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Diana Quer y otras desaparecidas en España

Jose Manuel Sanchez Fornet
José Manuel Sánchez Fornet

En la madrugada del pasado 22 de agosto, en la localidad de A Pobra Do Caramiñal, A Coruña, durante la celebración de las fiestas de la localidad desapareció la joven madrileña de 18 años de edad Diana Quer, que se encontraba de vacaciones con su madre y hermana menor.

En los días transcurridos desde la desaparición de Diana Quer han sido varias las denuncias que se han difundido por las redes sociales de desaparecida/os, la mayoría menores de edad, y la primera cuestión que debe ser tenida en cuenta en el caso de Diana Quer es que es mayor de edad, que puede haber pedido a un amigo/a que la acoja en su casa y estar en el mismo pueblo o en otro residiendo oculta. Y sería lo mejor que podría ocurrir.

En este caso ha quedado en evidencia, otra vez, que las fuerzas de seguridad adolecen de un protocolo de actuación en función de las circunstancias de la desaparición de una persona, su edad, lugar donde ocurre, situación familiar, etc., siendo este uno más de los muchos déficit organizativos existentes en el caótico sistema policial español, con varios miles de cuerpos de policía local, municipal o guardia urbana, cuerpos de policía autonómicas, unidades adscritas a comunidades autónomas y los dos cuerpos de seguridad del Estado, la Policía y la Guardia Civil, siempre trabajando de espaldas uno al otro cuando no abiertamente enfrentados.

Transcurridos once días de la desaparición, el uno de septiembre, aquello que se rechazó los primeros días ahora lo acepta, organiza y dirige la Guardia Civil, incluyendo a unos 100 vecinos que se han apuntado para colaborar.

La Guardia Civil está llevando la investigación ocurrida en su territorio. En los primeros días de la desaparición rechazó la ayuda del ayuntamiento, policía local y protección civil, para iniciar una batida por las zonas cercanas, que de manera nada intensa y con pocos medios llevaron a cabo alguno de sus miembros, utilizando un único perro, y con una lancha en el mar, más pareciera que para imagen que por eficacia. Transcurridos once días de la desaparición, el uno de septiembre, aquello que se rechazó los primeros días ahora lo acepta, organiza y dirige la Guardia Civil, incluyendo a unos 100 vecinos que se han apuntado para colaborar. Insisten los responsables de la Guardia Civil que no se trata de buscar un cadáver sino de localizar cualquier objeto o efecto que pueda dar una pista, pero el más elemental sentido común dice que eso hubiese tenido muchas más posibilidades de ocurrir si la batida se inicia uno o dos que once días después, porque el tiempo, el aire, la lluvia, los animales, la naturaleza… entierra, aleja, deteriora… cualquier vestigio que pueda servir para la investigación. Y esto me recuerda a Marta del Castillo.

La investigación parece haber cambiado de rumbo porque alguna prenda que supuestamente llevaba puesta Diana cuando desapareció ha aparecido en su domicilio, también su DNI, y no ha aparecido su teléfono. Y lo que transmite este inicio de batida once días tarde es que no se sabe muy bien qué se busca. Que Diana hubiese tenido una disputa familiar tres días antes de su desaparición con su madre y hermana, que acudieron a un centro asistencial en estado de agitación, o que un juzgado haya retirado la custodia de la hija menor a la madre de Diana y concedido a su padre (separados), arroja más elementos para el análisis y la investigación.

Han sido muchas, y a veces muy dramáticas, algunas de las desapariciones en la historia reciente de este país, entre ellas, las de las niñas de Alcàsser en 1992; Anabel Segura, en Madrid en 1993; y más recientemente Marta del Castillo, en Sevilla el 2009. Pero son muchos más los casos de jóvenes que desaparecen voluntariamente y aparecen pocos días o semanas después.

LAS NIÑAS DE ALCÀSSER

 

Algo se hizo mal y muchos cabos quedaron sueltos en esa investigación.

