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Día del Orgullo

Acuden a manifestaciones con banderas de Cuba, régimen que disolvió a palos y detuvo a activistas LGTBI en la isla hace semanas.

 

El Orgullo se celebra cada año y España es referencia mundial, con una semana de actividades festivas. Reivindica la condición LGTBI, lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales en igualdad.

 

En 1989 era secretario general de Madrid del mayor sindicato policial. Un miembro de la dirección provincial realizó comentarios homófobos sobre un policía responsable de comité básico que visitaba la sede. El homofobo fue cesado de inmediato. En el congreso que me eligió secretario general nacional, 1992, se incluyó en ponencia compromiso del sindicato de defender la diversidad sexual y contra la homofobia. Mucho ha cambiado la sociedad española en 30 años. Es exigible un trato igualitario para todas las opciones personales que solo a cada cual competen. Igualitario, no privilegiado. Un gay, lesbiana, transexual… no es mejor, ni más responsable, digno, o buena persona que un hetero. En el pasado las leyes y la sociedad los obligaban a permanecer en ese armario imaginario, sin libertad para expresar lo que sentían y como eran, pero ese tiempo pasó. Hoy cada cual tiene la llave de su armario y es libre de salir o quedarse dentro según su libre albedrio, y nadie puede imponer que sigan dentro ni sacarlos contra su voluntad. Son libres. La ley los ampara. El colectivo LGTBI está perdiendo la esencia de su reivindicación transversal: la igualdad de todas las personas de cualquier opción sexual en la sociedad. Una demanda de libertad individual hoy desnortada por fanatismos sectarios que exigen aceptar sus ideologías políticas.

 

El movimiento gay empieza a parecerse al movimiento hembrista camuflado de feminismo, que no defiende la igualdad entre hombre y mujer alcanzado en España hace muchos decenios, sino privilegios para las mujeres, en una estrategia política de división de la sociedad que reporte réditos políticos a quienes la defienden.

 

Una parte del feminismo ha degenerado hacia un movimiento totalitario fanático, que pretende la superioridad de la mujer elaborando leyes, normas y privilegios como durante toda la historia de la humanidad tuvo el hombre (todavía es así en la mayoría del mundo excepto democracias occidentales). Este nuevo movimiento LGTBI decide quién puede ir o no a una manifestación y actúa con fanatismo radical impropio de un país donde ya somos iguales ante la ley. Conseguida la igualdad, parece que se pretende ahora obtener privilegios, beneficios en determinados ámbitos sociales como tienen ya las mujeres sobre los hombres en diversas materias. Acuden a manifestaciones con banderas de Cuba, régimen que disolvió a palos y detuvo a activistas LGTBI en la isla hace semanas; o del Che, que los fusilaba y encerraba en campos de concentración. Se disfrazan de prebostes y monjas de la Iglesia católica y escupen sobre crucifijos cuando la religión que los mata es otra cuyos prebostes llevan turbante. Insultan a quienes portan banderas de España, país cuyas leyes los protegen, en claro síntoma de una enfermedad social que puede acabar con la convivencia. El discurso que trasladan a la sociedad estos colectivos no se corresponde con ninguna sociedad Occidental del siglo XXI y menos con España. Miles de asociaciones subvencionadas les permiten vivir toda su vida de mamandurrias, sin trabajar. Andalucía, 800 pueblos 2.500 asociaciones de defensa de la mujer.

 

Todos los seres humanos son iguales desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU de 1948. Hombres mujeres, lesbianas, gais, blancos, negros, de izquierda o derecha… España es uno de los países más avanzados del mundo en materia de igualdad desde su Constitución. En la fragmentación de la sociedad para obtener poder político no cuenten conmigo. Pónganme en la lista de enemigos de sus miserables intereses.