The news is by your side.

De tres negritos que eran, solo queda una en el vagón

Pepe Griñán montó en el vagón de mando del PSOE-A a tres 'griñaninis'. Susana Díaz es la única superviviente que toca poder.

 

La llegada de Pepe Griñán a la presidencia de la Junta estuvo rodeada por síntomas de aparente renovación en el PSOE de Andalucía. Ido Manolo Chaves a Madrid junto a Zapatero, a un destino que más pareció un dique seco que una vicepresidencia, nada fue igual en las tropas del PSOE andaluz. Chaves también había sido presidente federal, cargo que heredó después su viejo e íntimo amigo Pepe.

Pepe Griñán era el primer presidente que llegaba a la Junta, elevado por el PSOE, que no tenía ni la más remota idea de eso que llaman “el partido”. Menos que Escuredo, que ya es decir. El aparato del partido, las cocinas en las sombras, donde se le da forma a las voluntades, deseos y mandatos de los respectivos líderes. Griñán, conocedor y reconocedor de sus limitaciones en la materia, quiso perfeccionar el modelo tradicional de Chaves  con Gaspar Zarrías en el Gobierno y Luis Pizarro en el partido. Fue cuando en los verdes páramos del socialismo andaluz empezaron a crecer los llamados “griñaninis”, tres jóvenes valores del socialismo andaluz, dos hombres y una mujer, llamados por aquel entonces a ser el futuro del puño y la rosa, el relevo generacional definitivo a los abuelos de Suresnes. Posiblemente en esa época Manolo Chaves debía ser el único dirigente socialista en activo que acudió con Felipe y los demás a aquel congreso histórico en territorio francés en 1974 y donde el PSOE del interior le ganó el pulso de la historia al viejo PSOE del exilio de Rodolfo Llopis.

El presidente y posterior secretario general del PSOE andaluz colocó en el primer vagón a tres jóvenes pasajeros llamados Rafael Velasco, Mario Jiménez y Susana Díaz. De los tres el onubense Jiménez era el más conocido por su labor durante años como portavoz parlamentario, sin embargo, todos sabían que Velasco era el hombre destinado a manejar el aparato del partido y algunos hasta le veían como hijo heredero del presidente. Mientras, Susana Díaz, fue elegida para ser Consejera de Presidencia de la Junta, pacientemente a la espera. Ese era, a grandes rasgos, el diseño troncal del socialismo de Griñán. Un plan que finalmente trastoca la filtración judicial a la Junta de que Alaya va a imputar al presidente por los Eres y Griñán dimite.

Los tres, todos de la misma generación y curtidos en las Juventudes Socialistas, aparecieron inicialmente como un solo cuerpo, una sola mano del presidente para ejecutar todos aquellos trabajos delicados a realizar por interés del partido. Fundamentalmente a quitar de la carrera a la gente del trio Chaves, Zarrías, Pizarro de quienes se distanciaron lentamente y mucho, con ruptura de relaciones de amistad incluso entre Griñan y Chaves.

Uno de los primeros trabajos de los que se encarga el triunvirato es el de investigar al que consideraban el más peligroso adversario porque era muy ambicioso, alguien cuyo nombre había sido barajado desde el Partido (Pizarro) como sucesor de Chaves en su momento. Alguien que controlaba una provincia plagada de corrupción política de la derecha, de la izquierda y donde, supuestamente, el dirigente socialista estaba bajo sospecha según unos papeles que habrían llegado a la dirección regional.

Se trataba del dirigente almeriense Martín Soler, el único socialista andaluz que ha salido de la sede presidencial rechazando dos consejerías y dando un sonoro portazo. Aquella investigación del partido, propiciada por las denuncias de un interventor municipal de un municipio del Levante almeriense, nunca siguió adelante, pero el exconsejero Soler Márquez acabó apartado de la política y metido en el mundo de los negocios.

No pasó mucho tiempo hasta que el diario El Mundo reveló que la mujer del número dos del partido, Rafael Velasco, había recibido fondos de formación en una empresa de su propiedad. Hay papeles que lo demuestran y ven a la luz misteriosamente. Nadie supo nunca la mano que había activado aquel disparo certero.

Susana Díaz fue una de las primeras en salir a la palestra y, muy indignada y cabreada, defendió la honorabilidad de Rafa Velasco como si fuera su madre, al igual que Griñán como un padre. A todos sorprendió la decisión irrevocable de Velasco de dimitir de un dia para otro. Aquel escándalo terminó con la carrera política de Velasco que se acabó marchando a trabajar a Sudamérica.

Tras la dimisión de Velasco como Vicesecretario General del PSOE-A los destinos del partido quedaban en el aire. Mario era imprescindible en el Parlamento, solo quedaba Susana para sacrificarse y cargar sobre sus anchas espaldas el gobierno y el partido. La mujer que nunca supo nada de lo que se cocía con los Eres y las subvenciones de Empleo de su protector Viera en la Sierra Norte de Sevilla, dotada de pronto de una capacidad extraordinaria de control nunca antes vista.

Mario Jiménez, el tercer negrito del tren, dio un paso atrás y permaneció en la portavocía hasta que sonaron las trompetas de la batalla contra Pedro Sánchez. Fue la propia Susana la que decide darle un papel destacado en el reparto de la ópera bufa de Ferraz a Mario Jiménez, algo nada fácil, con riesgo de sufrir quemaduras de distintos grados como así parece que ha sido.

Basta remitirse a la hemeroteca para recordar cuánto y de qué manera se auto inmoló el político onubense como portavoz de la gestora anti Sánchez. Las de cosas que dijo y las que no dijo o no quiso decir.

La victoria de Sánchez vaticinó que la tierra se iba a mover en el socialismo español y especialmente el andaluz, quizás por esta razón empezaron a circular rumores sobre políticos que estarían pensando en irse a la iniciativa privada, a ser posible a un trabajo compatible y bien remunerado. El nombre de Jiménez fue uno de los que circuló esos días, pero no hubo ningún otro indicio que avalase la certeza del posible abandono de la política.

También se sabía que Jiménez, estratégicamente alejado de Díaz desde la pérdida del poder, era una de las pocas voces en el entorno de la lideresa que le sugería la necesidad de pactar, acordar, unirse a Sánchez y liquidar la guerra de una vez. Tesis que no le disgustaba a Susana, pero siendo ella la que marcara los tiempos y las reglas del arreglo. Cada día que pasa Susana Díaz pierde apoyos internos en la federación andaluza respecto a los que gana el sanchismo. El haber ganado Sánchez las elecciones generales con 123 escaños ha generado una gran desbandada de cuadros del susanismo que, en el mejor de los casos, se ponen equidistantes.

De ahí que Susana Díaz se haya puesto a cambiarlos a todos menos a ella que seguirá de jefa superior del partido. Y aprovechando el gatopardismo casero que ha activado ha echado del viejo tren al último negrito que subió Griñán, Mario Jiménez que deja la portavocía, se queda en su escaño andaluz y ha rechazado el acta de senador por la comunidad, dato que no debiera pasar desapercibido por inusual.

En teoría este cuento se ha acabado, pero solo la primera parte. En la segunda veremos como la última ‘griñanini’ defiende la posición en tren para que Pedro Sánchez no le coloque en el vagón de mando a varios negritos más, jaleados desde Twitter por Amparo Rubiales. De momento la expresidenta se ha rodeado de quienes le ayudaron a perder el poder el 2 de diciembre último, o si prefieren dulcificarlo, Susana ya tienes sus ‘griñaninis’.