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Deporte y banderas

Jose Manuel Sanchez Fornet
Jose M. Sánchez Fornet @sanchezfornet

El domingo 22 de mayo, en el estadio Vicente Calderón de Madrid, se disputa el partido de futbol de final de la Copa del Rey entre el Sevilla y el Barcelona. El antecedente de otro partido entre el Barcelona y el atlétic de Bilbao, con aficiones que silbaron estruendosamente el himno nacional y mostraron sus enseñas (la ikurriña, la senyera y la estelada, una variante de la senyera que usan los independentista, añadiendo un triángulo azul y una estrella blanca de cinco puntas), ha llevado a que la delegada del Gobierno en Madrid, tras una reunión preparatoria de las medidas de seguridad para esa final con representantes de la Federación Española de futbol, el atlético de Madrid, y la Policía, decidiera prohibir la entrada de esteladas en el estadio donde se celebra la final. Y creo que, aunque se quieran llevar banderas escocesas, si el juez mantiene la prohibición no van a dejar entrar ninguna bandera. No hay que olvidar que es un recinto privado, como lo son los clubs o la federación.

Hay precedentes de prohibición de banderas en algunos campos de fútbol, por ejemplo, desde 2014, en San Mamés no se aceptan banderas cuando se prohibió a algunos aficionados del RCD Español portar una bandera de España. También ha habido alguna polémica con el uso de la bandera de España en el Nou Camp, siempre motivado por decisiones de las respectivas policías o de los gestores del equipo de futbol en cuestión, que consideraban que el uso de la bandera de España podía provocar algún tipo de altercado o incitación al odio y la violencia. Esto de las banderas hay que procurar analizarlo con la misma vara de medir para todas y en todos los territorios, cosa que no suele hacerse porque algunos medios de comunicación han escrito que ir a San Mamés o al Nou Camp con una bandera de España era una provocación de unos pocos extremistas, sin reconocerle el mismo derecho a llevar la bandera que les venga en gana que el que tienen los que viajan al Vicente Calderón con la estelada.

En este caso es la delegación del Gobierno en Madrid quien ha prohibido la entrada de esteladas en el estadio de la final de la Copa del Rey en una decisión controvertida y de difícil cumplimiento, porque siempre se podrá colar alguna, que si se muestra será jaleada por una parte de estadio, o se pueden llevar prendas con el dibujo y colores de la misma, o la pueden colar el personal del equipo de fútbol y exhibirla si ganan la final. Creo que la prohibición es una medida que aporta crispación a una situación que ya tiene más de la necesaria.

Pero dicho lo anterior, ya vale de exigir siempre a los mismos tolerancia, comprensión, que acepten mirando al horizonte como si no pasara nada insultos y desprecios permanentes a sus símbolos como el himno y la bandera nacional, por gente que se cree con derecho a pasarnos los suyos por la cara porque son democráticos, y buenos, mientras los otros, los de la nación, son fascistas. Ya está bien de tanto maniqueísmo, de tanto exigir que nos arrodillemos antes sus símbolos mientras insultan los nuestros. Un poco de rigor, seriedad y sentido común sin dejarse llevar por los prejuicios no estaría mal en estos casos.

Vivimos en un país donde la Policía ha impedido circular a una persona por una calle por llevar un pink de la bandera republicana y coincidir su paseo con el trayecto del rey del Estado, o donde la Policía ha visitado a vecinos que habían colgado en su balcón la bandera republicana en el recorrido del paseo durante el acto de acceso al trono del nuevo rey, para convencerlos de que las quiten, cuando la misión de la Policía en democracia es proteger el derecho de esas personas que quieren un sistema republicano y no monárquico a exponerlo pacíficamente.

Los derechos individuales son irrenunciables y no se pueden ejercer o no según que decida hacerlo una persona o sean 5.000. Si es un derecho tiene la misma fuerza legal ejercerlo por más o menos personas a la vez.

La prohibición de la estelada es una medida que no resuelve el problema y hay otras medidas que se podrían haber adoptado, pero a esos independentistas que silban nuestro himno y desprecian la bandera de España (lo digo yo, que soy republicano y me gustaría que el pueblo algún día decidiera la llegada de la III República), hay que explicarles que retorciendo la interpretación de la Ley del Deporte se puede llegar a esa prohibición, que como ya he dicho se ha hecho antes en algunos otros estadios sin mayor polémica, quizás porque la bandera prohibida fue la de España. Los derechos individuales son irrenunciables y no se pueden ejercer o no según que decida hacerlo una persona o sean 5.000. Si es un derecho tiene la misma fuerza legal ejercerlo por más o menos personas a la vez.

En Madrid, la capital del Estado, con su ciudadanía mayoritariamente contra la independencia de Cataluña que representa la estelada, que sienten esa pretensión como una declaración de guerra contra la Patria, con una afición como la del Sevilla también poco sospechosa de ser independentista sino más bien al contrario, la crispación puede hacer que se pase de ondear banderas al viento a actos de violencia, y eso es lo que hay que impedir con todas las medidas necesarias. 

A ningún ciudadano/a de España se le puede prohibir que acuda a un acto deportivo con una bandera que no esté declarada ilegal, ni tampoco se le puede prohibir que muestre en el balcón de su casa la bandera que quiera. La sandez de confundir bandera oficial con legal y no oficial con ilegal, aunque parezca impropio de un Estado de Derecho, sigue presente ampliamente en nuestra sociedad y en algunos miembros de las fuerzas de seguridad.

Hay que procurar que no haya utilización política de una y otra parte de los actos deportivos y que no haya que lamentar incidentes y violencia entre quienes llevan una u otra bandera. Ahora bien, salvo que las bandera oficiales son las que pueden figurar en edificios públicos y las no oficiales no, para ser portadas en la calle o actos deportivos vale cualquier bandera, oficial o no, siempre que no sea una bandera que incite al odio o la violencia y todas merecen respeto. No vale considerar una gravísima agresión (fascista, claro) actuar contra una bandera (estelada), y jalear los insultos y desprecios contra otra (española).