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Demasiadas casualidades juntas

Tengo un gran amigo que es un polemista nato. Defiende cualquier tesis con sólidos argumentos y suele afirmar que él no cree en las casualidades, que todo por muy casual que parezca, tiene sus porqués

Benito Fdez 2
Benito Fernández

y sus motivaciones. Yo no comparto muchas de sus ideas que en ocasiones están basadas en datos que no son reales sino en puras elucubraciones aparentemente ciertas que todo el mundo da por verdaderas. Pese a ello, reconozco que sus premisas y conclusiones tienen el suficiente peso específico como para convencer a la audiencia como si fuese un sofista griego. Y, si estoy de acuerdo en algo es en el asunto de las casualidades. Desde hace tiempo vengo observando en el panorama político español una serie de hechos que suelen ir concatenados con situaciones claves para los partidos que se juegan su ser o no ser en las más que probables elecciones generales del 26 de junio.

¿Se han dado cuenta de la fiebre justiciera que ha invadido los juzgados de toda España en los últimos días? Una fiebre que. extrañamente solo afecta a miembros del partido que está gobernando en funciones, es decir, al PP, mientras el resto de las fuerzas políticas parecen que jamás han roto un plato. No digo yo que en el PP sean unos santos porque los hechos de corrupción política, desde Bárcenas y la Gürtel hasta lo de Madrid y Valencia, demuestran fehacientemente que había más chorizos entre los populares que en Cantimpalo o en la fábrica de Revilla, Hasta ahí, de acuerdo, pero resulta altamente extraño que de pronto se haya levantado una veda que va desde un miembro del Gobierno en funciones de Rajoy, el ministro José Manuel Soria, a uno de los alcaldes más emblemáticos del PP en Andalucía, el granadino Pepe Torres Hurtado. Y resulta  aún más extraño que hayan sido algunos de sus propios compañeros de partido, con el consentimiento tácito de Mariano Rajoy, quienes hayan forzado sus obligadas dimisiones. Si yo fuese el alcalde de Málaga, Paco de la Torre, me andaría con pies de plomo.

Todos estos nuevos casos de corrupción, verdaderos o falsos que será algo que el tiempo acabará por demostrar, no hacen sino apuntalar cara al público la reiterada idea de Pedro Sánchez  (mira quién habla) de no gobernar jamás con el PP. Y resulta aún más curioso que mientras surgen como setas en otoño escándalos del PP en varios puntos de la geografía española con detenciones grabadas en directo por la Sexta, los numerosos y gravísimos casos de corrupción que también afectan al PSOE, EREs o cursos de formación entre otros, duerman el sueño de los justos en las inútiles comisiones de investigación del Parlamento andaluz. Sé positivamente, tanto por mi experiencia en ABC de Sevilla como posteriormente en Andalucía Crítica, que los asuntos andaluces tienen escaso eco más allá de Despeñaperros, pero hay casos como el de los EREs fraudulentos o los falsos cursos de formación, en los que el montante de lo defraudado a las arcas públicas, muchos cientos de millones de euros, bastaría para que no quedasen en el olvido.

Otro dato curioso que tampoco es causal estos días es la detención y su posterior ingreso en prisión de los máximos responsables de Manos Limpias y Ausbanc, Miguel Bernad y Luis Pineda, respectivamente. No digo que no haya motivos para que la Justicia los enchirone. Ya se verá. Conocí a Pineda a los escasos meses de haber tomado posesión como subdirector del periódico, en la primavera del año 2001, cuando me llamó para invitarme a comer en La Taberna del Alabardero, el restaurante del cura Lezama en Sevilla, tratando de recomponer unas relaciones que en esos momentos no eran nada buenas. Como ya iba advertido con quién me jugaba los cuartos evité hacerle el juego y el almuerzo quedó en nada. A mí, al menos entonces, no intentó comprarme, algo que, dicho sea de paso, nunca me han ofrecido y por lo tanto no sé si hubiese aceptado.

Pero me da la impresión de que todo esto se trata de eso que Alfred Hichtcok llamaba un “macguffin” y que el maestro del suspense solía emplear en numerosas de sus películas. Una especie de maniobra de distracción sin mayor importancia dentro de la trama argumental que entretuviese al espectador y lo apartase de centrarse en lo importante. Y es que en estos de marear la perdiz y buscarse chivos expiatorios nuestros políticos son todo unos expertos.

Lo único cierto es que el tiempo sigue corriendo y ya sólo nos queda una semana para que Pedro Sánchez logre ese acuerdo a dos bandas casi imposible con Pablo Iglesias y Albert Rivera que es el único que le salvaría el pellejo o al menos la abstención de Podemos y los nacionalistas vascos y catalanes que le permitieran gobernar aunque sólo sea un mes. Ya veremos si alguien es capaz de renunciar a su egocentrismo y ceder lo suficiente para que los españoles no tengamos que volver a las urnas a finales del mes de junio. Mucho me temo que no va a ser posible por la de mantas que nos dirigen.