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Desbrozando el monte político español

Parece que algunos de los actores elegidos no saben, o no quieren, obedecer el mandato electoral recibido

Emilio D. Berenguer / Opinión.- Los resultados del 20-D han puesto el mapa político español patas arriba. La ciudadanía le ha dicho a la casta política que eleve su altura de miras mediante los pactos que mejor reflejen sus opciones. La intromisión en el derecho a optar ejercido en las urnas está siendo descarada y rozando lo inadmisible. El IBEX-35, como brazo armado de los conocidos eufemísticamente como mercados; la mayoría de los medios de comunicación, demostrando cuál es el señor al que se deben, y hasta la propia jerarquía española de la Iglesia católica presionando, sin pudor ni rubor, por el mantenimiento de un statu quo que, suponen, estaría mejor asegurado por una gran coalición del bipartito corresponsable de haber gestionado la crisis en contra de los más necesitados y de la clase media española, están presionando como nunca.

Es intolerable que en pleno siglo XXI esos poderes pugnen por convertir al país en rehén de sus intereses más prosaicos y que algunos dirigentes del PP y del PSOE le estén haciendo el caldo gordo con tal de mantenerse en el machito de la política para seguir financiando sus superestructuras con recursos que, de una u otra manera, proceden del erario público. Un modelo que está padeciendo su propia crisis ya que hasta hace pocos años contaba también con fondos procedentes de las cajas de ahorros, que dotaban a ambos partidos, directa e indirectamente, de una buena parte de sus ingresos económicos, basándose en una normativa legal sobre las mismas acordada entre ellos y que no les ha pasado suficiente factura ante la justicia por su verdadero grado de responsabilidad en sus quiebras. En ninguna otra democracia europea les habría salido tan gratis.

El drama orgánico que representaría para cualquiera de los dos grandes partidos quedarse fuera de las instituciones durante cuatro años también está pesando demasiado en el diseño de los escenarios a contemplar. En el caso del PSOE, Susana Díaz tiene el tema más o menos resuelto en Andalucía, gracias a su acuerdo con Ciudadanos, pero teme que pudiera ser cuestionado si Pedro Sánchez cerrara a su vez algún acuerdo para gobernar con el apoyo de Podemos, teniendo en cuenta que el partido de Rivera, además de poseer un enorme perfil personalista, responde en su existencia a dos razones fundamentales: servir de barrera a las tentaciones independentistas de Cataluña, ocupando el hueco dejado allí por un fracasado PP, y evitar que el voto de centro-derecha disconforme con las actuaciones y las formas de los populares pudiera ser capitalizado, activa o pasivamente, por el partido de los socialistas.

[blockquote style=»1″]Tras la noche electoral el tablero político está en manos de cuatro. A pesar de no haberlas ganado, el que tiene más fichas en sus poder es el PSOE, pero para todas sus opciones son de alto riesgo. El PP es otro jugador importante, aunque con un rol más pasivo y una capacidad de maniobra bastante limitada.[/blockquote]

Tras la noche electoral el tablero político está en manos de cuatro. A pesar de no haberlas ganado, el que tiene más fichas en sus poder es el PSOE, pero todas sus opciones son de alto riesgo. El PP es otro jugador importante, aunque con un rol más pasivo y una capacidad de maniobra bastante limitada. Ciudadanos es un invitado de piedra que optará por el camino que le marquen otros y Podemos podría ser el gran beneficiario, siempre y cuando sepa administrar bien sus movimientos y dosificar su exposición pública.

Los de Rivera no tienen la solidez que quiso vendernos su líder como opción liberal alternativa, ya que carecen de mochila intelectual, cultural y política suficiente para ello y, por otra parte, sus promotores financieros no van a regarlo eternamente y es probable que pudieran retirarle su respaldo si a corto plazo no llegan a tocar pelo en las instituciones.

En cuanto a Podemos, a quien el electorado ha reconocido ser el dinamizador de la vida política en España, ya veremos si el regenerador necesario, y con el que todos estaremos en deuda por haber sabido capitalizar democráticamente el descontento, evitando el nacimiento de partidos xenófobos como el FN en Francia, o de tintes neonazis como en Grecia y Alemania, no ha tenido tiempo suficiente para madurar como opción política  alternativa de gobierno a escala nacional. De alguna manera, parece seguir siendo más un movimiento que un partido y esto se está notando demasiado en la digestión que están haciendo del exitoso resultado de las elecciones del 20-D: muchas personas con la lucidez y la noble ilusión de apostar por un verdadero cambio y una cúpula con excesiva ansia de protagonismo no está demostrando no haber aprendido aún que a veces nada puede mejorar el silencio.

El 20-D ganó la política, pero mucho me temo que algunos de los actores elegidos no sepan, o no quieran, obedecer el mandato electoral recibido y decepcionen a los ciudadanos, una vez más, haciendo un uso espurio del mismo. A Pedro Sánchez le toca mover ficha, ya que le hemos nombrado árbitro del partido; de él va a depender si es el principal, un mero linier al pairo de sus barones o tan sólo un cuarto árbitro escribiendo la crónica anunciada de su propia muerte política. Su decisión es francamente difícil. Susto o muerte, pero si se duerme, será un camarón que se llevará la corriente.