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Del proletariado al precariado

Francisco Rubiales
Francisco Rubiales

Dicen que los «precarios» ya son más de quince millones en España, que su número crece cada día más y que será la clase dominante del futuro en todo el mundo, hasta ganar la fuerza necesaria para ocupar el poder en muchas democracias.

El «Precariado» agrupa a desposeídos, desempleados, indignados y víctimas del sistema, todos organizándose bajo el denominador común del radicalismo y el odio a esa vieja política que a ellos los ha arrojado al basurero.

Muchos están sin trabajo y otros tienen trabajos de miseria, con muchas horas a cambio de un puñado de euros. Tienen poco dinero, se sienten despreciados por los ricos y por las clases medias y tienen muchas dificultades para encontrar un trabajo digno y un sitio en la sociedad, pero les sobra indignación y rechazo a la clase política y al sistema. Los expertos creen que esa nueva clase crecerá sin parar en un mundo donde tener dinero y trabajo será un raro privilegio.

En su libro «El precariado. Una nueva clase social», Guy Standing describía el «precariado» como una clase nueva, masiva y emergente, que crece en todo el planeta, a la que se le han negado derechos políticos, civiles, sociales y económicos. Entre sus rasgos dominantes están la desigualdad, la inseguridad, el sentimiento de marginación y el odio a la política la economía y la cultura que les han convertido en parias.

El «precariado» es la clase que está sustituyendo al «proletariado» en este mundo nuevo que despunta amenazante por el horizonte. Sus manifestaciones son cada día mas abundantes y evidentes en movimientos como el Occupy Wall Street o el 15M en España. Pero esta masa, que en España ha dado potencia a Podemos, es más que una simple víctima porque está impulsando un poderoso y casi indetenible cambio social, político y quizás también cultural y económico.

[blockquote style=»1″]Tienen poco dinero, se sienten despreciados por los ricos y por las clases medias y tienen muchas dificultades para encontrar un trabajo digno y un sitio en la sociedad, pero les sobra indignación y rechazo a la clase política y al sistema.[/blockquote]

España es, junto con Grecia e Italia, el país de Europa donde el precariado se ha desarrollado con más vigor. Su primeras exhibiciones de fuerza han sido tomar el poder en Grecia y convertir a Podemos en un partido temible, muy cerca de las mayorías, con millones de votantes inquietos y enfurecidos. Pero el rasgo principal del Precariado no es que esté en el desempleo o disponga de trabajos precarios, parciales y mal pagados, sino su rechazo al viejo mundo y su incontenible deseo de dinamitarlo.

Quiere cambiarlo todo y asumir el poder, lo que convierte al precariado en una fuerza temible, sobre todo para los que quieren seguir dominando el mundo para que sea su coto privado de caza.

Sin embargo, se da la aparente paradoja de que sus principales adversarios, que son los poderosos que dominan la tierra desde las sombras, lo estén potenciando y empujando hacia las alturas, quizás con el deseo de que se estrelle y se queme en el poder, un método infalible que el poder mundial ha utilizado con éxito para librarse de sus peores enemigos.

El mejor ejemplo de desgastar al enemigo en el poder se puede observar en Egipto, un país de alto valor estratégico para Occidente que entregó el poder a los Hermanos Musulmanes para que se quemaran vivos al gobernar, generando el rechazo masivo de una población que antes los adoraba.

[blockquote style=»1″]El «Precariado» agrupa a desposeídos, desempleados, indignados y víctimas del sistema, todos organizándose bajo el denominador común del radicalismo y el odio a esa vieja política que a ellos los ha arrojado al basurero.[/blockquote]

Dicen que en Grecia se está experimentando el mismo fenómeno y que el partido Syriza ha sido ayudado para que llegue al poder y se queme y arruine su dominio al frustrar a una población griega a la que se le bajarán las pensiones y perderá una parte sustancial de su antiguo bienestar.

La lucha entre el precariado y el viejo mundo será uno de los rasgos dominantes del siglo XXI, junto a otras luchas, como las que enfrentarán a los demócratas con los poderes que dominan el mundo desde lo oscuro, empeñados en acabar con la democracia, y la que enfrenta a los colectivistas con los defensores de las libertades individuales.