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“Deja vu” postvacacional

El “deja vu” sigue siendo la incapacidad de Sánchez para lograr los apoyos necesarios para su investidura.

 

Se acabó lo que se daba. Abren de nuevo los estancos, los bares, los restaurantes, las administraciones de lotería, los kioscos de prensa y las tiendas “cerradas por vacaciones” todo el mes. Vuelve la bendita rutina y la anormal normalidad a nuestras vidas tras unas semanas de asueto en la playa o en el pueblo en las que hemos padecido todos los horrores que conllevan las dichosas vacaciones, ya saben, calor insoportable, excesos de comida y bebida, viajes interminables, niños coñazo, hacer y deshacer maletas, gastos estratosféricos, bastantes kilos de mas, moreno que desaparecerá en pocos días, arena hasta en el colodrillo y un sin fin de inconvenientes que cada año asumimos sin rechistar para evitar discusiones con la parienta. Afortunadamente no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista y la hoja del interminable mes de agosto se cayó por fin del calendario, volviendo la deseada monotonía que tanto echábamos de menos en el apartamento playero o en la incomodísima casa familiar del pueblo.

 

Uno esperaba que, como todos los años, las teles nos recibieran con el consabido y manido reportaje del trauma postvacacional que sufren los cada vez menos trabajadores españoles, no porque se trabaje menos, sino porque cada día hay menos trabajo, según hemos podido comprobar nada más desembarcar en casa, y sorprendentemente no ha sido así. Los sucesos como la intoxicación por listeriosis o la desaparición de Blanca Fernández Ochoa han copado todos los informativos dejando a un lado hasta el coñazo político de las más que previsibles elecciones de noviembre. Eso sí, todo vuelve a la normalidad y uno, que ha reseteado su mente para no volver a pensar en vacaciones hasta las próximas Navidades, se encuentra inmerso en un fenómeno paramnésico que los franceses definieron con dos palabras: “Deja vu”, o sea “ya vivido”.

 

Lo de la inmigración sigue igual y solo cambian algunos nombres, el “Acuarius” se llama ahora “Open Arms”, las pateras continuan llegando a Barbate, Conil o a Roquetas, el salto masivo de la valla de Ceuta se repite cada dos semanas, la delincuencia sube espectacularmente en ciudades como Barcelona y la violencia de género sigue produciendo víctimas a lo largo y ancho del territorio español. Continuamos, un mes más, sin Gobierno por la ineptutud de nuestros dirigentes políticos, y el paro sube en agosto como no lo había hecho desde los temidos tiempos de la crisis que Zapatero se negó a ver. Todo igual, pero peor. Vamos que, visto lo visto, a uno le entran ganas de volver a sufrir las temidas vacaciones estivales en la playa o en el pueblo para evadirse de lo que nos espera en los próximos meses.

 

Porque esto tiene muy mala pinta. Me dirán que soy un pesimista nato y yo les respondo que un pesimista no es sino un optimista bien informado. Los españoles poseemos una rara habilidad para repetir errores solo comparable a la del burro que tropieza dos veces con la misma piedra. Nosotros esperamos al burro más torpe y tropezamos no una, sino cien veces, sabiendo que antes o después nos vamos a pegar el costalazo. Y esta vez, si alguien no lo remedia, el ínclito Pedro Sánchez puede superar con creces el nefasto periodo zapateril. Cuatro meses después de que se celebraran las últimas elecciones generales, el “deja vu” sigue siendo la incapacidad de Sánchez para lograr los apoyos necesarios para su investidura. Un “deja vu” tan repetido como lo del “Gobierno progresista” que no se harta de repetir en cualquiera de sus intervenciones públicas. ¿Un Gobierno progresista es la alianza entre PSOE y Podemos?¿Entre Pedro Sanchez Picapiedra y Pablo Iglesias Mármol? Pues estamos aviados…Con esos mimbres uno preferiría exiliarse a las Bahamas donde lo peor que te puede pasar es que te pille un huracán, bastante menos dañino del que nos va a caer sobre nuestra economía a la vuelta de la esquina.

 

Así las cosas, todo parece indicar que vamos encaminados a las nuevas elecciones de noviembre. Reconozco que hasta el momento yo defendía que, antes o después, PSOE y Podemos iban a llegar a un pacto de Gobierno que asegurara la investidura Pedro Sánchez y evitara la disolución de las Cortes desntro de algo más de dos semanas. Auguraba que Iglesias renunciaría a cualquier opción de ocupar ministerios con el fin de no acudir a una nueva cita con urnas en la que Podemos podría salir bastante perjudicado. Ya no lo tengo tan claro. No por parte de Podemos, sino por la de Sánchez que parece dispuesto a apretarle las tuercas a sus “socios preferentes” para conseguir su apoyo a cambio de casi nada. Si lo logra, así como el respaldo de los independentistas y los proetarras, el nuevo gobierno bonito del sanchismo puede durar menos que un caramelo a las puertas de un colegio.

 

La inestabilidad se ha instalado en nuestras instituciones y, como le ocurre al burro del refrán, los españoles estamos empeñados en tropezar de nuevo con la misma piedra. Otra vez más. Las encuestas que le dan una subida al PSOE, así lo confirman. Habrá que recapacitar y meditar mucho el voto si tenemos que volver a ejercerlo en el mes de noviembre. Después no vale lamentarse por los errores y las equivocaciones. Nada del clásico “yo pensé qué…” Muchos nos volverán a recordar que tenemos el Gobierno que nos merecemos. Y así es por más que reneguemos de él.