The news is by your side.

De gatitos y hombres

Javier_Menezo
Javier Menezo*

De ratones y hombres, la novela de Steinbeck, es famosa por, entre otras cosas, figurar en la lista de la Asociación americana de bibliotecas de los libros más cuestionados del siglo XX, debido a su lenguaje ofensivo y vulgar. Muchos opinan que el retrato de la gran Depresión americana no debió centrarse en el sufrimiento sino en el afán de superación y solidaridad. Caminar por el lado soleado de la vida.

Cuando visitas Sachsenhausen, el campo de concentración cerca de Berlín, destaca, al fondo, un impresionante -por lo grande- monumento a su liberación. Un soldado soviético apoya los brazos sobre los hombros de dos fornidos prisioneros. Musculados como una portada de Muscles and fitness. El autor había esculpido dos prisioneros con aspecto de prisioneros pero le hicieron cambiarlos. Los presos políticos que allí estuvieron no podían aparecer como débiles. Su estancia fue una forma más de lucha y así estaban, como castillos. Había que presentar el lado soleado de la vida. Existen imágenes de los otros campos de la muerte y así y todo hay negacionistas, ¿qué no estarían diciendo si nada de eso se hubiera registrado para no herir a nadie mostrando el horror?

Recordé estos ejemplos por las reacciones a los atentados de Barcelona. Para quienes crecimos en la Euskadi de la última parte del pasado siglo, había dos constantes: la humedad y las imágenes de la violencia. Tan continua que el día de la memoria se celebra el diez de noviembre, por ser una de las pocas fechas en el calendario en el que no hubo atentados. Soy, pues, de una generación que creció y vivió con ello. Ahora hay otra y, afortunadamente, apenas recuerda. Si no hubieran existido imágenes, si un repaso a la hemeroteca no nos recuerda los años de plomo y nos interroga sobre lo que hicimos y lo que no hicimos, hoy sería fácil afirmar que lo que sucedió no ocurrió.

 

Si el terrorismo pretende socavar la democracia no ayudemos defendiendo la censura como primera reacción.

 

Ese pasado hizo que, inicialmente, me chocara la polémica sobre las imágenes del atentado de Barcelona. Pero para bien. Suponía que aquello a lo que estábamos habituados choca a quienes vienen después de nosotros. El debate, en realidad, acaba de empezar. ¿Dónde está el límite y quién lo pone? ¿Es aplicable a la vecina del tercero que graba la escena igual que a un periodista? Hemos visto celebrar que un centro comercial se niegue a vender periódicos porque tenían imágenes del atentado, y hasta gente de izquierdas pidiendo sanciones a quien ponga fotos cuando la policía ha pedido que no se haga. Ojo, que estas cosas, empiezan con buena voluntad pero siempre hay un ministro de justicia dispuesto a dar su nombre en una reforma del código penal.

Seguramente no nos guste, pero las consecuencias de un atentado no son el abrazo solidario, los donantes de sangre, las velas y los globos, o el misterioso taxista marroquí que como nueva chica de la curva se ha aparecido a la madre de docenas de tuiteros. Esa es la reacción ante las consecuencias de un atentado. La mejor. Otra, puede ser, la invitación al odio, la xenofobia o un ex cantante dispuesto a ir a luchar a no sé dónde. La naturaleza humana da para todo. Pero no se trata de no poner imágenes para no suscitar estas últimas reacciones, porque las consecuencias de un atentado son sufrimiento, el dolor. La solidaridad es la reacción ante esas consecuencias. Se corre el riesgo de embellecer el terror y no todo es caminar por el lado soleado de la vida. Hay miseria y sufrimiento. La gente muere y no es feliz que decía Camus.

Si el terrorismo pretende socavar la democracia no ayudemos defendiendo la censura como primera reacción. Estas cosas de censurar, ya digo siempre tienen un político atento que reclame una ley mordaza. Si queremos otro ejemplo, repasemos la otra serpiente de verano: la elaboración de la lista de canciones prohibidas. Una concejala preocupada decide que Despacito incita al machismo, se elabora ella sola una lista de canciones machistas y nos protege de nosotros mismos. Un alcalde también nos protege de nosotros mismos porque un documental critica la Semana Santa. No sea que lo veamos y quememos una Iglesia. Lo mejor fue la declaración de la concejala: ahora hay que elaborar la lista hasta que ya no haga falta porque el autor no componga ese tipo de canciones. Vamos a censurar, canciones, documentales, imágenes, hasta que no haga falta porque se establezca la autocensura. Y hasta que eso llegue ya no veo imposible que los concejales de festejos acaben llevando también el área de buenas costumbres tijera en mano.

 

*Javier Menezo es Abogado. Letrado del SEPE (INEM). Militante de base del PSOE

@javimenezo