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De ingenuos y truhanes

 

Pues ahí lo tenemos. Vuelta al punto de partida. Sólo que ahora los independentistas tienen la legitimidad política, aunque no la social ni la legal, para pegar un sprint muy fuerte y llevar al culmen su agenda. ¿Todo tan sencillo? Veremos. Si hablamos de legitimidades democráticas y de la voluntad de la “mayoría” de pueblo -que cada vez se asocia más con la fórmula fácil de la mitad más uno-, diremos que los no independentistas han obtenido el 52,1% de los votos y que la fuerza política que ha ganado las elecciones es CIUDADANOS. Atendiendo ahora a la Ley Electoral que todo el país parece repudiar, o que queda muy guay repudiar, lo cierto es que los 34 escaños de JUNTSxCAT, los 32 de ERC-CatSí y los 4 de la CUP suman 70 escaños en un Parlamento de 135. Esto es, más que los 65 que se lleva el ficticio Bloque no independentista. A este respecto hay que decir dos cosas: primera, este bloque no existe, cada partido tiene su agenda política particular y sólo pactará con los demás o con alguno de ellos si le conviene; dos, CatComú-Podem no es no independentista, sino que se trata de un grupo que lo que ha buscado desde los primeros momentos ha sido dinamitar el Estado Español, al que odia profundamente e identifica con Franco, para poder abrir una etapa de inestabilidad institucional que saben que beneficiará a populismos como el suyo. Lo único que no está exento de hilaridad en todo esto es a ver cómo digiere el PP que los radicales turismófobos de la CUP hayan sacado más votos y más escaños que ellos. Una buena ocasión para plantearse cambiar a Xavier García Albiol, un hooligan que sólo sabe decir con los independentistas son muy malos, por otro candidato más imaginativo.

 

Todo siguiendo la consigna que Puigdemont lazó desde Bruselas: hacer lo que haga falta para salir de la cárcel, aunque eso implique engañar al Juez.

 

Así que tengo que matizar lo que he dicho antes. No estamos en el punto de partida. Estamos peor. Pero no se nos escape la jugada: los independentistas ni tienen la mayoría de votos (así que se acabó eso de que reciben el mandato del pueblo catalán en su conjunto o de su mayoría más significativa) ni ninguna de su formación es la más votada (así que no han ganado las elecciones). Lo que sí tienen es una mayoría de escaños si son capaces de pactar gracias a una ley electoral injusta que, en su cinismo más vil, no tienen reparo en utilizar para conseguir lo que quieren. Que lo digan. Pero que no hablen de democracia. Lo tienen muy fácil, dada la exigua capacidad del Estado de Derecho español para ponerles fuera de juego, más atento a sacudirse los chantajes morales de turno que a enfrentarse a un problema que se hace más grande por momentos y que amenaza con desbordar a la sociedad misma.

 

Ahora yo me pregunto una cosa: ¿valía la pena aplicar un 155 cero, no light, para hacer elecciones en menos de dos meses con un contexto político polarizado y sin tiempo material para cauterizar las heridas que los aventureros políticos del independentismo han causado a la sociedad española en su conjunto y a la catalana en particular? Los resultados hablan por sí mismos. Los que creen que a estos últimos no tener la mayoría de votos les va a impedir construir un relato demagógico y consumible para sus masas, más vale que vayan espabilando. O si no, que echen un vistazo a las acciones de los independentistas excarcelados bajo la promesa de ser buenos como Josep Rull y Carme Forcadell, que siguen proclamando alto y claro que nada ha cambiado y que piensan rebelarse contra el Estado de nuevo. Todo siguiendo la consigna que Puigdemont lazó desde Bruselas: hacer lo que haga falta para salir de la cárcel, aunque eso implique engañar al Juez. Dudo mucho que el resto de la población española sea tan fácil de estafar.

 

Mientras los independentistas sigan controlando la Educación, la Televisión Pública, la Administración y la Policía, esto no se va a solucionar nunca.

 

Este es el problema y no otro. Existe tanto miedo a ir contra los dogmas de lo políticamente correcto que hay que tragarse, literalmente, las mentiras de estos señores y hacer como que aquí no ha pasado nada. So pena de que quienes han jaleado a los independentistas desde siempre salten ahora al yugular diciendo que en España hay presos políticos y que se reprime y tortura a la gente. Si así fuera Gabriel Rufián no podría seguir haciendo honor a su apellido en Twitter, Puigdemont no tendría la osadía de pavonearse de España como lo hace desde Bélgica y el 21-D no habíra pasado lo que ha pasado. Quisiera yo saber ahora a quién le pasan, sino a todos los españoles, la factura por unas hipotéticas segundas elecciones en Cataluña o por el coste social que suponga tener un Parlamento Autonómico que no puede aprobar ley alguna y que sólo es cámara de resonancia para quienes van a volver a saltarse la Ley.

 

Asumamos la verdad y quitémonos la venda de los ojos: mientras los independentistas sigan controlando la Educación, la Televisión Pública, la Administración y la Policía, esto no se va a solucionar nunca. Mientras en las guarderías y en las universidades se les lave el coco a los jóvenes y en los centros de trabajo la gente honrada tenga miedo de decir lo que piensa por miedo a perder su empleo, aquí no hay nada que hacer. Y todo esto es culpa de los partidos que gobiernan el país, que anteponiendo su cálculo electoral al bienestar de la sociedad, no tienen valor para hacer lo inevitable. Aviso a navegantes: la ingenuidad, la complacencia, la debilidad y el sometimiento para con los truhanes nos va a costar España. Y esto no es política.