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Demócratas contra la democracia

Marcial Vazquez
Marcial Vázquez*

Uno de los mayores riesgos del populismo del siglo XXI y de la “democracia radical” que intentan predicar sectores de la izquierda europea deseosos de superar esa “democracia representativa” que identifican con las élites al mismo nivel que el marxismo identificaba el estado y la democracia con la burguesía, son los efectos que suponen cambiar las reglas de juego porque no ganan los que nosotros queremos. Como “los nuestros” no consiguen derrotar al enemigo, entonces el sistema no funciona y está corrompido. Si fuese al revés, la gente, el pueblo, habría demostrado que es sabio e inteligente al votar mayoritariamente por los “salvadores” de la verdadera democracia.

La victoria de Donald Trump en Estados Unidos traía aparejado una posible reacción aún más preocupante: el ataque de los “indignados” contra la democracia, dejando de lado que la elección del magnate americano ha sido la causa de muchas circunstancias que se encuadran dentro de un marco que podríamos denominar “política”. No es la democracia lo que ha fallado, sino la política de la alternativa Demócrata que o bien no se ha sabido explicar, o bien ha sido insuficiente para las necesidades de una mayoría o bien ha contado con una candidata con muchos puntos débiles y muy cuestionada. Tal vez haya sido un poco, o un mucho, de las tres cosas.

No podemos mirar hacia otro lado ante la tentación de sociedades desgastadas, cansadas y sin esperanzas, de acabar votando a populistas o reaccionarios que viene a luchar o a cambiar todo aquello que estos ciudadanos cabreados y desfavorecidos identifican como culpables. Nadie en su sano juicio puede pensar que la sociedad americana es un conjunto de personas analfabetas, sin cultura política y con escasos valores democráticos. De hecho hasta hace pocos meses la mera idea de que Trump pudiera ser el candidato Republicano a la Casa Blanca era tomada por muchos como una broma de gente aburrida y con ganas de provocar. Al final ha acabado ganando las elecciones, recorriendo un camino que sesudos analistas y todólogos analizarán de manera cuantitativa y objetiva sin entender que esta vez el triunfo electoral se debe a una fórmula más bien cualitativa que mentes obtusas del Partido Demócrata fueron incapaces siquiera de prever. ¿Cuál está siendo la reacción de una parte de la ciudadanía estadounidense? Salir a la calle pidiendo que se cambien las reglas del juego para evitar que gobierne el que ha ganado las elecciones.

 

Esto recuerda al camino que Podemos parece haber tomado después de las elecciones del 26-J y de la formación del nuevo gobierno efectivo de Mariano Rajoy.

 

En este sentido no hay más que ver las declaraciones de un ciudadano demócrata que recoge “el Mundo” y que explica lo siguiente: “hay una pequeña posibilidad de que Trump no sea presidente si los electores del colegio electoral no votan por él el 19 de diciembre. Es nuestra última oportunidad…..nos gustaría librarnos del colegio electoral en su conjunto y que prime el voto popular”. Creo que es un error reaccionar contra las reglas democráticas cuando las urnas dan la espalda a nuestros deseos. El mejor favor que podemos hacerle a vencedores de dudosa naturaleza personal democrática es intentar evitar su triunfo con atajos poco transparentes. Más aún en Estados Unidos, que cuenta con un sistema político de contrapoderes y con recursos suficientes para situaciones de emergencia desde el punto de vista del uso –y abuso- del poder presidencial. Es posible que la fórmula electoral americana para elegir a su máxima autoridad pueda resultar obsoleta, pero reclamar justo ahora que sea revisada suena a una iniciativa impregnada de frustración que imposibilita cualquier disposición favorable del partido vencedor, es decir, el Republicano.

Esto recuerda al camino que Podemos parece haber tomado después de las elecciones del 26-J y de la formación del nuevo gobierno efectivo de Mariano Rajoy. Como no han podido ganar las elecciones- incluso perdieron en las segundas un millón de votos- ahora toca una estrategia donde pretenden que “la calle” sustituya al parlamento, y así “la gente” sea el legítimo poder democrático en sustitución de unos diputados que según Pablo Iglesias y demás acompañantes han cometido una especie de fraude al investir a Rajoy con 170 votos favorables y la abstención de casi todo el Partido Socialista.

Aquellos que cuestionan la democracia, el sistema y sus reglas, son tan peligrosos como los neo fascismos reaccionarios y totalitarios diversos. Es evidente que dentro de la crisis de identidad que atraviesa la izquierda en general, si miramos a España aún queda una posibilidad de que el PSOE no se transforme en un partido consorte de Podemos y secuestrado por esa distorsión real de la democracia llamada “democracia radical”. Nadie sabe a estas alturas, realmente, lo que finalmente hará Trump en su presidencia, por mucho que algunos ya hayan celebrado su juicio sumarísimo a los 4 años que están por venir.

 

Aquellos que cuestionan la democracia, el sistema y sus reglas, son tan peligrosos como los neo fascismos reaccionarios y totalitarios diversos. 

 

Aquellos que militamos en la izquierda del tablero político tenemos últimamente la sensación de ahogarnos cada día entre voces que anuncian todos los males del mundo y el apocalipsis inminente de la socialdemocracia. Luego, con el tiempo, nos vamos dando cuenta que de todas las tragedias anunciadas casi ninguna se ha cumplido, con el drama de que las profecías catastróficas no se reflejan en la realidad pero poco a poco la derecha va ganando terreno allá donde mantiene el poder. No se acaba el mundo, pero sí se vuelve peor; ¿qué sucede? Que la protesta se acaba dispersando mientras el poder logra concentrarse. Cuando el socialismo vuelva a concentrarse en el sentido del poder a través de la política, la izquierda de la protesta y el apocalipsis se dispersará y volverá a perder la derecha.

 

 

*Marcial Vázquez es Politólogo