El 13 de noviembre de 1992 desparecieron tres niñas en Alcásser, Miriam, Desirée y Toñi, las dos primeras de 14 años y Toñi de 15. Sus cadáveres fueron encontrados el 27 de enero de 1993 tras ser asesinadas y enterradas. Dos personas fueron acusadas del crimen, Antonio Anglés (desaparecido y nunca detenido) y Miguel Ricart (condenado a 170 años de prisión y desde hace tres, tras cumplir 20 en Herrera de la Mancha, en libertad). Según testigos las niñas fueron vistas por última vez subiendo a una furgoneta blanca donde iban tres personas, y fueron encontradas envueltas en una gran alfombra. Estos y otros datos, unos rigurosos y otros menos, son los que propician que todavía hoy, 24 años después, en denuncias judiciales y videos que circulan por la red con declaraciones de quienes, menores entonces, aseguran haber sido violados, se siga vinculando ese crimen con el Bar España, una secta satánica con personajes poderosos de la política y una red de pedofilia que abusaba de niños de un centro de menores cercano. Algo se hizo mal y muchos cabos quedaron sueltos en esa investigación. De los 12 pelos que se pudieron analizar encontrados en la alfombra ninguno correspondía a Ricart, lo que abría un nicho de investigación que quedó en vía muerta, mientras Ricart daba distintas versiones, autoinculpándose en unas y negando su participación en otras.

 

ANABEL SEGURA

 

Dado que la asesinaron seis horas después del secuestro el crimen no podría haberse evitado, pero si los dos años y medio de tortura de los padres.

Anabel Segura, de 22 años, fue secuestrada cuando practicaba joggin cerca de su casa en la Moraleja de Madrid el 12 de abril de 1993. Fueron condenados como autores del secuestro Cándido Ortiz, que murió en prisión en 2009, y Emilio Muñoz, en libertad desde 2013, y aunque el fin era pedir un rescate económico, la estrangularon con una cuerda seis horas después del secuestro, aunque mantuvieron la ficción de que seguía viva y secuestrada durante dos años y medio torturando a su familia. En este caso también se produjo una gran alarma social traducida en movilización popular, que además coincidió con el secuestro de la farmacéutica de Olot y ya alentada por el caso de las niñas de Alcasser. Quizás por ello y por la magnitud de datos recibidos nadie investigó la matrícula de la furgoneta donde fue secuestrada y que fue facilitada por llamada telefónica a la Policía pocas horas después del secuestro. Dado que la asesinaron seis horas después del secuestro el crimen no podría haberse evitado, pero si los dos años y medio de tortura de los padres. Estas cosas que pasan en la “cocina” de las investigaciones nunca se cuentan pero pasan, y también para fortalecer la imagen policial se suelen conceder condecoraciones a los que actúan, sean de uno u otro cuerpo, hayan acertado o errado en sus investigaciones.

 

MARTA DEL CASTILLO

 

El padre de una niña desaparecida cuyo cuerpo la Policía no ha sido capaz de encontrar tiene derecho a pedir lo que quiera y a expresar su frustración y crítica a cualquier cuerpo.

Marta del Castillo desapareció en Sevilla el 24 de enero de 2009 a los 17 años de edad. A día de hoy su cuerpo sigue sin aparecer. Miguel Carcaño, principal imputado y condenado a 21 años y 3 meses de cárcel, (puede quedar en libertad en unos dos años) y en cuya ropa aparecieron restos de sangre de Marta, ha dado hasta nueve versiones distintas de los hechos. El cadáver ha sido buscado en el rio Guadalquivir, en un vertedero de Alcalá de Guadaíra y en unos terrenos en Camas. Su familia sigue buscando y ha tenido algunos enfrentamientos con el juez del caso y solicitado que sea la Guardia Civil quien se encargue de la investigación. Por esa petición y críticas anteriores el padre de Marta ha mantenido polémicas con algunos sindicatos policiales que defienden el corporativismo por encima de cualquier otra consideración. El padre de una niña desaparecida cuyo cuerpo la Policía no ha sido capaz de encontrar tiene derecho a pedir lo que quiera y a expresar su frustración y crítica a cualquier cuerpo, y que salgan sindicatos de policías criticándole por ello es una manifestación del nivel de inhumanidad que abunda en algunos miembros de estos cuerpos. Porque en este caso también se pudo actuar con mayor diligencia. El responsable de las primeras gestiones tardó días en reaccionar y los interrogatorios quizás no fueron los adecuados. Se perdió un tiempo necesario como parece haber ocurrido en el caso de Diana Quer, en este caso por la Guardia Civil. Cabe esperar que no se deje de trabajar en ambos casos y que el personal cualificado, que lo hay en ambos cuerpos, consigan encontrar el cuerpo de Marta del Castillo y con vida a Diana Quer.