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Degenerando, degenerando

Es muy conocida la anécdota de Juan Belmonte sobre la meteórica carrera de uno de sus banderilleros,  Joaquín Miranda quien tras su etapa de rehiletero con el Pasmo de Triana, tras acabar la Guerra Civil se metió en política y, en escaso tiempo, llegó a ser nombrado gobernador civil de Huelva. Por si alguno la desconoce, paso a relatársela. Cuentan que Belmonte acudió con un amigo a un festival benéfico que presidía su antiguo banderillero. Su amigo, extrañado ante el inusitado y rapidísimo ascenso político de Miranda, le preguntó: “Don Juan, ¿es verdad que este señor gobernador ha sido banderillero suyo?”. Belmonte, con su habitual parquedad conceptual, le contestó con un lacónico “sí”, a lo que su interlocutor insistió: “Don Juan, ¿y cómo se puede llegar de banderillero a gobernador tan rápido?”. Y el genio taurino nacido en la calle Feria, con su conocido tartamudeo, respondió: “¿Po…po…po cómo va a ser?. De…de…degenerando, de…de…degenerando”.

 

Viene al hilo esta anécdota belmontiana con lo que está ocurriendo en estos críticos momentos en España. ¿Cómo hemos llegado a la actual situación crítica con el golpe de Estado independentista consentido en Cataluña? Como diría Belmonte, degenerando, degenerando. Porque seamos serios, no sólo ha degenerado la clase política en los últimos años sino toda la sociedad española, toda. Y de eso tenemos la culpa todos, de los políticos, de medios de comunicación, educadores, familias y hasta de los mediopensionistas. Hay que enfrentarse cuanto antes a una completa catarsis social que le dé la vuelta como un calcetín al denigrante sistema de valores que se ha impuesto socialmente en las últimas décadas en esta España maniquea, inculta, acomplejada y sin objetivos claros para el futuro de las nuevas generaciones.

 

¿Cómo hemos llegado a la actual situación crítica con el golpe de Estado independentista consentido en Cataluña? Como diría Belmonte, degenerando, degenerando

 

Echar un vistazo a los actuales líderes políticos es caer en el fondo de la depresión. Ni Rajoy, preso de ese inmovilismo gallego cuyo máximo objetivo es alargar los problemas para que estos se solucionen solos, ni Pedro Sánchez, cautivo de una absoluta indefinición y un obsesivo interés por alcanzar al precio que sea la Presidencia del Gobierno, ni Pablo Iglesias, cautivo de un egocentrismo enfermizo propio de los dictadores mas abyectos, ni siquiera Albert Rivera quien, pese a su indudable tirón, juega a varias barajas para lograr unas cuotas de poder que colmen su ansia de llegar al poder, ninguno de ellos le llega a los tobillos de muchos de los líderes que encabezaron la transición, muchos de los cuales, como Felipe González, Alfonso Guerra o José María Aznar (alguien que no cuenta precisamente con mis simpatías), han demostrado y siguen demostrando hoy día mucho más sentido de Estado que cualquier chinquichanca de los que nos dirigen. Por supuesto no quiero ni hablar de algunos dirigentes autonómicos o municipales que, como Puigdemont, Junqueras, Colau, Carmena y tantos otros están llevando al país al borde del abismo.

 

“Sólo te digo una cosa, si en Francia ocurre algo así, algo impensable, los responsables hubiesen durado dos minutos”.

 

No quiero entrar en el asunto catalán del que ya han escrito (y lo que te rondaré morena) mejores plumas que la mía. Espero que de aquí al lunes quede abortado el golpe de Estado y que sus responsables sean juzgados y en su caso encarcelados. Todo parece indicar que en contra de lo que muchos pensaban, se está ganando por fin la guerra de la comunicación después de haber perdido varias batallas tras el 1-O. Pero lo que me parece que está siendo definitivo para abortar la asonada golpista catalana es la decisión de algunas empresas y entidades financieras, claves para el futuro de la República Independiente de Cataluña, de emigrar a otros territorios. De siempre en Cataluña la pela es la pela y si la pela huye del independentismo, éste está herido de muerte. No sé si el lunes se celebrará el Pleno para declarar la Declaración Unilateral de Independencia. Puigdemont es tan tonto como para seguir en sus trece. De ahí a la cárcel, acompañado por Junqueras y Forcadell va un paso. Y, desde luego, si eso se produce hablar de diálogo y mediaciones de Iglesias en plural, de la Iglesia en singular o de la UE es una patochada que sólo se le podía ocurrir a Pedro Sánchez.

 

Tengo una amiga francesa, Françoise, que se ha venido a vivir a Sevilla y que no entiende nada lo que está pasando en Cataluña. Tratando el otro día de explicárselo lo que más le extrañaba es descubrir que el gobierno catalán y su presidente estaba formado por políticos de la derecha, de los representantes de la burguesía y la oligarquía catalana. Ella pensaba que todo el lío independentista lo habían formado los  anarquistas de la CUP y no le cabía en la cabeza que políticos cercanos ideologicamente a la derecha francesa de Sarkozy fuesen los promotores de todo este lío. “Sólo te digo una cosa, si en Francia ocurre algo así, algo impensable, los responsables hubiesen durado dos minutos”.