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Del opio del pueblo al laicismo demagógico

Benito Fdez 2
Benito Fernández

Uno llega a entender, aunque no a compartir, la frase de Karl Marx en su Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel sobre que la religión es el opio del pueblo, sobre todo porque a finales del siglo XIX y principios del XX en muchos países el poder fáctico de la Iglesia se podía comparar con cualquiera de los otros poderes que manejaban los hilos de la sociedad y la alienación de la religión para con las clases más desfavorecidas era comparable a la de la actual televisión basura. Ello conllevó que en algunos países como España la revolución trajera consigo la quema de iglesias y el asesinato de curas y monjas. Todo ese cruento pasado, toda esa teoría marxista que fomentó la barbarie, nada tiene que ver con la actual situación que viven las religiones en pleno siglo XXI, a no ser que nos fijemos en algunas sociedades como la propugnada por el Daesh en la que las consignas religiosas son connaturales con las dictaduras del poder.

Baste esta pequeña introducción para desarrollar algunas de las idioteces demagógicas y extemporáneas que ciertos individuos anclados en en el más ajado marxismo-leninismo siguen defendiendo como si el mundo se hubiese detenido en la Revolución francesa de 1789 o en la Rusia de 1917. Que en estos momentos, en el año 2016 y en plena sociedad global de internet, haya todavía quienes, desde el poder, propongan medidas laicistas y antirreligiosas suena a puro esperpento, a sainete cómico. Ello debe de ser producto de culturas escasamente desarrolladas y analfabetas en las que cualquier gesto de supuesta rebeldía como esgrimir una bandera republicana, levantar el puño o insultar una imagen religiosa es considerado por algunos como un acto de heroísmo progresista.

Viene todo esto a cuento de la perra que la izquierda radical ha cogido en Sevilla en torno al laicismo del Ayuntamiento. Ya habrán visto como Izquierda Unida apoyada por la marca blanca de Podemos ha presentado ante el Pleno del Consistorio hispalense una serie de medidas como impedir que el alcalde y los concejales acompañen a la Hiniesta, retirar del callejero sevillano nombres como Santa Ángela de la Cruz, retirarle al arzobispo cualquier representación en actos oficiales, evitar la utilización de colegios con imágenes religiosas en las votaciones electorales y, por último, respaldar una procesión denominada del Coño insumiso que protagonizaron algunos de sus colegas de ideología por la que están denunciados.

Esta fijación con la religión debe de tener algunos motivos ocultos e inconfesables y posiblemente de tratamiento psiquiátrico. No sé si es que estuvieron en colegios de curas donde les zurraban…

La cosa no es nueva. Algunos recordarán que hace unos años el entonces teniente de alcalde Antonio Rodrigo Torrijos, bajo el mandato de Alfredo Sánchez Monteseirín, propuso sustituir las fiestas navideñas por las del Solsticio de Invierno, ante las protestas y el hazmerreir de sus conciudadanos. Aquello afortunadamente quedó en una mera anécdota y Torrijos tuvo que irse a su casa, eso sí, no después de comerse unas torrijas semanasanteras, sino de ponerse ciego de mariscos a cargo del erario público.

Digo yo que esta fijación con la religión de algunos dirigentes de Izquierda Unida secundados por los muchachos de Podemos, debe de tener algunos motivos ocultos e inconfesables y posiblemente de tratamiento psiquiátrico. No sé si es que estuvieron en colegios de curas donde les zurraban o es pura envidia porque echaban de menos el poder asistir a los centros privados dirigidos por salesianos, por los maristas o por los jesuitas donde se daba una formación bastante más completa y por supuesto más humanista.

Que conste que no soy católico practicante y que me considero más bien agnóstico, pero soy consciente de haber heredado una educación judeocristiana clave para entender la historia de toda nuestra sociedad occidental.y la prefiero mucho antes que otras religiones, como la musulmana, que sí parecen gozar del aprecio y el apoyo de la nueva progresía que anda cada día más perdida en sus propias contradicciones. Y, desde luego, aunque me repateen los ultracapillitas y los tontos de capirote que viven todo el año pendientes de sus cofradías y que en Sevilla abundan, los considero libres de hacer con su tiempo lo que les venga en gana y, comparto con Carlos Herrera, su defensa de la ingente labor social que llevan a cabo tanto las Hermandades como instituciones religiosas como Cáritas sin cuyo trabajo diario no se verían cubiertas las necesidades más primarias de los desfavorecidos. Eso sí que deberían tenerlo en cuenta los tontos del laicismo militante que proliferan en barrios como la Alameda de Hércules y en torno a las Setas de la Encarnación. Incluso habría que recordarles aquel bodrio poético atribuido a su camarada Rafael Alberti que decía: “La Virgen del Baratillo, sobre cuarenta costales, sueña con la hoz y el martillo, para aliviar todos sus males”.