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Desacomplejándose

Las derechas, obsesionadas con cierto y acomplejado silencio, están saliendo del armario de la quietud en magnitud suficiente para dejar de seguir soñando.

 

La desconexión del buenismo de su versión más meliflua hacia el mundo actual es buena para asumir la inflación de realidad que nos enseña la verdad de la experiencia que nos rodea. Pretendían dibujar el paisaje con los únicos colores de un progresismo incierto para la sociedad, muy cierto para su bolsillo. Buscaban y lograban descolorear la política de los otros colores con los que también se podría pintar. Se trataba de influir con el arma del poder del presupuesto público, para evitar cualquier señal de pluralidad y elegancia democrática. Andalucía eran ellos, no más.

 

Que a uno lo llamaran “de derechas” era un sello antipático con el que no se dejaba marcar para ir por ahí pidiendo disculpas por pensar distinto. Era preferible callar para no envalentonar el complejo. Las derechas, obsesionadas con cierto y acomplejado silencio, están saliendo del armario de la quietud en magnitud suficiente para dejar de seguir soñando. Donde antes callaban, ahora se ufanan en implicarse, evitando lo que les impedía ser como quieren ser.

 

Al político que roba, sea de derechas o no, lo llaman ladrón, sin buscar arroyos ni afluentes por los que refrescar la realidad de una parte corrupta de políticos. Al que viola no lo llaman hombre, sino violador, tal y como a la asesina del “pescaíto” no le dicen mujer, sino asesina. Porque a la lucha por la igualdad no la llaman con la verdad dictada por el ultra feminismo. Ya no les retraen los formulismos del giliprogresismo evanescente y populista. Su misión es dar claridad a la expresión pública de su ideología. Hasta ahí les han llevado las políticas ultra conservadoras del partido hegemónico, ese cuyo primer punto del programa decía: los míos primero. El régimen socialí y progresí del Susanato, aún sigue boquiabierto viendo el descaro de quienes se declaran abiertamente dispuestos a no dejarse llevar por el complejo aquel. Tan poco acostumbrados estaban a recontar derrotas electorales que les han sorprendido, antes de acostumbrarse a este revés, que no será el último.

 

Las derechas, obsesionadas con cierto y acomplejado silencio, están saliendo del armario de la quietud en magnitud suficiente para dejar de seguir soñando.

 

Muchísimos andaluces han decidido llamar al que perpetra golpes de Estado, golpista, aunque haya quien los quiera confundir con eso del diálogo. A usar el gobierno autonómico para instaurar adoctrinamientos perpetuos, colocar afines y afinar colocaciones, han decidido denominarlo régimen político, repleto de políticos a régimen de frescos mariscos. Nada de retozar en las cercanías de las palabras, sino asirlas con la claridad y misma entereza con la que se ondea una bandera propia. Llaman asesino al que mata, corrupto a todo político que roba, y maltratador al  machorro que maltrata. Parecía difícil, pero Chaves, Zarrías, Griñán y Susana desde el cerco andaluz del PSOE; Sánchez Castejón hoy y Zapatero antes desde el Estado, y Pablo Iglesias con sus bríos bolivarianos de ahora, han logrado  con su hipérbole cotidiana desacomplejar a las derechas, a los que eran y a los que ahora han descubierto que lo son.

 

Que a la política se la debe calificar con algo mucho más directo que esa variedad geométrica y léxica: la política, o es útil o es inútil.

 

Porque ya no son fáciles de retraer cuando les llaman fachas. De tanto usar eso del facherío, ya les queda muy vintage oírlo. Son taurinos y cazadores, o no; que les digan casposos se la caspa entre galgos, ciervos, toros y toreros. De derechas, de ultraderecha, de ultra ultra derecha,  qué más miedo querían meterles, pero al fin y al cabo, muy afines a acabar con la falacia impuesta por quienes han querido vender el robo colegiado de los Ere como una cosa de cuatro. O no permitir que España la trocee un tal Torra. Ni que lucir la bandera de tu país sea declarado provocativo. Andaluces y españoles que no se dejan enmarcar al viejo estilo socialdemócrata de “o conmigo o contra mil”.

 

Las personas tienen plena consciencia de su libertad y han decidido usarla contra los propagandistas oficiales, y los oficialistas de vacua propaganda. Y dicen que habrá que acabar ya con eso de las izquierdas y las derechas. Que a la política se la debe calificar con algo mucho más directo que esa variedad geométrica y léxica: la política, o es útil o es inútil. Y que nos dejemos de eufemismos y propagandas. Y ahí están, a punto de gobernar Andalucía. Quien lo iba a decir hace unos meses.