves de invierno, que les restaba movilidad y les daban mayor visibilidad.

Durante esta campaña de pacificación murieron entre 30.000 y 60.000 isleños, y unos 40.000 huyeron a Japón. Muchos miembros de los Cuerpos Juveniles del Noroeste pasaron a formar parte de la policía, y un veterano policía de Seúl se convirtió en uno de los delegados de la isla en la Asamblea Nacional. La rebelión de Cheju se extendió entre las tropas de la República de Corea del Sur, que se negaron a embarcar en un puerto denominado Yosu para luchar contra los insurgentes y luego se unieron a las guerrillas. Los oficiales coreanos que habían combatido junto a los japoneses en Manchuria recurrieron a las tácticas de contrainsurgencia niponas; los estadounidenses aportaron servicios secretos, servicios de reconocimiento aéreo y aviones C-47 para transportar a las tropas coreanas hasta las zonas de guerra. Se cree que murieron unos 100.000 coreanos en estas operaciones de contrainsurgencia que acabaron un año antes de que estallara la guerra de Corea.

 

“Si por nosotros fuera ya lo habríamos hecho, somos lo suficientemente fuertes como para marchar sobre Pyongyang y tomarla en pocos días”.

 

 

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El General Douglas MacArthur

 

Tomar Pyongyang en tres días

 

Tras aplastar la rebelión y haber creado el Estado de Corea del Sur, Estados Unidos retiró las tropas de Hodge y sus otras dos divisiones, confiando que las fuerzas armadas de la República de Corea podrían ocuparse de retos futuros. Solo dejaron quinientos hombres pertenecientes al Grupo de Asesoría Militar de Corea. Al norte del paralelo 38, Kim había proclamado la República Democrática de Corea del Norte en septiembre de 1948. Ocurrió algo similar al proceso seguido en Alemania, donde se creó la República Democrática de Alemania después de la República Federal. Aunque los soviéticos retiraron sus tropas a finales de 1948, su Vigésimo Quinto Ejercito, compuesto por 120.000 hombres, entregó sus armas, junto a las que los soviéticos habían confiscado al ejército japonés, al recién creado Ejército Popular de Corea del Norte.

A partir de mayo de 1949, se intensificaron escaramuzas fronterizas entre el norte y el sur, lo que exigió la intervención de cada vez más tropas. Si bien Estados Unidos se negó a entregar a los coreanos del sur artillería pesada, tanques y aviones, los líderes de Corea del Sur asumieron una retórica muy belicosa. En octubre de 1949 Syngman Rhee dijo a un veterano periodista estadounidense: “Tengo la certeza de que podríamos tomar Pyongyan en tres días”. Ese mismo mes, el ministro de defensa de Corea del Sur informó a la prensa de que sus tropas estaban listas para invadir Corea del Norte. “Si por nosotros fuera ya lo habríamos hecho, somos lo suficientemente fuertes como para marchar sobre Pyongyang y tomarla en pocos días”.

Lo que algunos historiadores denominan una guerra civil para unificar Corea tras cuarenta años de ocupación japonesa estaba a punto de convertirse en una de las crisis más peligrosas de los años de posguerra.

(Continuará con una segunda parte)